Tres o cuatro años atrás, en los barrios periféricos donde había tradición de hampones, comenzó a hablarse de tiratiros que disparaban al mejor postor sin la necesidad de tener un jefe directo en una organización criminal. Una de las bandas puesta bajo esa lupa era la de “La Planchada”, con epicentro de las inmediaciones de Chacabuco y bulevar Seguí, en el barrio Tablada. Y en ese marco, desde 2019 en esa zona se habla de “Lukitas”, de “Catito” o de “Brian”, de “Lautaro” o de “Alan”. El domingo pasado al anochecer esa zona del sureste de la ciudad, en el pasaje De Paoli al 3500 (Chacabuco a la misma altura) fueron atacados a tiros Alan Maximiliano S., de 23 años, y Lautaro M., de 19, quienes sufrieron heridas en las piernas por lo que debieron ser trasladados al Hospital Roque Sáenz Peña donde quedaron internados fuera de peligro.
Chacabuco al 3500 es un punto rojo en el mapa de la violencia narco en el sureste rosarino. Cuando se buscan antecedentes de los últimos diez años sobre hechos de violencia es como hurgar en un campo plagado de mortajas. Histórico territorio en el que hace un tiempo supieron mandar los ya fallecidos Domingo “Mingo” y Jorge “Negro” Selerpe enfrentados con el asesinado Guillermo “Torombolo” Pérez y sus muchachos.
Mingo y el Negro Selerpe, ambos asesinados a balazos, eran tíos de Jorgelina “Chipi” Selerpe, la concubina de Alan Funes, líder de una banda narco que lleva cinco años preso en el penal federal de Ezeiza. La caída de Mingo fue aprovechada en aquel momento por dos hermanos apodados “Teto” y “Chamala” que se apoderaron de parte del negocio; y el territorio también fue patrimonio de otro hombre que terminó asesinado: Oscar Osvaldo “Huevo” Ibáñez, un gerente del narcomenudeo acribillado a tiros cerca del frigorífico Swift, en Villa Gobernador Gálvez, el 30 de mayo de 2011.
“Cococho”, uno de los hermanos de Ibáñez, era un hombre fuerte en el puerto de Rosario y lo señalaron como quien tenía el control de la zona hasta antes de comenzar la pandemia de Covid 19. Otros que peleaban la zona para marcas fueron el también asesinado Rubén “Tubi” Segovia o el condenado a perpetua Adrián “Cable” Solis, según explicaron varios conocedores del barrio.
Hoy, el nombre de quien manda en ese lugar es una incógnita, al menos para los que no residen allí. Aunque durante los años de pandemia en la zona comenzaron a pisar fuerte pibes muy jóvenes que disparan al mejor postor. Entre ellos resaltan familiares directos del recientemente herido Alan Maximiliano S. como Lukitas, que es yerno de “La Chana”, una transera histórica del barrio que los pesquisas ubican en el tablero de la venta de drogas como alfil del condenado René “Brujo” Ungaro.
Las bandas de “Chucky Monedita” y La Planchada (cuyo máximo exponente es Lukitas) exponen hoy la sensación térmica de la realidad que viven los vecinos de zona sur en general, el barrio Tablada en particular, y la zona de “La U” o el Cordón Ayacucho principalmente. Pibes que andan armados hasta los dientes, que disparan como alienados y que matan y mueren como perros. Esa lucha callejera está encarnada por segundas o terceras líneas de tiratiros y en el más honroso de los casos, delictivamente hablando, por unos pocos sicarios con reputación. Los cabecillas de estas bandas, cual generales en una guerra, están a resguardo en cárceles provinciales o federales barajando órdenes como en una mesa de arena donde se despliega la logística de los ataques.
>>Leer más: "Nikito", otra baja en el organigrama de la banda de "Chucky Monedita"
Muchos de las protagonistas de estas crónicas podrían ser referidos, en informes de cadenas internacionales y en conflictos políticamente declarados, como niños soldados. Pero ese es un detalle que se comió la normalización de una realidad violenta y descarnada.
Según lo confiado por fuentes oficiales, el domingo pasado alrededor de las 20.50 Alan S. y Lautaro M. estaban en inmediaciones del pasaje DePaoli al 3500 (pasaje ubicado entre Saavedra, Chacabuco, Seguí y Esmeralda) cuando fueron atacados a balazos y recibieron impactos en las piernas. Los efectivos policiales que trabajaron en la escena recolectaron 23 vainas servidas calibre 9 milímetros, lo que alimenta dos hipótesis: que fueron atacados con mas de un arma o que fueron baleados con una “metra”, como se reconoce a las pistolas ametralladoras el tipo FMK3.