El sueño supremo. El máximo deseo. La ilusión más grande. En un país como Argentina que destila fútbol por sus poros y en una ciudad como Rosario donde la pelota es una religión sin ateos, este mediodía de domingo todos estarán en vilo, justo a las 12 de acá, cuando la selección albiceleste de los 44 millones de hinchas afronte la finalísima del Mundial Qatar 2022, allá en el otro rincón del globo, donde el desierto se convirtió en una postal opulenta de rascacielos multicolores y frente a un rival como Francia que quiere conservar la monarquía. Todo girando en torno a un personaje excluyente, a un único actor protagónico, que sea cuál fuere el resultado, acaparará el foco de todos los flashes: un tal Lionel Messi.
El diez rosarino afrontará la batalla final, el último baile, el round definitivo, para intentar coronarse como Rey eterno del fútbol mundial. Así, con muchísimos condimentos se viene un duelo decisivo, exigente al límite desde lo futbolístico y tremendo desde lo emocional, en el que la Scaloneta irá por la gloria, en pos de volver a poner a Argentina en la cima, como ocurrió en las conquistas imborrables de 1978 y 1986. “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, canta la Mosca, en el hit que gritan todos. Ojalá la historia tenga un desenlace feliz para Argentina, para Messi, para el DT Lionel Scaloni y para todo el grupo de jugadores. Un traspié no opacará el orgullo ni felicidad que transmitió este equipo, pero las finales tienen dos caras bien contrapuestas: alegría o dolor. No hay otra. Que la bandera más alta del podio sea la celeste y blanca.
Messi, más que nunca en esta Copa, se fue convirtiendo en el jugador del pueblo argentino, pero además en un futbolista cada vez más amado en cada rincón remoto del mundo, por lo que este domingo la enorme mayoría de los terrícolas querrán verlo cumplir su sueño de la coronación. Desean observarlo levantar ese trofeo que enamora por su brillo único, que ya se le negó por poco en Brasil 2014. Leo ya le hizo un tajo a la historia del fútbol, pero si además logra el máximo título ecuménico se sentará en la mesa selecta de Pelé y Diego Armando Maradona, hasta acá los máximos referentes que dio el deporte más hermoso del mundo.
Para cerrar con el rosarino, está jugando la quinta Copa del Mundo, con la final será el jugador que más partidos disputó (26), superando al alemán Lothar Matthaus, y con 11 tantos ya es el máximo goleador argentino en citas ecuménicas. A los 35 años, ahora de barba, caudillo con y sin la pelota, jugando a corazón abierto, a pura valentía y con su mejor sonrisa, va por todo. Su Rosario, el país y el mundo querrán verlo ingresar al salón de las leyendas, a pesar de que desde el juego hace rato que es el mejor de todos en los últimos tiempos.
Más allá de Messi, Argentina es un equipo serio, con defectos y virtudes, pero un conjunto que tiene una idea definida de juego sin desconocer los matices tácticos. Las premisas de la selección: jamás renuncia a hacerse cargo de la pelota, ataca con mucha gente, es agresivo en la marca, juega con la misma enjundia del minuto uno al noventa y cada jugador es un hermano del que tiene la misma camiseta.
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Matador. Kempes anota en la final ante Holanda en 1978.
Así la Scaloneta fue de menor a mayor en Qatar, tras el sopapo del estreno con Arabia, el equipo reaccionó, comenzó a jugar con la soga al cuello de la eliminación y fue superando los obstáculos de México, Polonia, Australia, Países Bajos (por penales) y Croacia. Este fue el camino a la ansiada final ante Francia.
Justamente el equipo galo es temible por dónde se lo mire, más allá del “virus del camello” que lo inquieta. Con la figura excluyente de Mbappé, que habrá que tener a raya para no dejarlo correr en velocidad con pelota, sumado a un Griezmann cerebral, un Dembelé astuto y un Giroud goleador. Argentina tendrá que jugar un partido casi perfecto en defensa para luego ir a la toma de la Bastilla y mojarle la oreja a la retaguardia francesa.
Sin dudas será un domingo muy especial. El sexto día más importante en la riquísima historia de la selección, tras las finales ganadas en 1978 y 1986, y las perdidas en 1930, 1990 y 2014. Ojalá que pueda darse la tercera estrella albiceleste de la mano de Messi, Scaloni y sus muchachos.
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Anticipo. El pulgar zurdo de Diego, apunta a la bandera qatarí.
Claro que hace rato que se fue al palco preferencial Diego Maradona, con suficiente tiempo de antelación para elegir la mejor platea en los cielos de Qatar y hacer fuerza como siempre por la camiseta que defendió con honor de soldado, rogando que su sucesor con la diez vuelva a hacer feliz al pueblo argentino.
Argentina no será mejor país si gana la selección, los problemas de todos los días no se esfumarán ni mucho menos, los que más sufren seguirán tratando de parar la olla día a día, pero sin dudas que una victoria sería un desahogo mayúsculo para todos, para una sociedad que merece al menos desde el fútbol sentir una alegría compartida. “Muchachos, esta vez nos volvimos a ilusionar”, cuánta razón tiene la Mosca. Ojalá se dé.
La duda Lisandro Martínez o Di María
Lionel Scaloni confirmará al equipo recién un par de horas antes del inicio de la final ante Francia. En el último entrenamiento el DT de la selección albiceleste probó primero con línea de 5, con la inclusión de Lisandro Martínez atrás, con el mismo equipo que comenzó ante Países Bajos.
Luego en la práctica hubo una variante nominal y de esquema táctico, que se dio con el ingreso del rosarino Angel Di María en el ataque, para un 4-3-3 y salió Licha Martínez.
Otra alternativa es que juegue Leandro Paredes para reforzar el medio, pero esa opción es menos probable (sería un 4-4-2). Y parece que Molina le gana la pulseada a Montiel en la banda derecha.
El probable: Emiliano Martínez; Nahuel Molina, Cristian Romero, Nicolás Otamendi, Lisandro Martínez o Di María y Marcos Acuña; Rodrigo De Paul, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister; Julián Alvarez y Lionel Messi.