"No hubo cajón que uno abriera y no se encontrara con sorpresas", dice Pablo Avelluto, ministro de Cultura del gobierno de Mauricio Macri. El funcionario, quien declaró en su momento que el presidente "no necesita un Fito Páez", valora al músico rosarino pero sostiene que a los gobiernos "les vienen mal las obsecuencias de cualquier tipo, los aplaudidores. Lo que viene bien son las voces independientes; lo interesante es que los artistas sean independientes".
En una entrevista con La Capital, Avelluto intenta contrastar la imagen naíf que muchos ven en el perfil del macrismo, y traza una línea de separación entre lo que fue "una visión dramático-trágica de la realidad" durante el kirchnerismo y "la mirada más esperanzada y optimista" a la que aspira el gobierno.
El funcionario revela que se encontró con un sistema de administración de los recursos públicos muy poco transparente en cada una de las instituciones que componen el ministerio, cree que hubo artistas que defendieron con convicción al gobierno de Cristina y elogia las capacidades de su par santafesina, Chiqui González.
—¿Cuál es el resultado de estos seis meses de gobierno?
—No hubo cajón que uno abriera y no se encontrara con sorpresas. Había desórdenes administrativos, caóticos e irregulares en términos de procedimientos. Claramente, no es una herencia fácil la que nos dejó el kirchnerismo. Estoy desde el primer día tratando de resolver problemas, que es lo que nos pidió el presidente. Hubo muchos problemas en la relación entre la economía y la gente, y la resolución de los problemas pasó por la salida del cepo, el arreglo con los holdouts, la baja de retenciones. La lista es muy amplia.
—¿En el Ministerio de Cultura qué fue lo más grotesco que encontró?
—Un sistema de administración de los recursos públicos muy poco transparente en cada una de las instituciones que componen el ministerio. No había licitaciones públicas, y en los edificios que dependen de Cultura ni siquiera había licitaciones para los servicios de seguridad y limpieza. Por el otro lado, también notamos la falta de rendiciones de gastos. Había funcionarios que recibían dinero para hacer diferentes tareas y luego no lo rendían, y eso alcanzó cifras millonarias. Hubo que realizar auditorías, algunas de las cuales están en curso. Esto habla de un modo incorrecto que se había extendido a toda la administración pública. Le cuento una anécdota: encontré 400 ejemplares sin distribuir de una jornada dedicada a Ernesto Laclau, que había realizado la secretaría dirigida por Ricardo Forster.
—Está al frente de un área, que fue muy icónica para el gobierno anterior. Cultura fue un germen de "la grieta" a partir de la participación muy activa de artistas militantes. ¿Cómo se desmontan esos aparatos simbólicos del kirchnerismo?
—Esos aparatos tenían dos rasgos que se suman uno al otro. Está mal utilizar recursos públicos para sostener un aparato de propaganda cultural y periodístico de carácter partidario pero, además, se demostró que es inútil y no sirve. Yo tengo el desafío de demostrar que puedo hacer política cultural sin propaganda y sin preguntarles a los artistas a quién votan, cuáles son sus simpatías partidarias e ideológicas. Lo relevante de los artistas está en su obra y en su talento. No hay un valor mayor. El Estado les debe abrir el juego a los que piensan como el gobierno y a los que no, ese el desafío a la hora de hacer políticas públicas.
—¿Pero cómo ceden a la tentación que tiene todo gobierno de contar con una primera fila de artistas aplaudidores y genuflexos del poder, como los hubo con Cristina?
—A los gobiernos les vienen mal las obsecuencias de cualquier tipo, los aplaudidores. Lo que viene bien son las voces independientes; lo interesante es que los artistas sean independientes. En la propia definición de independencia hay algo bello, y sigue sonando 200 años después como adjetivo y como sustantivo. Cuando le agregamos el concepto de "independiente" al campo de las ideas, las estamos agrandando. Igual que cuando se las sumamos al sustantivo periodismo, el arte o la Justicia. El valor es la independencia. A este gobierno no le vendrían bien los aplaudidores.
—Dijo hace poco que "Macri no necesita un Fito Páez"...
—Sí. No tengo nada personal en contra de Páez, en todo caso me habían preguntado lo que usted me consulta: si hacían falta artistas oficialistas. Los artistas oficialista no generan mejor arte por ser oficialistas. Este gobierno no necesita artistas aplaudidores.
—Ahora que usted tiene los números de los artistas contratados por el gobierno sabrá si los los apoyos fueron por convicción o había un gran negocio por detrás.
—Les creo a quienes por estos días, con las imágenes elocuentes de las bolsas llenas de dólares, se han sentido desencantados al ver que detrás que aquellos que enarbolaban ideas redentoras y querían ilusionar con la verba inflamada estaba gente contando plata o arrojándola para ponerla a salvo. Quiero tener una visión benevóla hacia quienes creían en esta gente. Me cuesta pensar que alguien exponga su prestigio y trayectoria por dinero. Tal vez sea un poco ingenuo.
—¿Hay una mirada prejuiciosa sobre las políticas culturales del gobierno? Hay mucha sorna "sobre los globitos" y "la revolución de la alegría".
El prejuicio es una emoción terca sobre algo que se conoce mal. Los 8 años de Macri en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires mostraron un crecimiento de la cultura que desalienta cualquier visión "naíf" de la política en el área. Cambiemos viene a marcar una transformación importante, que tiene que ver con una visión dramático-trágica de la realidad por una visión más esperanzada y optimista. Hay una visión anclada en el pasado que el kirchnerismo encarnó con gran habilidad en las grandes luchas de los 70, y es una visión llena de dramatismo y conflicto, de polarizaciones. Y hay una visión alternativa que plantea un escenario mucho más luminoso, abierto, plural y diverso a múltiples orientaciones del mundo, que se enriquecen unas a otras. No hay buenos y malos que se enfrentan en conflictos irresueltos, sino que buscamos un proceso de construcción colectiva más abierto. Eso tiene que ver, además, con un corte generacional que se está produciendo.
—¿Cómo es ese corte generacional?
—Le doy dos ejemplos: el 75 por ciento de la población argentina tiene menos de 50 años. Quiere decir que los que tenemos 50 años vivimos toda nuestra vida adulta en democracia, y es la primera vez que ocurre en Argentina. Y otro dato: tanto Macri como los principales actores de la política llegan a la política argentina luego de la gran tragedia de la década del 70. La inestabilidad política y las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura son dos mochilas pesadísimas con las que hemos tenido que convivir. Quitarnos esas mochilas significa poder mirar para adelante, y es un alivio. Eso se expresa en mayores espacios para la innovación cultural y la creatividad, pero no tanto para una visión nostálgica de las grandes gestas reivindicativas del pasado. Ese es un corte significativo, y entiendo que haya gente que mire críticamente esa transformación.
—¿Cómo es la relación con el gobierno santafesino en materia cultural, qué se puede esperar de ustedes en Rosario?
—Chiqui González es una persona extraordinaria por su experiencia, por su sentido del humor y su visión sobre políticas culturales. La escucho con mucha atención. En la provincia de Santa Fe , y particularmente en Rosario, hay un trabajo muy valioso, del que estoy tomando cosas. Es un ámbito, el de la cultura, donde se generan consensos con más facilidad que en otras áreas, y es lo que todos debemos aprovechar.