El tiempo transcurre en la ciudad en medio del humo de los incendios en el Humedal, las medidas para pelear a la pandemia por el Covid 19 y la violencia callejera que parece no parpadear nunca. Y es que en Rosario las balaceras como mensaje de intimidación pública parecen no dar respiro. En las últimas horas se conocieron, por haber sido denunciadas, tres ataques a balazos más en Saavedra al 3700, barrio Bella Vista; Las Palmeras al 2200, en los confines de barrio Godoy; Suipacha al 4200, en barrio Alvear; y en Lima y Zeballos, Echesortu. Este último reportado por vecinos de la zona pasado el mediodía del viernes. Dos de estos ataque se dieron a plena luz del día. Direcciones que se suman a la decena de balaceras diarias que, según fuentes judiciales, ocurrieron en el primer semestre del año o a “las 20 balaceras” que puede haber diariamente en Rosario según explicó la nueva fiscal regional de la Circunscripción Rosario María Eugenia Iribarren hace unos días. Esta semana también se fortaleció la intención de vecinos cuyos frentes fueron baleados llamando a los medios de comunicación para explicarles de alguna manera a los pistoleros que ellos nada tienen que ver con la agresión que sufren.
Entre el mediodía del viernes y la madrugada del sábado al menos cuatro incidentes con el uso de armas de fuego se registraron en el departamento Rosario. Tres de ellos fueron denunciados y el restante reportado por vecinos. Este último sucedió pasado el mediodía del viernes en inmediaciones de Lima y Zeballos, en Echesortu, cuando residentes reportaron que desde un auto que circulaba por allí realizaron tres disparos al aire.
Minutos antes de las 16, la escena de ataques a balazos se trasladó a las inmediaciones de Saavedra al 3700. Allí una vecina reportó que la fachada de su vivienda había sido atacada. Los peritos recolectaron al menos siete vainas servidas calibre 9 milímetros y contabilizaron media docena de impactos en el frente de la casa.
Al comenzar la noche del mismo viernes, alrededor de las 20, otra vecina reportó que escuchó detonaciones y constató que el frente de su domicilio presentaba dos impactos (una en la pared del comedor y otra en una tapa de electricidad) con calibre 9 milímetros. Pasada la medianoche un vecino de Las Palmeras al 2200, a pocos metros de la escuela primaria Nº 1376, "Leticia Cossettini", denunció que su casa fue baleada al menos en dos oportunidades por un grupo de jóvenes que intentó ingresar al domicilio con fines de robo. Se recolectaron de la escena dos vainas servidas.
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Como modalidad el ataque contra viviendas, vehículos estacionados o personas ya se ganó un espacio dentro de las crónicas policiales y editores y cronistas les dan espacio en los medios de acuerdo al impacto público del atentado o la gravedad del hecho. En la última década al menos se utilizó este método, este mensaje mafioso, para intimidar a testigos, convencer a deudores incobrables, vender seguridad a comerciantes y empresarios y marcar territorio en el marco de la narcocriminalidad, la otra epidemia que sufre la ciudad.
Disparos furtivos, a mansalva y sangre fría, contra una fachada o un vehículo para dejar un mensaje claro con el plomo de las balas. Un delito que se puede dar en la periferia como en el centro de la ciudad y que jaquea el concepto de seguridad pública. No existe plan de seguridad que resista a dos hombres en moto o auto disparando alocadamente contra objetivos que solo ellos y sus víctimas reconocen. Después será el tiempo de buscarle la orientación jurídica según el resultado del ataque. Si el balazo pegó en la pared es un delito; si impactó en una persona, pero no lo mató, es otro. Una incidencia que puede oscilar entre el abuso de armas o la intimidación pública al homicidio de acuerdo a la puntería. Y más allá del resultado, de que se pueda fallar, directamente o indirectamente el mensaje mafioso llega a destino.
Siete días en las que hubo ataques en Liniers y pasaje Capuchinos, en pasaje 6 al 2900 y Soldado Aguirre al 2400, con un remisero herido, todos en VGG. Los tiratiros también se pasearon durante la semana por Oncativo al 2300, Arrieta y Melián, en el Municipal de Nuevo Alberdi, en Lamadrid al 2300, Avellaneda y Garibaldi, calle 1748 al 2000 (Santa Lucía), Alsina al 3300 y Bertolé al 7700. En Mitre al 3300 de Granadero Baigorria y en Avellaneda y Deán Funes una mujer y un muchacho de 27 años resultaron heridos graves. Hechos catalogados como tentativas de homicidio. De sábado a sábado sólo por su llegada a los medios de comunicación, por el llamado de vecinos de distintos barrios, se conocieron una veintena de ataques a balazos con diferentes resultados. En uno de ellos, el sábado anterior, en una pelea familiar ocurrida en Teniente Agneta al 300 bis, barrio Ludueña, un pariente amenazó a otra esgrimiendo una granada FMK2. En cuanto a la mensajería escrita en una vivienda atacada a balazos el miércoles en Uriarte al 7700, en barrio Cametsa, dejaron una cartel que decía: "Lo que se siembra se cosecha así como le sacaste la casa a los dueños anteriores te la vamos a sacar a vos". También hubo balaceras en Villa Gobernador Gálvez y Granadero Baigorria.
Y a lo largo de la semana distintos vecinos recurrieron a los medios para explicarle a los tiratiros su razón de la sin razón. Salieron por los noticieros, hablando a cámara, explicando que desconocían el porqué del ataque. El lunes una familia que tiene un almacén en Garibaldi 52 bis pusieron la cara para explicar que desconocen el porqué de dos ataques a balazos en menos de una semana que sufrió su negocio. “Somos del barrio. Tenemos hijos. No sabemos porqué nos están haciendo esto. Tenemos miedo por nuestra familia” explicaron.
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Veinticuatro horas más tarde fue el turno de una joven pareja que reside en Nogués al 400 de Villa Gobernador Gálvez. Ellos recibieron primero una nota en birome en un cartón cualquiera: "Acá no se vende más. La próxima venimos y le matamos uno". Acto seguido el frente de la vivienda y un auto estacionado recibieron en total media docena de impactos calibre 380. El ataque quedó registrado por una cámara de video vigilancia de una casa vecina. En una filmación viralizada pudo verse como el acompañante de una moto, que llegó contramano, se bajó y abrió fuego sin ponerse colorado. “Se confundieron de casa. No tenemos idea de porqué nos hacen esto. No tenemos problemas con nadie. Nos han marcado la casa pero no sabemos el porqué”, explicó la mujer que residen en esa casa junto a su familia, y una niña pequeña.
Otra semana en la que los tiratiros, que muchas veces gatillan a las órdenes de un mecenas del hampa, continuaron tomando las calles y la colorearon con su acuarela delictiva a sangre y fuego. Una verdad callejera es que actúan como si nada ni nadie los intimidara. Pasan, apuntan y disparan. Solo en cuatro de los hechos descriptos se reportaron detenidos.