El politólogo rosarino Hugo Quiroga observa "luces y sombras" en el primer año de Mauricio Macri en la cúspide del poder. En el juego del balance, advierte, sin embargo, que la columna de la situación económica registra todos los números en rojo. Aún así, resulta a estas alturas sorpresivo los niveles de aprobación que cosecha el presidente. "La sociedad le dio a Macri una luna de miel muy larga", grafica el docente de la UNR.
Quiroga acaba de publicar "La democracia que no es" (Edhasa), un libro que se interna en las fragilidades de la democracia argentina desde 1983 hasta la fecha. "El libro es el resultado de diferentes trabajos mios desde hace muchos años. Las principales conclusiones es que estamos viviendo en una democracia que es débil estructuralmente", resume el politólogo.
—¿Cuáles son las principales razones de esa debilidad sistémica?
—Una es la dimensión institucional, y tiene que ver con el hecho de que se haya gobernado desde 1989 hasta la fecha con poderes excepcionales. Y que desde 2002 hasta diciembre del 2016, de manera consecutiva, la ley de emergencia económica (superpoderes) se haya prorrogado. Esto impacta en la relación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. Es lo que yo llamo "decisionismo democrático". Hay un segundo aspecto, que sobrepasa lo meramente económico. La Argentina carece de proyecto estratégico, todas las políticas son de corto plazo. Y en esto no solo tiene responsabilidad la clase política, sino la empresaria, que no es una dirigencia emprendedora sino que siempre va a la ganancia pingüe o a invertir cuando el Estado le garantiza las ganancias.
—¿Estas deficiencias se han acentuado o moderado en el primer año del gobierno de Macri?
—Se ha moderado en el sentido institucional, pero tiene más que ver con que Macri parte de una debilidad política. Esto hace que tenga que negociar y consensuar más en el Congreso porque no tiene mayoría en ninguna de las dos Cámaras. También ha mejorado la relación con el Poder Judicial, que se mueve con mayor autonomía e hizo que se impulsara un montón de denuncias en materia de corrupción o de sospecha de corrupción, no solo del gobierno anterior sino también de éste.
—¿Hay algún otro aspecto que encuentra positivo al hacer un balance?
— Sí. A pesar de lo que se decía de antemano en la campaña, Macri amplió la asistencia a los programas sociales. Incluso le asignó más fondos que el gobierno anterior. Acá uno debe preguntarse si eso no se debe a su propia debilidad o al temor de que antes de fin de año hubiera una suerte de estallido social. Y el otro tema fue empezar a solucionar la deuda con los jubilados, con lo que se dio en llamar la reparación histórica.
—¿Y en la columna del debe qué pone?
—Claramente el aspecto económico. Han aumentado la desocupación y la pobreza, que si bien es un problema estructural y con un arrastre del gobierno kirchnerista, este indicador está en rojo. La actividad económica se ha estancado. Creció el déficit fiscal. Hubo una pérdida del salario real por la inflación, que no cesa. Hay una disminución en el presupuesto para ciencia y técnica. En fin, son varios los aspectos negativos.
—¿Nota que existe una tensión en el propio gobierno por el rumbo económico?
—Cambiemos ha hecho una política gradual y el resultado es que ha aumentado el déficit fiscal. Es por eso que los sectores liberales ortodoxos, por fuera del gobierno, están en contra de esta política. Y en el interior del gobierno, los más liberales están diciendo que con esta política no vamos a ningún lado, no vamos a conseguir inversiones, que es la gran esperanza de Macri para poder sortear la crisis. Hay un reemplazo de la forma de financiamiento. Cristina lo hizo a través de la emisión; ahora lo tenemos con más deuda externa.
—¿Cómo observa la relación del gobierno con la CGT?
—Esa relación es de toma y daca. Mi temor es que caigamos en una democracia de trueque. La CGT unificada no quiere hacerle un paro a Macri porque le han dado todo lo que le debían en materia de obras sociales. Además, este es un sindicalismo más débil y no se ha unificado todavía con el peronismo político, que está muy fragmentado.
—Aparece como dato novedoso en la CGT su acercamiento a los movimientos sociales, que en otros tiempos los desdeñaba por "piqueteros". ¿Puede extenderse esa unidad en la acción directa?
—Esto tiene que ver con el sistema de representación. Igual que los partidos, los sindicatos no tienen el monopolio de la representación política. Hay energías, demandas y presiones sociales que circulan por fuera de los partidos y por fuera de los sindicatos, que son los movimientos sociales. Esos movimientos sociales están organizados, presionan, ganan la calle y han obtenido grandes beneficios de la ministra de Desarrollo Social (Carolina) Stanley. Hay ahí otra forma de representación, yo diría informal, pero que existe en los hechos y tiene un gran poder de movilización.
—A pesar de que el gobierno cierra el año con todos los indicadores económicos en rojo, Macri sigue teniendo un aceptable nivel de aprobación...
—La sociedad le está dando a Macri una luna de miel muy larga. Es algo paradójico, porque generalmente la aprobación de una gestión está atada a la situación económica, que no es buena. Aun así, el presidente y el gobierno tienen un nivel alto de aprobación. Esto significa que buena parte de la sociedad sigue teniendo expectativa y esperanza con este gobierno. Habrá que ver si esta confianza se ratifica en las elecciones del año próximo, que serán fundamentales para Cambiemos.