Aunque parezca una frase tautológica -y lo sea-, ella fue siempre (nada menos que) ella: “Regina”, imperativa y segura de sí misma, ya desde niña la futura emperatriz dio pruebas concretas del tesoro que ocultaba su garganta. En un ameno y documentado recorrido, De Faria cuenta -muy bien- el devenir de los días de la inolvidable voz tan tempranamente silenciada.
Rita Lee, su amiga, quien partió hace poco y acaso ahora la esté acompañando en algún recital celeste, supo definirla con vibrante precisión: “Nunca vi a Elis ser grosera con nadie. Era exigente y muchas veces tenía que mantener la fama de mala con algunos vivos… Después de que la conocí de cerca, vi a los personajes que vivían en ella: la genia solitaria, la mujer seductora, la madraza cariñosa, la rockera oculta, la mejor amiga que tuve en el ambiente musical, la cantante de voz poderosa, la intérprete impecable. Elis, la más completa traducción de la era dorada de la música popular brasileña de todos los tiempos… ¿Y cómo sueño con ella? ¡Aaahhhh! ¡¡¡La extraño, la extraño, la extraño!!!”.
Y es que Elis, claro, distaba de ser un oso de peluche que afinara bien. Potente, controvertida, arriesgada, muchas veces entró en combustión violenta: su vida estuvo lejos de ser un jardín de infantes.
André Midani, quien la conoció muy bien, afirmó en 2011: “Elis fue un personaje fuerte, diva de corazón, generosa, siempre lista para socorrer a cualquier persona en peligro y dividida entre las pasiones pasajeras y los odios exagerados”.
Pero ella, más allá de las turbulencias, fue una artista excepcional, que “hacía de cada canción lo que cada canción pedía que se le hiciera”.
Dueña de una inigualable vitalidad, lo que le interesaba era producir, producir, producir todo el tiempo: “Cuando (los discos) están listos, para mí se terminó. Lo importante es estar haciéndolos”, definió.
Y además, profesaba con fervor la religión del instante: “Elis grababa siempre en vivo. Siempre todos juntos. Al contrario de lo que se usaba mucho y sería cada vez más común, ella nunca admitió ni ediciones posteriores ni correcciones en la voz”, comentó uno de sus productores.
La solidaridad, por otra parte, era su marca de fábrica: “Ella dedicó su vida entera a los músicos. El cariño y respeto que les tuvo a aquellos que la acompañaron siempre fue grande (…). Dedicó buena parte de su vida a protegerlos”.
Y su inigualable genio era el telón de fondo de la vida, siempre turbulenta: “Tenía oído absoluto, sabía hasta el tono de la puerta cuando se cerraba y el tín tín de la copa de vino…”.
Aunque por cierto, muchos “se asustaron con su intensidad…”. No era sencillo seguir su ritmo, ni soportar sus elevadas exigencias.
Sus propias palabras no dejan dudas acerca de la hermosa búsqueda que había emprendido: “Cada día que pasa yo creo más en el grupo, cada día que pasa, más creo en las carcajadas, cada día que pasa, más creo en la liviandad, cada día que pasa, más creo en la fuerza del sol, en la energía solar actuando sobre las personas, cada día que pasa, yo quiero más, quiero ser feliz, y cada día que pasa, más voy a luchar para ser una persona tranquila frente a mí misma y frente a mi espejo”.
Sin embargo, nada le resultó fácil: “Depende del momento, ella podía estar eufórica, feliz, tierna, optimista; o estar amargada, irritada, agresiva, sin esperanzas. Eran características que a veces oscilaban entre períodos más o menos largos, y a veces entre un día y otro. Por eso, la gente que no la conocía bien se dividía entre los que la consideraban antipática y los que habían sido conquistados por ella. Los que la conocían sabían que no había contradicción, que esa inestabilidad estable era una característica de su temperamento y hacía la unidad viva de su persona, de la artista, la ciudadana”, definió un periodista gaúcho que la conocía muy bien.
