La vida parece estar empecinada con Javier Rossi. Hace poco más de un año se pegó de lleno contra un paredón en medio de un partido y quedó inconsciente. Hace tres meses fue amenazado por los barras de Morón con un arma. Y al toque le pasó lo peor que le puede suceder a cualquier ser: una durísima enfermedad se llevó a su pequeño hijo. El dolor aún está a flor de piel, es una herida abierta. Con todo en contra, el Bicho no se entregó. Siguió enfrentando y sorteando obstáculos. "Sí, me pasaron muchas cosas de golpe", contó el ex goleador de Tiro Federal antes de hacer eje en el partido ante Central. "Será especial porque mi señora es de Newell's y a mí me tiran los colores rojinegros", dijo en una charla a fondo con Ovación, antes de sufrir una dolencia renal que le impidió viajar a Salta.
—¿De dónde sacás fuerzas?
—No sé, es difícil pasar el día a día. Se hace muy duro, de verdad. Pero el apoyo de la familia es todo. Lógico que no puedo olvidarme de algunas cosas, aunque trato de sentirme bien en lo que pueda, así también las heridas cicatrizan más rápido. Aunque hay una que es muy grande, que no cicatrizará nunca.
—Pero sabés que en la vida hay cosas positivas.
—Sí, sé que hay que seguir. Lo malo de la vida es que tuvimos que pelear con una enfermedad mucho tiempo. No es que me lo arrancó en un accidente de tránsito. Fue una pelea de cuatro años... estaba por cumplir nueve años.
—El tiempo te moldeó.
—Así parece. Toda la vida luché. Hay un dicho que dice que "Dios les da batallas a sus guerreros", espero bancármela porque a veces me cuesta mucho llevarla adelante. Por momentos siento que todo es en vano porque quiero lograr objetivos y siempre aparece algo en el camino.
—¿Pero no bajás la guardia, eso habla bien de vos?
—Es como que Dios me puso a prueba. Claro que aún siento que no la superé. El tiempo lo dirá.
—¿Tuviste ganas de dejar el fútbol con lo de tu hijo o el apriete de la barra?
—No, nunca pensé en eso. Me refugio en el fútbol, que me permite desconectarme un poco de ciertas cosas, al menos por un buen rato.
—Cuando arrancaste también te pasó algo grave.
—Sí, perdí a mi hermano en un accidente de tránsito. Siempre digo que el fútbol me forjó el carácter. Por suerte ahora estamos bien en la Copa Argentina y en el torneo de la B.
—Ya que hablaste de la copa, están haciendo historia.
—El grupo está bien, muy unido. Sentimos orgullo de ser los únicos representantes de la B. Y jugar ante Central será muy especial.
—¿Cómo ven a este Central?
—Es un gran equipo y tiene buenos jugadores en todas las líneas. Si bien en el fútbol no hay que dar nada por hecho, la realidad es que nos espera un durísimo partido, pero también para ellos.
—¿Qué tiene Morón?
—Muchas ganas de seguir en esta copa. Vamos a hacer todo para dejar a otro equipo de primera en el camino como ya dejamos a Newell's. Si no es en los 90', que sea por penales.
—¿Tu esposa es leprosa?
—Sí, fanática. Es rosarina y de la Lepra como toda su familia. Y bueno, con el tiempo también le fui tomando mucho cariño a Newell's. De hecho, cada vez que estamos en Rosario vamos al Coloso. Por suerte lo vimos campeón.
—¿Y cómo hiciste cuando jugaste contra ellos?
—Se me complicó un poquito. Era como que estaba amenazado, ja. Pero bueno, en casa entendieron que Morón hoy está por encima de todo.
—¿Qué pasará si no le ganan a Central?
—Creo que duermo afuera, ja.
—Con Tiro ya le hiciste un gol.
—Le hice dos, pero uno me lo anularon. El árbitro dijo que fue por una falta a Valentini. Ojalá pueda meter otro, para que gane Morón, para mi familia y para mí, porque el rojo y negro me tira mucho.
En el rojiblanco. El Bicho Rossi la pelea siempre. En Rosario se hizo leproso.