Hubo un trole bielorruso que iba a traer la Municipalidad de Rosario, y tras un año de anuncios, finalmente nunca llegó. A pesar de que una comitiva de funcionarios viajó a la fábrica en Europa y volvió maravillada, y que se había firmado el comodato para que llegue a prueba, el tema se esfumó y nunca se dieron mayores explicaciones. Sucedió en 2011, pero la crisis de la Q y los trolebuses rusos la trajeron al recuerdo.
Era 2010 y en el radar de Rosario aparecieron dos representantes de origen alemán de la marca BKM, la fábrica estatal de trolebuses de Bielorrusia. El nombre completo de BKM, que es una sigla, es mucho más complicado, casi impronunciable: Belkommunmash.
Los alemanes eran dos hermanos que vivían en Chile y sedujeron a los funcionarios rosarinos. Organizaron un viaje a su costo a la ex república soviética a ver los trolebuses. Fueron a Minsk representantes del Ente de Transporte de Rosario, de la Semtur y del Ente de la Movilidad.
En la fábrica, los rosarinos quedaron encantados con el trole. Al igual que los rusos de la línea Q, también era mixto: podía funcionar conectado a la red eléctrica, y en caso de corte o desvío, en lugar de baterías tenía un motor Fiat diésel que actuaba de generador. Esta característica permitiría extender los recorridos de las líneas de trole sin necesidad de nuevos cables. Justamente, se buscaban alternativas para hacerlo sin prolongar las catenarias, argumentando el altísimo costo de los cables de cobre.
Eran vehículos mucho más confortables que los viejos troles de la K: tenían aire acondicionado, piso bajo y asientos acolchonados. Eran coches enormes, de 18 metros de largo y 16.400 kilos de peso con un fuelle central articulado, que podía llevar hasta 170 pasajeros, 37 sentados.
Antes que Rosario, en junio de 2010, la ciudad de Córdoba llevó un modelo BKM 333 sin costo, solo pagó el flete en barco y seguro. Lo probó y a fin de ese año decidió comprarlo por 300 mil euros. Con esa plata se pagaban ocho colectivos urbanos 0 km. Pero tuvo que hacerle algunos retoques. Como los coches estaban diseñados para clima frío, pidieron cambios en el sistema de refrigeración del motor y el tamaño de las ventanillas, que quedaban chicas. También bajaron los pasamanos que estaban colocados a 1,90 metro, una altura excesiva para los argentinos.
El BKM 333 tenía un diseño más conservador, soviético, pero también era más económico. Pero no era para recorridos largos con autonomía. El motor recalentaba, por lo que con el tiempo le recortaron el trayecto a diésel. Ese coche, hoy en 2023, aún funciona.
En cambio, el que quería traer Rosario era más moderno. BKM estaba diseñando uno que todavía no estaba lanzado al mercado. Era un proyecto con lindo diseño, piso bajo total y órganos de tracción más sofisticados. Visualmente, era más bello. Era una cosa rara, exótica, pero era un ensayo.
La Semtur llegó a hacer un render con el coche, que ni siquiera estaba construido. Iba a venir en comodato, gratis y si daba buenos resultados se iban a comprar una cantidad aún no determinada de esos vehículos a través de créditos de organismos internacionales. Pero algo sucedió.
En mayo de 2011, la Municipalidad decía que el trolebús de prueba estaría en las calles de Rosario en septiembre, por un plazo de seis meses. El vehículo arribaría a préstamo, sin más costo que el traslado, con opción a compra a un precio que el secretario de Servicios Públicos, Gustavo Leone, consideraba “accesible”, 350 mil euros, 50 mil más que los cordobeses.
En septiembre de 2011, el titular de la Semtur, Héctor Zanda, dijo que la Municipalidad había firmado el contrato de comodato, que el vehículo estaría llegando a fin de año y se sumaría a la línea K para realizar idéntico recorrido. Sin embargo, a esta altura ya decían que el costo de mercado era de 500 mil euros.
En diciembre ya había otro secretario de Servicio Públicos, Pablo Seghezzo, quien dijo que se había complicado la operación. Lo adjudicó a la crisis económica que afectaba a Europa, y que eso había cambiado las pautas contractuales. Finalmente, el plan pasó a 2012 sin fecha estimada. Lo cierto es que finalmente el coche nunca vino desde Europa del Este.
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Razones misteriosas
¿Por qué? Hay varias versiones. Una fuente involucrada en la gestión dice que fue una discusión de cómo se compraban. Semtur, como empresa del Estado, lo hace por licitación pública, con procedimientos auditados, un proceso más transparente. En Córdoba, explicó, la firma municipal Tamse hizo compra directa con los troles rusos, sin licitación. Y en Rosario deslizó que querían hacer lo mismo.
Otras fuentes dan por tierra con esta versión. Dicen que BKM es una empresa estatal, con lo cual la Semtur podría haber hecho compra directa. De Estado a Estado no hacen falta licitaciones: así vinieron los trenes chinos, por ejemplo. En cambio, cuentan que los alemanes casi embaucan al municipio vendiéndole un trole que aún no estaba fabricado. Le mostraron una estructura que aún no estaba construida, y Rosario tenía que poner un depósito en garantía.
Córdoba compró un coche que ya estaba en fabricación en serie, el 333. El que iba a venir a Rosario se fabricó en serie mucho tiempo después, el modelo 43333. Sobre ese diseño se hizo el render para Semtur, de un modelo que aún no existía.
Esta otra mirada considera que los funcionarios fueron a hacer turismo a Minsk, y luego "vendieron humo". Durante todo un año los medios hablaron de que venía el trole bielorruso articulado, que terminó siendo un fantasma y nadie nunca explicó bien qué pasó. En cambio, dejaron que se diluyera y los rosarinos se olviden. Luego, en 2013, trajeron los colectivos articulados que fracasaron. Y después, en 2017, compraron los troles rusos cuyas baterías ahora no funcionan.