Gabo Ferro es un personalísimo trovador, capaz de operar sobre las palabras y los sonidos, tanto de su guitarra como de su voz. En pleno lanzamiento de su octavo disco solista "El lapsus del jinete ciego", el primero editado por Sony, afirma que grabó en un teatro vacío "para demostrar que no es lo mismo vacío que ausencia".
"Me interesó grabar el vacío para captar y pensar el vacío de un teatro si es que eso es posible. Algunos piensan que eso redunda en la fidelidad del audio y yo entiendo que, al contrario, como en la vida real, esa ausencia puede parecer que atenta contra la buena vida real de nosotros y de las cosas, pero hay que hacerse amigo de esa aparente ausencia, de ese aparente vacío en la grabación y en la vida real", expresó Ferro en charla con Télam.
En los altos de un departamento enclavado en el barrio porteño de Once, el artista apunta que "primero fueron las canciones y después preguntarse el cómo, y como no soy muy amigo de la idea estudio de grabación porque me aburre y me pone fastidioso, me gustó tratar de salir del estudio".
Para el músico que en 2014 plasmó en "El veneno de los milagros" (junto a Luciana Jury) el segundo de sus discos compartidos (el anterior había sido "El hambre y las ganas de comer" con Pablo Ramos), confiesa que en su obra "el fantasma está siempre". "Como yo siento la canción no es ni más ni menos que el fantasma y qué es el fantasma: Una energía fina buena o mala que anima todas las cosas y que aparece cuando quiere, se expresa y se va; y el disco es una pretensión de atrapar ese fantasma", definió.
—¿Al grabar en un teatro vacío buscás también derribar la cuarta pared teatral?
—Diría que busqué alzar la cuarta pared e involucrar en la escena y en el escenario todo aquello que suele quedar por fuera, algo que es en definitiva poner en acto lo que digo: Que lo que yo hago es solamente la mitad y la otra mitad se completa con quien escucha y está asistiendo a lo que está sucediendo. Yo no hago el mismo trabajo cuando alguien me interpela o es interpelado por lo que estoy haciendo, que si estoy solo o con una audiencia a la que no le pasa nada. Soy muy sensible a eso.
—Además de la experiencia estética ¿qué pusiste en juego al grabar en un teatro vacío?
—Me cerraba también por esta cuestión del vaciamiento de los teatros por el pago de los impuestos y nuevas disposiciones y me pareció que ése era también un gesto político.
—¿Y cómo propiciás ese juego?
—Todos los discos que tienen una pata en el momento histórico en el que fueron hechos son urgentes. Y a mí me gusta mucho el interjuego que se da entre la realidad y la fantasía, entre lo político peligroso y lo fantástico supuestamente falto de peligro y me gusta que se crucen esas cosas. Como la fantasía puede ser tremendamente peligrosa y como ciertas cuestiones políticas pueden ser completamente inofensivas y no hay tal cosa ni en un lado ni en el otro.
—¿Qué de lo real de este tiempo político te provocó en mayor medida?
—Primero en la sorpresa de algo que no me esperaba y después en cómo todavía no me recupere del sartenazo. Todas las canciones fueron alumbradas en ese abrir los ojos y en tratar de hacer pie nuevamente de manera personal y colectiva.
—¿Qué papel jugó tu lírica en ese planteo temporal y político?
—Soy el último modelo de mí mismo y la temperatura actual de mi literatura está ahí en un trabajo con mucha minuciosidad en verticalidad y horizontalidad con toda mi obra. Comunica, dice, se desdice, se contradice y encontré en la idea de lapsus, que siempre me atrajo mucho, algo interesante porque allí la verdad irrumpe a pesar de quién la dice. Y por ello me parece un acto de justicia y de esperanza.
—¿Y en materia musical?
—Quise trabajar con lo comercial de una época, mirando los charts de los 60 y 70 donde convivían Altemar Dutra, Los Panchos, Atahualpa Yupanqui, Sandro, Favio, Ginamaría Hidalgo. Tomé los gestos que más me divertían y me inquietaban de esa convivencia y los arrastré por el punk, el post punk, el rock, el pop, el hardcore y con toda esa mugre que se iba pegando tocar y cantar para un disco que si lo editaba en 1969 me hubiera llenado de guita (risas).
—¿Qué significó para un artista independiente haber sido fichado por la multinacional Sony?
—No sé si Sony me convocó, se dio un encuentro porque antes hubo propuestas en general bastante amorosas pero la cosa era de la manera en que uno cree que es mejor para la cosa. Desde 2009 trabajamos con licencias breves con Oui Oui Records y ahora pensamos que era mejor hacerlo con una compañía más grande, pero siempre respetando la independencia completa y más absoluta desde los derechos hasta los deseos. Además, yo sigo siendo un artista independiente porque saqué el disco cuando quise, como quise, con quién quise, de la forma en que quise. Si la independencia no está ahí, no sé dónde estará.