Este miércoles, cuando apenas amanecía, los funcionarios judiciales y de fuerzas de seguridad que comenzaron a transitar por el ingreso a los Tribunales Federales de bulevar Oroño al 900 advirtieron la marca de un balazo en la garita de seguridad. Con el paso de las horas supieron que se había tratado de un disparo efectuado por una sola persona que, cerca de las 3.20, llegó al lugar caminando y con la cara descubierta. Si bien la investigación es incipiente, con el historial reciente de atentados a otras instituciones políticas y judiciales de la ciudad prevalece el miedo a que se trate de un nuevo amedrentamiento público.
Los datos principales del hecho trascendieron porque, al ocurrir en una zona céntrica, no escasearon los registros fílmicos de cámaras de vigilancia tanto públicas como privadas. En una de ellas, según se supo por fuentes judiciales, se advirtió que un hombre con la cara descubierta llegó a pie al ingreso por Oroño de los Tribunales Federales y luego de concretar el disparo se fue de la misma manera.
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El balazo impactó en el vidrio de la garita en la que, de lunes a viernes de 7 a 13, se encuentran agentes de la Prefectura Naval que orientan a civiles y trabajadores que llegan a los Tribunales. Por las noches la custodia, si es que hay, suele estar dentro del edificio, como ocurrió la madrugada de este miércoles. Lo curioso, que a su vez es materia de investigación, es que nadie denunció la detonación en el momento preciso del hecho. Según fuentes judiciales los prefectos escucharon un ruido pero advirtieron que se había tratado de un disparo recién al amanecer, cuando se acercaron a la garita y vieron el impacto.
Los rastros en la escena del hecho, sobre la cual trabajaron peritos e investigadores durante toda la mañana, ofrecieron posibles indicadores de la mecánica del ataque. El registro de una cámara de vigilancia muestra al agresor que llega caminando por Oroño desde Rioja, que dispara a corta distancia y se retira en la misma dirección. El balazo traspasó tanto el vidrio delantero como el trasero en línea diagonal, en dirección noreste-sudeste, lo que sugiere indicios de la posición del gatillero. Para todo lo demás los investigadores de la Policía Federal, bajo las órdenes de la Fiscalía Federal Nº 1 de Javier Arzubi Calvo, deberán profundizar sus peritajes. Los mismos, en principio, implicarán el análisis de la escena del hecho y del total de cámaras de vigilancia de la zona.
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Una de las pocas certezas sobre el ataque, la cual trascendió a mediados de la mañana del miércoles, es que se utilizó un arma calibre 9 milímetros. Así lo indica la vaina servida hallada del otro lado del portón, lo que también sugiere que el agresor gatilló a poca distancia de la garita, dentro de la cual se encontró un plomo deformado.
En tanto, en la vereda fue hallada una bala intacta. Un prefecto que custodiaba la zona, como conocedor del tema, indicó a La Capital que es probable que una bala pueda salir expulsada sin detonación en casos en los que las armas tienen algún desperfecto o bien por estar sucias. Sin embargo, por el contexto que vive la ciudad y también teniendo en cuenta episodios anteriores con características similares, los investigadores no descartaban que pudiera tratarse de una suerte de mensaje.
Crisis extrema
El presidente de la Cámara Federal de Rosario, Aníbal Pineda, indicó que el ataque contra el edificio de Tribunales Federales se enmarca "en una crisis de inseguridad extrema". "Si no abordamos ahora este tema de forma distinta mañana será peor", advirtió el funcionario.
La situación que vive Rosario en relación a la violencia ligada a la criminalidad organizada no requiere de especulaciones ni fantasías. La historia reciente —en la cual edificios de judiciales de la provincia, casas de funcionarios y el Concejo Municipal entre otros fueron blanco de ataques armados— demuestra que es posible que estos hechos se repliquen a fin de consolidarse como amenazas. Por eso, si bien la investigación es incipiente y no hay un móvil concreto al cual aferrarse, la hipótesis de un atentado con fines de intimidación pública se posiciona sobre cualquier otra.
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"Hay varias causas sensibles en estos tribunales, pero no podría identificar esto con alguna en particular. No tuvimos amenazas, y el motivo surgirá después de la investigación", explicó Pineda. A su vez sostuvo: "Está claro que esto fue en el marco de las otras balaceras sobre distintos edificios públicos en áreas provinciales, el Concejo, el Distrito Sur, la Municipalidad (De Villa Gobernador Gálvez). Si no abordamos este tema de forma distinta y rompemos esta inercia, sobre cómo se plantea el Estado sobre la criminalidad compleja, entraremos en instancias peores".
Clima tenso
Este miércoles por la mañana la mano norte-sur del bulevar Oroño estaba cortada desde Rioja. A su vez los pocos metros alrededor del portón de ingreso también estaban delimitados por las cintas de seguridad que había instalado la Prefectura. Varios funcionarios de la fuerza federal custodiaban la zona, entre ellos comentaban sus pareceres. "No tengas miedo", le repetía como un mantra un prefecto a su compañera.
