Alejandro Katz considera que aún no puede hablarse de que el gobierno de Mauricio Macri haya introducido un cambio cultural en la política argentina. Prudente, el sociólogo considera que hay un balance positivo de la gestión en cuanto a la recuperación de un clima de consenso, que se había perdido durante la última gestión de Cristina Kirchner.
"El peronismo y los sindicatos, están actuando de un modo cooperativo porque creen que la sociedad, en este momento, no premia la obstrucción sino la colaboración", sostiene Katz en una entrevista con La Capital. Advierte, además, que el progresismo no acompañará a Margarita Stolbizer en su nueva travesía política, esta vez junto a Sergio Massa, y analiza la perspectiva del socialismo.
—¿Cuál su mirada sobre estos 10 meses de gobierno?
—Hay un primer saldo positivo, que tiene que ver con la recuperación de un clima que se había perdido, que tiene que ver con un pluralismo liberal de negociaciones abiertas, juegos de poder en el Parlamento, entre el gobierno nacional, los gobernadores y los municipios. Hay un tibio renacer de los partidos políticos como actores de relevancia. Hay un terreno ganado, o que se está ganando, respecto de la calidad y el juego democrático. El Parlamento funciona, los partidos funcionan y hay interacción entre Nación y provincias. Ponemos mucho el acento en los cambios económicos que introduce el gobierno, pero hay un contexto político sustancial.
—Llama la atención que la CGT no haya convocado a un paro. ¿Esto forma parte de un cambio cultural?
—Yo no hablaría tan rápido de cambios culturales. Esos cambios no se producen en diez meses. El sindicalismo está atento a los sentimientos de la sociedad, y entiende que no hay ánimo de confrontación con el gobierno lo suficientemente extendido como para avalar un paro nacional. La CGT entendió, además, que el de Macri es un gobierno con el que se negocia.
—¿Pero no es parte de un cambio cultural que el peronismo haya avalado la decisión del PRO de ir hacia el voto electrónico? Esto era impensado años atrás...
—Diversos actores, entre ellos el peronismo y los sindicatos, están actuando de un modo cooperativo porque creen que la sociedad, en este momento, no premia la obstrucción sino la colaboración. No niego, pongo en duda lo del cambio cultural, y lo hago porque en este momento los incentivos orientan una acción colaborativa, pero hay una cultura instalada de ese tipo en la política argentina. Todavía es muy obstructiva y corporativa. Los incentivos orientan a la colaboración, pero la naturaleza de los actores no se transformó todavía.
—¿Qué importancia le otorga a esta reforma electoral que ya tiene media sanción?
—Es una reforma importante que va a contribuir a darle más inteligencia y calidad al armado de las listas. Creo de todos modos que uno de los principales problemas tiene que ver con la fragilidad de los partidos, no necesariamente con la metodología. Por supuesto, que va a contribuir a mejorar la selección de candidatos y será más transparente para la ciudadanía. Va a restringir la manipulación de resultados, el fraude o la trampa, pero hay que discutir la posibilidad de que existan partidos que representen mejor las ideas e intereses de los grupos sociales. En este momento son sólo estrategias de poder por sobre la representación.
—Pese a que los resultados de la política económica son malos, la sociedad, en buena parte, respalda al presidente. ¿Cree que hay un límite temporario a ese respaldo?
—El gobierno hasta ahora ha sido bastante invulnerable respecto de la situación económica. Eso se explica porque todavía hay confianza en el gobierno cuando dice que la situación económica mejorará. Por supuesto, hay límites en tanto y en cuanto la situación económica se deteriora. Yo creo que el Ejecutivo llegó bastante cerca de ese límite y comenzó a remontarlo con la caída de la inflación.
—¿Al gobierno le conviene que Cristina esté libre y correteando, o que vaya a la cárcel?
—Al gobierno le conviene que Cristina esté competitiva. Eso dificulta que haya un sólo peronismo, particularmente en la provincia de Buenos Aires. Eso no me hace suponer que esté actuando para que así ocurra. Stolbizer dice que el gobierno paró las causas contra Cristina. No creo que Margarita diga cosas en vano, pero no estoy en condiciones de afirmar que sea así. Pero al gobierno no le conviene un peronismo unido.
—A propósito de Stolbizer, ¿le sorprende verla a pie juntillas con Massa? Eso condiciona a todo el progresismo...
—Margarita no afirmó que estará con Massa, aunque todo parece indicar que las posibilidad de que eso ocurra es muy alta. Hay un electorado de centroizquierda, un espacio que no se identifica con el PRO ni es peronista, que queda vacante. No creo que el progresismo quiera acompañar a Massa con su voto. De todos los sectores políticos, el que atraviesa una crisis más fuerte es el de la centroizquierda. Stolbizer obtuvo el 3 por ciento de los votos en las elecciones pasadas.
—¿Y qué debería hacer el socialismo santafesino en este escenario?
—Es necesario conservar un espacio progresista que sea a la vez independiente de cualquier peronismo y de la alianza entre macristas y radicales. No es fácil construir ese espacio, pero es imprescindible. El mapa político argentino es de 3 partes iguales. Una parte es la del centro de la República (de Mendoza al sur de Entre Ríos, pasando por Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe y Caba), que expresa a los productores agropecuarios, a los servicios financieros, con algunos sectores muy competitivos a nivel global. Eso es expresado por Cambiemos. Otro sector está en las provincias del norte, del sur y la periferia de las grandes ciudades, y es expresado por el peronismo. Un populismo conservador que está situado en territorios con democracias más débiles o muy poco democráticas, que se construyen pensando en la Doctrina Social de la Iglesia.
—¿Y qué es lo que queda?
—El segmento de la población que está en las profesiones liberales, en las universidades, sobre todo en las grandes ciudades. Siempre ha sido un segmento cosmopolita pero crítico de la globalización, no indiferente a los cambios. Es el mundo de los académicos, los intelectuales. Ahí se referencia una centroizquierda que tradicionalmente ha tenido entre el 15 y el 22 por ciento del electorado. Entonces, pienso que Cambiemos tiene que expresar a la centroderecha liberal; el peronismo a los sectores populares del norte y del sur, y conurbanos. A la vez, la centroizquierda se queda sin chances de ser poder pero con buenas posibilidades de arbitrajes parlamentarios.
—El tema es que el socialismo sí tiene el poder en Santa Fe. ¿Cómo lo retiene?
—Posiblemente se desarme la alianza con el radicalismo y se recomponga el mapa político de la provincia.
—¿Las elecciones de 2017 marcarán el destino político del gobierno y de Macri en particular?
—Si el gobierno nacional hace una mala elección en las legislativas 2017, no tiene ninguna posibilidad de repetir en 2019. Hoy es muy difícil hacer un pronóstico. En esto es crucial la provincia de Buenos Aires, y allí el gobierno tiene una situación muy paradójica. Cuenta con la funcionaria con mejor imagen positiva del país, que es María Eugenia Vidal, pero no tiene aún ningún candidato que sea suficientemente atractivo.