Un veterano del periodismo, Raúl "Bigote" Acosta, en una columna de 20 días atrás recordó algo vivido justo 30 años antes (en 1991) de la siguiente manera: “Llega a Rosario Eduardo Duhalde, de improviso, viene con sus jefes de prensa de entonces (tenía dos), pide hablar con Evaristo (Monti) en privado. Sus secretarios me cuentan: -«Quiere que lance un globo de ensayo, un nombre, para medirlo»… Reutemann está volviendo de Buenos Aires, esquivaba Rosario camino a Santa Fe, se detiene a comprar naranjas y la puestera, con la radio encendida, le dice: -«Lole, ¿es cierto que va de candidato a gobernador?... Lo dijo Evaristo…»”.
Cómo se dijo, al peronismo rosarino y santafesino parecía que nadie podía salvarlo del camino a la derrota: Reviglio constituía un personaje sin carisma, su gobierno no brillaba y su vice era Antonio Andrés Vanrell. Como primera herramienta de salvación los legisladores del PJ habían logardo sancionar en 1990 la famosa ley de lemas, que los dirigentes peronistas de la época resumían así: “Vamos con varios candidatos, se suman los votos de todos y con uno más nos alcanza para ganarle a la UCR, que va a ir con uno: Usandizaga”.
Ese era el “cuco”: Horacio Usandizaga, el ex intendente de Rosario que desde el llano seguía sumando votos. En un acto imprudente había renunciado a la Intendencia porque había prometido que si ganaba Menem se iba del Palacio de Los Leones. Fue en 1989. Sin embargo, dos años después, gran parte de la ciudadanía seguía encantada con su personalidad y las obras que había hecho en seis años (asumió en 1983).
Frente a la indecorosidad del peronismo de la época, el recordado Vasco iba camino a la Gobernación.
Pero Reutemann aceptó ser candidato y junto a la sorpresa surgió un nuevo rediseño electoral.
En un ensayo para su nuevo léxico de ideas políticas, el Lole hizo su primera conferencia de prensa en Rosario en el viejo restaurante de la Sociedad Rural y una segunda en el Hotel Presidente, las dos con Funes al lado. Unas semanas después se atrevió a su primer desembarco en un barrio. Fue en Empalme Graneros llevado por el ingeniero Gualberto Venesia, que había querido ser intendente en 1989 y quería repetir su candidatura ese año, 1991, y por su concejal preferido, Osvaldo Ortolani. La gente salía de sus casas para saludar a Reutemann, un ídolo popular.
Flanqueado por el entonces diputado provincial Carlos Bermúdez (semitapado), el propio Venesia y los concejales Ortolani y Esteban Borgonovo, la foto de aquel día tomada por La Capital es la siguiente (julio de 1991):
Los días que siguieron instalaron a Reutemann como un candidato en serio, acortando las distancias con Usandizaga que “ya me ve por el espejo retrovisor”, según la ilustración del propio Reutemann a sus laderos mientras hacía las recorridas.
Llegó a la recta de agosto entusiasmado y con esperanzas. Pueblo por el que pasaba armaba un revuelo. Las elecciones eran el domingo 8 de setiembre. “Falta un empujón, un poquito de suerte y el Lole es gobernador”, resumían en el PJ con más voluntad que certezas.
Fue 1991 el año en que el gobierno de Menem, con la incipiente convertibilidad lanzada en marzo, comenzaba a instalarse con mejores ojos en la ciudadanía argentina luego de un 1990 atrapado en la inflación y sin destino claro. Las elecciones santafesinas, una de las primeras en el calendario en el año electoral de medio término, iban a trascender a todo el país.
En la Casa Rosada o en el entorno de Reutemann se ideó una última jugada que entusiasmó más al ídolo si se tienen que comparar las partes: la “foto” de Reutemann con Menem en el último día permitido de tarea proselitista, el jueves 5 de setiembre.
Funes se encargó de hablar con los medios de Rosario mas importantes de la época para que ingresen a la Quinta de Olivos, presencien y reproduzcan la gesta. Por La Capital ingresó el redactor Aurelio Alvarez y el fotógrafo Oscar Feuli; atrás Evaristo Monti, que reinaba en la radio, y también las cámaras de Canal 3.