El clima tenso se trasladaba también a pocos metros hacia adentro, del otro lado del portón al cual solo podían acceder funcionarios. Agentes de la Policía Federal, funcionarios de la Fiscalía Federal Nº 1 dialogaban, se acercaban a la escena del hecho que permanecía intacta a la espera de los peritos que se ocuparían de las medidas que restaban por realizas. Por todo lo demás, lo que prevalecía era el silencio.
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Por fuera de ese microclima se advertía un paisaje habitual. Alumnos de los colegios de la zona pasaban por el lugar, esquivaban las cintas perimetrales sin siquiera mirar para el edificio. A los civiles que llegaban a los Tribunales para hacer algún trámite los prefectos les indicaban que tenían que dar la vuelta e ingresar por el acceso de calle Alvear. Así, como llegaban, las personas se iban: sin enterarse de lo que había pasado.
Contrastes
La violencia armada repercute sobre todo en los barrios periféricos o populares, lejos del centro. En esos vecindarios, tanto cuando ocurren homicidios pero también cuando hay balaceras que no dejan heridos, el comentario de los habitantes -más allá de los puntos de vistas- hacen pie en una realidad concreta que nadie esquiva: los tiros son moneda corriente, es un problema que afecta a propios y a ajenos a los asuntos que se dirimen violentamente.
En esos territorios, en los que se acumula la inmensa mayoría de los homicidios, hay señales de que la violencia se enquistó. De tal manera que los vecinos han naturalizado convivir con ella. Se adaptaron a sus lógicas: acotaron los horarios para habitar espacios públicos, miran de reojo a motos o autos desconocidos, miran para otro lado cuando ven una transa a plena luz del día. Pero nadie está enajenado, no pueden hacerlo en barrios donde es frecuente ver comercios o viviendas con agujeros de balazos o donde suelen enterarse de algún familiar o vecino que fue víctima directa de la violencia.
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Esa enajenación pudo verse a simple vista este miércoles en los Tribunales Federales. En contraste con el "no tengas miedo" de un prefecto a su compañera, lo que predominó fue la indiferencia. Cinco personas consultadas al azar por La Capital dijeron no saber lo que había pasado y ni siquiera preguntaron. Esquivaron la cinta perimetral como si se tratara de una obra de reparación de Aguas Santafesinas. Este balazo, más allá de su posible mensaje de fondo, es también una advertencia de que la violencia armada está superando los límites geográficos habituales. Se adentra así en otros territorios, que de alguna manera son parte de ese entramado pero en líneas generales se mantuvieron intactos a los balazos.
Antecedentes recientes
En las últimas semanas hubo otros hechos de balaceras intimidantes contra edificios o instituciones públicas. Algo que comenzó a verse años atrás en el marco de juicios a bandas criminales de renombre. A diferencia de esta última ocasión, en muchos de estos casos los ataques estuvieron acompañados de mensajes escritos que profundizaban la amenaza y a la vez le daban un contexto más claro.
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El último episodio ocurrió la noche del 20 de septiembre pasado cuando la Oficina de Recepción de Detenidos de Rosario (Order), ubicado en 27 de Febrero al 7800, recibió al menos 11 balazos. En este caso el mensaje que dejaron los agresores hacía referencia a un posible conflicto entre internas aloajadas en la cárcel de mujeres que funciona en ese complejo penitenciario. El mismo lugar había sido baleado el 22 de mayo, con tres disparos sobre la fachada cuando se encontraba alojado Ariel "Viejo" Cantero, días antes de ser imputado como jefe de una asociación ilícita.
Previo al último ataque al Order había sido baleado el Centro Municipal de Distrito Sur, ubicado en Buenos Aires y Uriburu. El edificio ya había sido atacado a piedrazos días atrás con mensajes que fueron para el fiscal Pablo Socca luego de la imputación a una banda de barrio Ludueña. Pero el 4 de septiembre por la noche la réplica del hecho llegó con balazos y un mensaje a Máximo Ariel "Guille" Cantero, líder de Los Monos.
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Más atrás en el tiempo fue baleado el Concejo Municipal. Ocurrió el 19 de diciembre de 2018 cuando la fachada del edificio recibió en la madrugada al menos 12 disparos. En esa ocasión, en la plaza ubicada frente al Concejo, se halló un mensaje que decía "Con la mafia no se jode". Esa firma fue la misma que utilizaron tanto integrantes de Los Monos como de la banda de Esteban Alvarado para ejecturar una serie de ataques contra el Centro de Justicia Penal y viviendas de jueces y fiscales que investigaron a estos grupos en algún momento. Acaso los hechos que fueron cimiento de estos episodios que continúan repitiéndose.