Pero qué puede importar, ya, todo esto. El hermoso libro de De Faria es apenas una estupenda excusa para volver, una y otra vez, a los numerosos discos de Elis. Ese refugio contra la idiotez del mundo, y testimonio final de un talento inextinguible.
Sobre Arthur de Faria, el biógrafo
"Hace tres décadas que se dedica a investigar la música de Porto Alegre, su ciudad. Trabajó veintitrés años en la radio, pero nunca le gustó mucho. Ha publicado ensayos, artículos, fascículos y libros sobre música popular, entre ellos, 100 Anos de Música no Rio Grande do Sul y Elis, Uma Biografia Musical, título que Híbrida Editora lanzó en la Argentina. Ofrece cursos sobre la música popular brasileña en Brasil, Argentina y Uruguay. Canta, toca algunos instrumentos –todos más o menos–, y cree que compone, arregla y produce muy bien. Es doctorado en Lupicínio Rodrigues por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Produjo 28 discos y dirigió 12 espectáculos. Compuso 52 bandas de sonido para cine y teatro en Porto Alegre, San Pablo y Buenos Aires. Dirige la Banda de Cámara Tum Toin Foin y forma parte del dúo Música Menor (con el argentino Omar Giammarco) y también de Surdomundo Orquesta Imposible (con uruguayos, brasileños y argentinos). Lanzó veinte álbumes, EP y sencillos y ha tocado en media docena de países. No entiende nada de fútbol, pero está seguro de que Maradona es mejor que Pelé". (Extraído del libro).
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Elis con sus amados hijos.
El prólogo del libro
Por María Luiza Kfouri
Hace más de veinte años que Arthur de Faria se viene dedicando a escribir la Historia de la Música Popular de Porto Alegre. El libro Elis Regina, una biografía musical es apenas un capítulo de esta gran saga, y es un capítulo fundamental de la historia de la música popular de Brasil.
Lo que Arthur hace es situar –debida, justa y necesariamente– a su biografiada en la escena musical brasileña a partir de la segunda mitad de la década del sesenta. Y, en este sentido, es un libro al mismo tiempo inaugural y definitivo sobre lo que dice respecto a quien considero la mayor cantante y uno de los mayores músicos de este país tan grande musicalmente y de tan grandes músicos.
Porque Arthur va al punto que más interesa –o que más debería interesar– sobre Elis Regina: describe con exactitud su inmensa importancia y su participación fundamental en los acontecimientos históricos y musicales que pautaron años riquísimos de la producción musical brasileña, a pesar de la oscuridad y de la violencia impuesta por la dictadura cívico-militar después de marzo de 1964.
¿Arthur habla de la vida personal de Elis? Sí, habla. En la exacta medida en que vida y arte son indisociables. Sin embargo, los irrelevantes dijo-me-dijo, los chismes, los inventos, todo aquello más a gusto de las revistas desde siempre amarillistas, queda afuera para que el foco sea el arte de un personaje genial. Arthur no tiene ninguna vocación por el sensacionalismo.
Sobre todo, como músico que es, le explica muy bien al lector cómo y por qué Elis era una cantante (y un músico) excepcional. Una persona muy inteligente que, cuando abría la boca para cantar, había estudiado aquella canción, reflexionado sobre su letra, pensando en lo que le gustaría decir en aquel momento. Una cantante que se ganó la admiración personal de la mayoría de los grandes instrumentistas que trabajaron con ella, como yo misma pude atestiguar al entrevistarlos para una serie de programas de radio que son citados en el libro.
