Claudio Javier “Morocho” Mansilla se detuvo frente a un pasillo de Lima al 2100. Sin bajarse del auto le dio un envoltorio a su cuñado y cuando se iba lo atacaron con veinte balazos. Dos años antes de convertirse en el rostro de la increíble fuga de la cárcel de Piñero, Mansilla se salvó de aquella balacera con una convicción: creía que dos chicos del pasillo lo habían entregado. A pesar de que intentaron aclarar las cosas por teléfono e intuían el final, Kevin Nieri y Leonel Bubacar Aw Borda no tuvieron salida: dos días después Mansilla los convocó a parlamentar y ambos terminaron acribillados con tres armas distintas apenas asomaron a la vereda.
Esa historia comenzó a revisarse hace dos semanas en el juicio oral por el doble crimen de septiembre de 2018. El debate quedó trunco a los cinco días cuando la espectacular fuga de la cárcel de Piñero dejó el banquillo sin acusado: Mansilla escapó con otros siete presos del pabellón 14 en un golpe comando de película luego de que tres hombres llegaran como apoyo externo y cortaran los alambrados con una amoladora portátil mientras enfrentaban a la guardia con alto poder de fuego. Uno de ellos murió.
En estos días el gobierno provincial ofrecerá un millón de pesos de recompensa por Morocho, líder de una banda de zona oeste. Los investigadores creen que este hombre de 38 años fue el cerebro y financista del gran escape. Esa tarde se fue corriendo de la cárcel con un arma en la mano y la certeza de que el juicio en curso lo confinaría a otra larga temporada en prisión. La fiscal Marisol Fabbro había pedido 25 años de condena.
Demasiados problemas
“¿No leíste la causa? Me van a dar reclusión. Si no nos movemos y hacemos algo, yo no salgo nunca más”, le había dicho Morocho a su pareja y madre de sus dos hijos, Jésica Daniela “Fea” González, luego de su detención. El diálogo fue detectado en escuchas que también captaron cómo se tramaron graves amenazas hasta lograr que se retractara la principal testigo, novia de una de las víctimas.
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Seis meses antes del doble homicidio de Lima al 2100 Mansilla había salido de prisión tras cumplir una pena a 17 años por intento de robo calificado y una causa federal del año 2013. Su retorno a la venta de drogas activó conflictos con viejos actores del negocio. La investigación reveló que en poco tiempo quedó envuelto en una guerra con dos agrupaciones narco de renombre.
Por entonces había iniciado su relación con Jésica, ligada a la banda de René “Brujo” Ungaro. La mujer de 37 años está ahora en prisión por los tiros de agosto de 2019 frente a la cárcel de Piñero por la venta ilegal de números para visitantes que no quisieran esperar su turno. Fea es medio hermana de Brenda Pared, una chica implicada en varios delitos cuyo padre, Sergio Pared, fue asesinado en 2013 por Leandro “Pollo” Binardi, un hombre de Los Monos que fue condenado a 13 años por ese crimen. Por esa doble vía (la sociedad con Ungaro y la familia de Jésica) se acrecentaron los conflictos de Mansilla con el clan Cantero.
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Claudio "Morocho" Mansilla, el supuesto organizador y financista de la fuga de Piñero, podría haberse refugiado en Paraguay.
Pero además surgieron problemas con cabecillas de otros territorios cuando René, al sumar a Mansilla, amplió sus alcances a la zona oeste y el barrio Santa Lucía. En las escuchas surgió que la sociedad de Jésica y Morocho había comenzado a vender droga con modalidad de delivery en los alrededores del Fonavi Parque Oeste. Un territorio histórico del jefe narco Walter Daniel “Dulce” Abregú, por quien se ofrecieron 500 mil pesos de recompensa hasta su captura en agosto de 2019.
Envueltos
Se cree que las víctimas del doble crimen habían trabajado para Abregú hasta que tuvieron problemas con él y se mudaron al pasillo de calle Lima. Allí conocieron a Brandon, un adolescente de 16 años hermano de Jésica y Brenda, quien los conectó con el Morocho. Su antigua conexión con Abregú hizo que Mansilla sospechara ellos luego de ser baleado en Lima al 2100.
