“Nuestras Islas Malvinas ” es una de esas piezas. Es un documental de 30 minutos sobre la vida cotidiana en las Islas. Muestra la perspectiva que se tenía sobre el futuro de la causa en el año 1966. Una perspectiva en la que un acuerdo pacífico que resolviera el conflicto parecía encontrarse a la vuelta de la esquina.
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Gleyzer filmando para Telenoche
Fuente: Cultura.gob.ar
Es que, durante estas décadas, la diplomacia argentina obtuvo grandes avances en cuanto a la cuestión Malvinas. Estos se vieron reflejados en resoluciones de los organismos internacionales, que permitieron el establecimiento de espacios de diálogo con sus pares británicos. Este material audiovisual es uno de esos logros, la primera vez que un medio periodístico argentino ingresaba a las Islas, con un permiso especial de la corona británica.
¿Qué es lo que tiene de singular? Por supuesto, no se trata de que afirme lo obvio: que ahora, como en aquellos tiempos, pretendemos llegar a un acuerdo pacífico con el que recuperemos nuestra legítima soberanía sobre el archipiélago Malvinas. Lo interesante radica en la forma esperanzadora que tiene de referirse a ellas y a sus habitantes. En el respeto por su cultura, el interés por su cotidianidad. Elementos hoy ausentes en nuestra forma de concebir ese territorio, por razones que son harto evidentes.
Este documental se diferencia enormemente del resto de la producción de este autor a raíz del tono alegre con el que se expresa. Probablemente, por ese mismo motivo, se diferencie también de cualquier otro contenido referido a las Islas que hayamos visto en los últimos 40 años. Sin embargo, el maravilloso estilo narrativo de su dirección se hace presente por doquier, construido a partir de escenas sencillas de las personas y sus hábitos. Su discurso político, fuertemente posicionado, aparece, en cambio, a partir de una observación y escucha atenta que espero se practique en este espacio.
Esta nota es una brevísima reseña de la obra y de su creador. De la necesidad de observar a Malvinas desde otros ángulos. Pero es, más que nada, una invitación a disfrutar de este material audiovisual histórico y de la corta pero muy actual obra de Raymundo Gleyser. Actual por las temáticas que abordó y por el formato con el que lo hizo. Corta porque los agentes del terrorismo de estado se ocuparon de que ciertas malezas no pudieran crecer, pero semillas quedan.
“Nuestras Islas Malvinas”
Este documental contrasta fuertemente con los dos usados para introducirlo. Cuesta creer que se trate de la misma persona y que la temática de lo que estamos viendo sea las islas Malvinas.
Malvinas es un tema que brilla por su ausencia en nuestra formación de grado como estudiosos de la historia. El Programa de Investigación y Extensión Universitaria "Malvinas y Atlántico Sur", recientemente creado en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, es un esfuerzo por cubrir ese bache y la razón por la que estamos pudiendo formarnos con mayor profundidad en la materia.
Cuando era niño aprendí, al igual que muchos y muchas de mi generación (nacidos en los años noventa) a ver a Malvinas a través de la guerra, es decir, como una tragedia emprendida por un gobierno dictatorial y terrorista. “Un manotazo de ahogado de una dictadura en retirada” decía mi papá, “de una causa justa y popular, por supuesto, por eso la plaza estuvo llena cuando se anunció”.
Sin embargo, usted podrá disfrutar, en esta ocasión, de una alegre recorrida por Puerto Argentino, o “Port Stanley”, como la llaman los británicos. Conocerá a varios de sus personajes más llamativos como “Pinocho”, el lechero del pueblo, malvinero de cuarta generación; o Miss Mc Gown, una hospitalaria mujer que albergaba a un huésped, de las afueras de la ciudad, que volvía de visitar a su hermana en Montevideo.
El sello del autor se puede divisar con claridad en estos elementos narrativos, como la selección de escenas del transcurrir diario de quienes protagonizan los relatos o la música que guía las emociones. En “La Tierra Quema” vemos niños observando una cámara que interrumpe, al instante, su cotidianidad. En Swift vemos obreros posando y sonriendo al igual que Miss Mc Gown. Pero el tono utilizado en estos últimos es diametralmente opuesto al de "Nuestras Islas".
Se podría considerar a este documental sobre Malvinas como el mejor registro filmográfico de unas vacaciones que hayamos visto jamás. El kilo de banana a $175 Pesos Moneda Nacional (equivalente aproximadamente a $4375 pesos actuales), los desayunos, las noches en el bar, las caras sorprendidas de los niños, todas adornan la pintoresca recorrida.
Un discurso posicionado
Las bromas y las risas no significan una ausencia de definición política. Al contrario, el guión permanente remarca la invasión y ocupación por parte de los británicos, pero lo hace de manera cordial, hasta amistosa. Particular aprecio muestra por los nacidos en las Islas, a quienes parece considerar ciudadanos argentinos.
De hecho, todo el documental está inundado de una de las mejores virtudes de nuestro sentir nacional: la invitación a todas las personas del mundo a construir esta nación, respetando sus culturas. Siempre nos definimos como un pueblo cosmopolita, que en los últimos años ha debido aprender que también forman parte de este país los que siempre estuvieron en estas tierras y no llegaron de ninguna otra parte.
Esto nos invita a reflexionar sobre las tradiciones inglesas que se desarrollaron en las Islas hace cerca de doscientos años. ¿Qué impresión nos generan? Si realmente queremos, algún día, recuperar la soberanía de esta parte de nuestro país debemos, necesariamente, aceptar como nuestra a esa cultura en ese territorio. No hemos tenido mayores inconvenientes para realizar esta asimilación de la cultura inglesa en otros contextos, como por ejemplo en el deporte y la música.