Existe hasta ahora una fuerte tendencia a considerar el eje Río-San Pablo como el más importante del país y, por lo tanto, a fijar el inicio y la relevancia de los acontecimientos a partir de este eje. Es cierto que Elis fue para todos a partir de un festival realizado en San Pablo que se transmitió por televisión. Pero, mucho antes que eso, Elis comenzó a construir una carrera y su aprendizaje como cantante trabajando –y mucho– en Porto Alegre y conviviendo con excelentes músicos locales. No era sólo una niña jugando a cantar en la radio para alegrar y enorgullecer a su familia. Era una niña trabajando, cantando en todas partes y aportando al escueto presupuesto familiar. Toda esa trayectoria anterior al éxito nacional es contada aquí con riqueza de detalles, dejando claro que la muchachita que llegó a Río de Janeiro en marzo de 1964 no era una hoja en blanco sin historia.
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Con César Camargo Mariano, su segundo marido y notable arreglador de sus canciones.
Y aquí cabe un paréntesis. Arthur no se deja llevar por tentaciones fáciles y superficiales y destruye algunos mitos creados alrededor de Elis, a veces por ella misma. Uno de ellos es el de que había llegado a Río de Janeiro el mismo día en que estalló el infame y desastroso golpe militar.
El surgimiento nacional de Elis, en 1965, cantando Arrastão en el I Festival de Música Popular Brasileña, tuvo, para mi generación (yo tenía once años en aquella época), el mismo impacto transformador que João Gilberto cantando Chega de saudade le causó a la generación inmediatamente anterior. Incluso porque, junto con ella, y muchas veces por su voz, vinieron Edu Lobo, Chico Buarque, Gilberto Gil, Caetano Veloso, Baden Powell... Y, un poquito después, con su voz le dio el puntapié inicial a Milton Nascimento y Fernando Brant, Ivan Lins, João Bosco y Aldir Blanc, solo para citar a los más notables.
Más allá de su ya conocidísimo faro para lanzar compositores –que revela una incesante búsqueda y ningún estancamiento–, puede sumarse al currículum de Elis el hecho de haber recuperado a Tom Jobim en Brasil para grabar Águas de março, en 1972. El compositor, después de grabar en 1967 un disco con Frank Sinatra, pasó a ser la víctima de un síndrome brasileño que, años antes, también había aquejado a Carmen Miranda. Fue acusado de haberse americanizado, de haberse olvidado que era brasileño (“¡mírenlo: cantando en inglés!”, decían) y, lo que debería haber sido un orgullo, se convirtió en el desprecio de sus coterráneos. Como él mismo decía, “tener éxito ofende”.
Águas de março, en la voz de Elis, ganó las radios de todo el país y germinó en ella la idea, realizada dos años después, de grabar un disco con Jobim. Cuando los dos hicieron el show de lanzamiento del disco, hacía casi diez años que él no pisaba un escenario brasileño. La historia de la grabación de este disco, así como la de todos los malentendidos que la rodearon, es contada por Arthur de forma absolutamente sabrosa, con todos los buenos y malos humores característicos de la personalidad de nuestra mayor cantante y todas las dudas e inquietudes de nuestro mayor compositor.
Esta es otra de las cualidades esenciales de su libro. Como periodista e investigador que también es, Arthur escribe muy bien. Su prosa es informal, coloquial y tiene humor, además de ser precisa, clara y muy bien desarrollada. Este ha sido el tono de su Historia de la Música Popular de Porto Alegre. Que, como Elis Regina, no es sólo de Porto Alegre, sino también de Brasil.
Hay muchas razones que explican el hecho de que –más de treinta años después de su muerte– Elis, al contrario de haber sido olvidada, siga siendo reverenciada y, como dice Fernanda Montenegro, “cada día canta mejor”. Como un joyero que sabe muy bien la preciosura que tiene en sus manos, Arthur de Faria no solo explica cada una de esas razones, sino que le da a Elis Regina la biografía musical que ella hace tanto tiempo merecía.
Elis en YouTube
Las que siguen son apenas tres canciones excepcionales. Hay muchas más.
Águas de março: https://www.youtube.com/watch?v=E1tOV7y94DY
Casa no campo: https://www.youtube.com/watch?v=gUZzhNholLI
Por toda minha vida: https://www.youtube.com/watch?v=dcNJTJingec