Ese ataque ocurrió el viernes 21 de septiembre a las cinco y media de la tarde. Morocho llegó en auto y se detuvo frente al pasillo para entregarle a su cuñado Brandon un envoltorio que según las distintas referencias pudo contener droga, un arma o dinero. En el auto iban la esposa embarazada de Mansilla y otras dos personas en el asiento de atrás.
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Brandon subió al auto. Sus vecinos Leonel, de 18 años, y Kevin, de 16, habían estado reunidos con él y observaron la transacción en la entrada al pasillo de Lima 2146, el lugar exacto donde encontrarían la muerte a los dos días. Con el auto en retirada se escucharon los disparos a Mansilla, que según el barrio tenía “broncas por todos lados”.
Casualidad o no, esa misma noche el Dulce sufrió un tiroteo en el Fonavi y también culpó a sus ex laderos.
Encerrona fatal
De la causa surge que Leonel y Kevin quedaron en una encerrona de la que no pudieron salir con vida. Desde un teléfono desconocido les llegaron amenazas diciendo que los iban a “matar a ellos y a su familia y al que se le pusiera en el camino porque Morocho entendía que lo habían entregado". Ellos le hablaron desde el celular de Brandon y había quedado todo arreglado. Hasta que Mansilla les dijo de hablar personalmente.
La noche del domingo 23 Kevin estaba en su casa con su mamá y Leonel, al que le decían Ozuna, con su novia. A las 23.15 les golpeó la puerta con insistencia su vecino Brandon para hablar de algo urgente. Les dijo que Morocho los esperaba en la casa de su hermana y tenían que ir sí o sí porque él no quería quedar como un entregador con su familia.
Los adolescentes fueron con él. No terminaron de salir del pasillo angosto cuando se escucharon unos treinta tiros de distintas armas. Cayeron sobre un piso lleno de sangre y balas. Con heridas en tórax, abdomen, piernas y cabeza, Leonel murió por destrucción de cráneo. La descarga alcanzó a Kevin en el pecho, abdomen y brazos; murió desangrado. Un día antes le había dicho a su novia que “sentía que lo iban a matar” porque “sabía que con el Morocho no se jode”, pero aseguraba que “él no había sido”.
Los testigos contaron que, tras los tiros, Brandon entró al pasillo gritando que “el Morocho los boleteó a los dos”, sacó cosas de su casa y se fue. La policía levantó 19 vainas, doce balas y cinco esquirlas de la escena. En el ataque se usaron dos pistolas 9 milímetros y una calibre 45.
A la siete de la mañana siguiente la novia, la madre, el padrastro y un hermano de Leonel salían a realizar trámites del entierro cuando un Peugeot 206 bordó estacionó en Servando Bayo y Rivadavia. Otra vez arreciaron las balas. Joel, hermano de la víctima, fue herido en un rodilla. Los testigos dijeron que tiraba Morocho y lo describieron como un hombre “robusto, alto, de cutis moreno y con un tatuaje cerca del ojo izquierdo”.
Caída
Pasados dos meses, el 6 de diciembre, Mansilla fue detenido cuando salía en un Chevrolet Agile de la casa de Jésica en Capitán Bermúdez, la misma que fue baleada con cuarenta tiros en febrero pasado. Resistió su arresto a golpes y a unas diez cuadras se arrojó del patrullero en movimiento, pero lo atraparon.
“Pensé que te secuestraron los giles, boludo. Fui a batir la cana a la comisaría y todo”, le dijo Jésica a su marido tras el arresto. “Me iban a matar si me secuestraban. Me tiré del auto”, respondió él.
Entonces comenzaron las gestiones de Jésica para amedrentar a la testigo. “¿Sabés por qué mataron a estos pibes? Nos tiraron más de 25 tiros. Se comieron el viaje de que queríamos agarrar la zona, si nosotros no tenemos búnker, no vendemos así. ¿Y si esa bala que agarró el techo me da en la cabeza? Yo estaba de cinco meses, ¿me entendés?”, le dijo a un conocido, y le pidió que interceda porque “si no se cae esta causa, Morocho puede tener perpetua”.