La comitiva fue recibida en la galería por un sonriente Menem y su secretario privado, Ramón Hernández. Nadie del gabinete. Enseguida aparecieron los mozos invitando pizza con champagne.
“¿Qué dice Inteligencia, Carlos, cómo están los números?”, disparó con ansiedad Monti. “Parejos, la elección se define por uno o dos puntos”, respondió en confianza Menem.
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La conversación estaba en eso cuando en la galería reapareció Hernández con el teléfono inalámbrico: “Es Manzano, Carlos, encontraron a Macri”.
En efecto, pasado el mediodía de aquel jueves el ingeniero era rescatado del cautiverio de sus secuestradores. “Hola Chupete… resolvelo vos… anuncialo vos… Perfecto…”, fueron las lacónicas palabras de Menem a través del teléfono a su entonces ministro del Interior.
“Lo encontraron, está bien, habría dos federales muertos, no se sabe”, fue el resumen de Menem sobre la trascendente novedad mirando a Reutemann.
De inmediato se decidió hacer “la foto” y alguien le sugirió al Presidente que además haga unas declaraciones para que “se lleven algo” los reporteros (y poder multiplicar el impacto).
Menem hizo silencio y se preparó para unas manifestaciones medidas en las que sorpresivamente se encargó de destacar que en 72 horas Santa Fe iba a celebrar unas elecciones entre dos buenos candidatos, “mi amigo Carlos Reutemann y el radical Horacio Usandizaga”. Cada vez que nombraba a uno lo hacía con el otro. Con palabras cordiales.
Fue tal la particularidad de las declaraciones del riojano que, apenas pudo en un apartado, Reutemann preguntó en confianza: “¿Sirven o no sirven?”
“Más o menos”, le respondieron con sinceridad.
Terminado el encuentro, Reutemann voló a Rosario, durmió en la ciudad y al día siguiente caminó la peatonal. La Capital también guarda una foto de esa visita a 72 horas del domingo de las elecciones que definían su futuro y el de la provincia.
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El efecto del encuentro con Menem no se podría medir acabadamente (como nada en política), pero indudablemente empujó los últimos votos que necesitó Reutemann y el PJ para una elección ajustadísima. Los propios del Lole, más los aportados por los sublemas de Fernando Caimi, Luis Rubeo, el sindicalista Alberto Maguid, el jurista Juan Bernardo Iturraspe y algún otro, le bastaron para imponerse.
La medianoche del domingo lo encontró de festejo en la sede del PJ en la ciudad de Santa Fe, rodeado de intendentes, legisladores, militantes y simpatizantes. Mientras, Usandizaga vociferaba que le habían robado la elección en los balcones del comité de la UCR Paraguay al 300 de Rosario. Llamaba a movilizarse a los radicales, no concebía la derrota.
A las 48 horas de ese domingo, Reutemann viajó a Rosario e ingresó a la Redacción de La Capital:
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El peronismo, una vez más, cuando todo se acababa, se las había ingeniado para salvar otra vida. Como los gatos. Superar el escollo del año 91 le permitió sostenerse en el poder y consagrar un nuevo liderazgo incuestionable durante 15 años, que no logró repetir en los años recientes y posteriores a 2007.
Tres meses después del gran golpe en las urnas de setiembre, el 10 de diciembre de 1991, el Lole asumió como gobernador para el primer mandato que cumplió hasta diciembre de 1995. La foto en la Casa Gris de aquel día cuando Víctor Reviglio (con la banda) le traspasa el mando también está en los archivos de este diario:
El sucesor de Reutemann en 1995 fue Jorge Obeid, quien a su vez le traspasó el mando de la Casa Gris en 1999. Así, Lole resultó gobernador por segunda vez hasta 2003, año en que, postulado para senador, triunfó en su categoría (frente al socialista Rubén Giustiniani) con el 56 por ciento de los votos. Menem había sacado 25% en la primera vuelta para presidente y Néstor Kirchner 22%. Éste luego fue presidente. Comenzó una nueva era en la Nación y también otra película en la provincia de Santa Fe.
Cuatro años después, en 2007, el peronismo perdía sí la provincia de Santa Fe frente al socialismo, de la mano del ascendente Hermes Binner que se había quedado con las ganas en 2003.