Ahora bien, ¿cómo explicamos, entonces, que este cineasta argentino, abiertamente comprometido con la lucha revolucionaria contra el imperialismo capitalista, dispuesto a retratar con crudeza la desigualdad e injusticia con la que vivían (y aún viven) los pueblos oprimidos del mundo, reprodujera un mensaje esperanzador de resolución pacífica de un conflicto a través de la diplomacia? ¿Acaso fue víctima de un ingenuo fervor patriótico que obnubiló su visión sobre el accionar colonialista del imperio británico?
Definitivamente no, y para comprender su postura es necesario recuperar la perspectiva histórica que, sobre la cuestión Malvinas, se tenía antes de la guerra y particularmente en la coyuntura específica del año 1966.
A comienzos de la década del sesenta se iniciaba el llamado proceso de descolonización de África y Asia, avalado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) a través de la resolución 1514/XV (1960) “Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales”, la cual retoma los principios e ideas expresados por el Movimiento de Países No Alineados (NOAL) y los países socialistas. Desde el inicio de este proceso, la diplomacia argentina apoyó las independencias africanas y asiáticas y su incorporación a Naciones Unidas.
Como resultado se creó en 1961 el Comité de Descolonización dentro del cual la estrategia de la diplomacia argentina fue incluir la problemática colonial sobre Malvinas. De este proceso surgió la Resolución 2065/XX, el mayor logro de la diplomacia argentina referido a la cuestión. Votada en diciembre de 1965 y aprobada por mayoría en la Asamblea General de Naciones Unidas, esta reconoce la existencia de un conflicto entre ambos países e insta a las partes a una resolución pacífica que contemple los intereses de los habitantes de las Islas (principal argumento británico) y respete el principio de la integridad territorial (principal argumento argentino).
A partir de entonces se estrecharon los contactos bilaterales entre ambos países aprobándose dos resoluciones más que promovían un acuerdo pacífico. Este contexto se extendió hasta 1982, cuando el gobierno dictatorial del general Galtieri decidió iniciar su escalada bélica, dando por tierra las relaciones diplomáticas construidas. En los últimos cuarenta años el Reino Unido se negó sistemáticamente a entablar cualquier tipo de instancia de discusión relacionada con la cuestión Malvinas.
Enmarcado en ese contexto es que Gleyser realizó este documental tan particular. Pocas cosas nos sirven mejor para comprender los avatares de la historia que las perspectivas de futuro que se tenían en un momento determinado. Sin embargo, que esta visión de un futuro que no fue pertenezca al pasado, no significa que no podamos rescatarla y aprender de ella.
Por el contrario, es necesario recuperar muchos elementos de esta perspectiva para pensar la problemática Malvinas hoy. Esta obra de Raymundo Gleyser tiene plena vigencia y es necesario que la conozcamos, que la enseñemos a nuestros jóvenes, que la difundamos. Esto no implica de ninguna forma olvidar la guerra. La explicación de cómo se llegó a ese trágico escenario merece, por supuesto, un escrito aparte. Se trata de incorporar o reincorporar otros ángulos desde los que pensar la histórica y legítima causa por la soberanía de las islas Malvinas.
Ojalá este pequeño homenaje contribuya a ampliar estos horizontes y posibilite la construcción de un nuevo camino hacia la resolución pacífica del conflicto. Considero que, el más modesto objetivo de reconocer el inmenso valor de la labor de este gran militante de la Causa Malvinas, se encuentra innegablemente cumplido.
El autor y su obra
Raymundo Gleyzer fue un cineasta argentino especializado en el género documental. Nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de septiembre de 1941. Fue secuestrado el 27 de mayo de 1976 en la puerta del Sindicato Cinematográfico Argentino (SICA) por la última dictadura cívico militar y permanece desaparecido hasta el día de hoy. Su obra fue rescatada con el regreso de la democracia.
Lo curioso de su filmografía es que se amolda, en gran medida, a los esquemas actuales de consumo de contenido audiovisual. Como docente de historia, no puedo evitar pensar en el excelente material de clase que constituye toda su producción.
“La Tierra Quema”, por ejemplo, un documental realizado en 1964, dura 12 minutos. Muestra con crudeza la vida en el noreste brasilero. Tiene un evidente tenor político con críticas al accionar (o más bien a la falta de él) de la diplomacia estadounidense y la iglesia.
Tratándose de la época en que en la Doctrina de Seguridad Nacional tenía su mayor influencia en las cúpulas militares, y eventualmente en los gobiernos de facto, este director fue perseguido por el contenido social de sus obras. La determinación con que se expresó durante la década del setenta no deja dudas de que representaba una amenaza explícita enorme para quienes decían librar una guerra contra la subversión.
"La tierra quema" - Raymundo Gleyzer (1964)
“Swift” (1971). En este documental Gleyser es tajante: “…(la) acción de Justicia Popular ha servido para mostrar que las conquistas para el pueblo no se mendigan, se arrancan mediante la violencia. Que la dictadura militar es ineficaz para la represión de la invencible guerra revolucionaria que ya ha comenzado.”
Swift (1971) Raymundo Gleyzer
(*) Martín Tomás López, es historiador y profesor de historia. Trabaja como docente en escuelas secundarias, es Auxiliar de 2da en la cátedra de Historia de América II de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y miembro del Programa de Investigación y Extensión Universitaria "Malvinas y el Atlántico Sur" así como del Centro de Estudios sobre la Historia Social y Política de la Facultad de Humanidades y Artes. [email protected]