En el sudoeste de la ciudad, las calles Monte Flores y Viamonte a la altura del 7000 al 7300 se conectan por los pasillos que cruzan a cada consorcio de los complejos Fonavi. Pero también se unen en las historias violentas, tan similares que da la sensación de haber entrado en un loop en el que se narra siempre la misma: muertes a balazos, en lugares y contextos parecidos, sumado al testimonio de los vecinos que dan cuenta de una situación sostenida en el tiempo. La diferencia está en los detalles. En enero, por ejemplo, mataron a una mujer embarazada que vendía drogas en un departamento del complejo. La noche de este jueves, en cambio, mataron a un pibe que había ido a comprar y no llegó a salir del pasillo.
"Lo único que sé es que me encontré con un río de sangre y tuve que hacerme cargo yo", dijo este viernes al mediodía una mujer que tiene un kiosco en el pasillo que atraviesa el consorcio 4 del complejo de viviendas sociales que tiene uno de sus ingresos en Monte Flores al 7200. La noche del jueves, cerca de las 22, el estruendo de un disparo alertó al vecindario, ya acostumbrado a estar a esas horas en la seguridad de sus casas. Al asomarse vieron el cuerpo de un muchacho tirado en el pasillo y un charco de sangre enorme que comenzaba a crecer alrededor de su cabeza.
Los vecinos llamaron al 911 para dar aviso, entonces llegó primero un móvil de la policía y después una ambulancia del Sies cuyos médicos constataron que la persona herida había fallecido. Que se trataba de un hombre joven, de entre unos 25 y 30 años, al cual habían matado de un balazo en el cráneo. Algunos habitantes de los departamentos del Fonavi, que habían bajado a observar el despliegue policial, coincidieron en que no conocían a la víctima y supusieron que se trataba de alguien que no era vecino. Así los investigadores supieron que iban a tener que embarcarse en la tarea de identificar a la nueva víctima fatal de la violencia callejera, la número 128 en lo que va de 2022 en el departamento Rosario.
Menudeo
Pasado el mediodía del viernes, el joven asesinado fue identificado como Ayrton David Suárez, de 26 años. En la escena del hecho apenas quedaban los rastros de la cinta perimetral que los peritos habían desplegado para trabajar en la zona y en el medio un charco de sangre mezclada con agua que todavía no había escurrido. En esos metros cercanos al lugar del crimen, el testimonio de los vecinos se redujo a la incertidumbre por una víctima desconocida. Solo la kiosquera protestó porque había tenido que ocuparse de limpiar la sangre en la puerta de su local.
78456951.jpeg
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Sin embargo, a más distancia del lugar del hecho empezaron a aparecer las distintas versiones en boca de personas que se animaban a hablar. Dieron cuenta así que el mutismo alrededor de la escena del crimen correspondía al miedo y a esa suerte de pacto de silencio al que obliga el peligro latente. Lo explicaron con un dato: en ese pasillo hay un punto de venta de drogas. Y a partir de ahí surgió la versión de que ese pibe desconocido había ido a comprar cocaína, que pagó con dinero falso o menor cantidad de la que debía y que por eso lo balearon.
Algunos dijeron que después del balazo se escuchó el motor de un vehículo, pero otros hablaron de un crimen sigiloso de alguien que lo cometió a pie y se perdió en cuestión de segundos en la oscuridad del pasillo. Los vecinos aseguran que por las noches esa zona se sumerge en una penumbra espesa porque los pocos focos de alumbrado público fueron rotos a piedrazos con la intención de adecuar el pasillo a los movimientos del narcomenudeo.
>>Leer más: Disputas en territorio narco: balas y amenazas en zona oeste
"Está la onda ahí, fue a comprar y lo mataron porque ponele que salía 200 y quiso pagar con 100", dijo un hombre que disfrutaba el sol del mediodía tomándose una caja de vino. Otro comentó otra posibilidad, vinculado al mismo trasfondo: "Les mataron a un cliente para que no vendan más, les tiraron un muerto ahí para que después venga otro y se ponga a vender en otro lugar". En ese sentido, explicaron que es habitual ver a "los narcos" que se instalan en los departamentos de los Fonavi. "Los compran, si para ellos 2 millones de pesos no es nada, lo juntan en un fin de semana", comentó el vecino.
De ese grupo surgió otro relato: al joven asesinado lo encontraron "con una mano como queriendo cubrirse y en la otra un papel", en referencia a una bolsa de cocaína. Sin embargo ese dato, ni la sustancia, llegó a la fiscalía como parte de la escena del crimen. A cargo del caso quedó la fiscal Georgina Pairola, a la espera de que la víctima sea identificada y de que aparezcan los resultados de las primeras tareas investigativas.
Un barrio como contexto
En ese loop en el que pareciera contarse siempre la misma historia surge la descripción de un barrio atravesado por el narcomenudeo y sus conflictos estallados en los desenlaces más violentos. En el último año ocurrieron en esa zona 4 homicidios, de los cuales al menos tres desde un principio fueron ligados a ese contexto.
El más reciente ocurrió el 16 de enero pasado, cuando Débora Andino, de 31 años, fue asesinada en un departamento del consorcio lindero al que este jueves fue escenario de un nuevo crimen. En aquella ocasión la mujer, que estaba embarazada de 6 meses, estaba junto a tres hijas pequeñas, de las cuales una, de 9 años, también recibió un balazo. Sobre ese hecho, los vecinos aseguraron que Débora se había dedicado a vender drogas desde que su hermano cayó detenido al haber sido sorprendido por la policía en esa misma actividad pero en una plaza de la zona.
>>Leer más: Trasfondo narco en el ataque que mató a una embarazada y dejó herida a su hija de 9 años
Desde 2019, aseguraron los vecinos entonces, Andino solía recibir algunos cargamentos de droga que vendía ahí mismo o en el ingreso de uno de los pasillos del complejo. La principal hipótesis que manejó la policía apuntó a un conflicto vinculado a ese ámbito, por el que la mujer fue asesinada de un disparo en la cabeza dentro de su casa.
Antes del crimen de Débora Andino había sido asesinado un hombre en un contexto similar. Fue precisamente un año atrás, el 16 de junio de 2021, cuando Rubén Ramón Rendil, de 54 años, fue ejecutado a balazos. El ataque fue en su propia casa, ubicada en Monte Flores al 7100 frente a los Fonavi. La víctima ya había sido atacada meses atrás, el 15 de abril de ese año, en un hecho similar: dos hombres llegaron en una moto a la casa y al verlo parado en la puerta le dispararon sin reparar en que el hombre tenía a una criatura en brazos. Rendil fue herido en el cuello, la espalda, un brazo y el glúteo, pero en esa ocasión pudo sobrevivir.
En aquel mismo abril había sido asesinado otro hombre en esa cuadra. Roberto Sánchez, changarín según sus familiares, fue asesinado en medio de una discusión de la cual no había participado. Un allegado a la víctima estaba discutiendo con una chica cuando la pelea fue interrumpida por un hombre que intervino a los tiros. "Todos corrimos, pero a mi tío lo alcanzaron dos tiros", contó una sobrina de Sánchez en aquella ocasión. El hombre quedó tirado en la esquina de México y Monte Flores, lo trasladaron al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) pero llegó muerto.