El Coco podrá jactarse de la osadía de meter un cambio a un minuto del final,
con su equipo sufriendo una derrota humillante en casa ante Ecuador. Esa modificación no dejó de
ser inentendible, en un contexto donde si hay algo que no se podía era perder tiempo. Pero Basile
lo hizo y le salió redondo. Metió a Rodrigo Palacio por Juan Sebastián Verón a los 89’ y
cuatro minutos después el delantero de Boca capturaba una asistencia de Agüero para aliviar la
tensión del Monumental. El empate 1 a 1 fue apenas un maquillaje para una actuación decepcionante
de Argentina, donde quedó claro que con juntar talentos no alcanza.
Todo técnico tiene a sus jugadores indiscutibles. Y Riquelme siempre se
inscribió en ese rubro para algunos de ellos. Lo es de hecho para Basile y a partir de él el Coco
arma toda la estructura.
No sólo eso. El técnico de la selección lo rodeó de otros de similar talla, como
Verón. Y para recepcionar sus lanzamientos, juntó a los petisos Messi y Agüero adelante. Con
Zanetti esta vez de carrilero por derecha y Maxi Rodríguez por izquierda, Basile completó un cuadro
por demás de ambicioso, cubriendo además todo el fondo con sólo tres hombres.
Ante Ecuador, que venía de ganar su único partido de eliminatorias ante Perú y
con un conductor bisoño, el Coco creyó que era la gran oportunidad para que sus estrellas se
luzcan. Pero nada de eso ocurrió.
Enfrente tuvo un equipo que se apegó más a una planificación colectiva que a los
desequilibrios individuales, le encontró la horma de su zapato y si no fuera por esa aparición de
Palacio cuando ya se cumplía el cuarto minuto adicional, Argentina se hubiera retirado del
Monumental con la cola entre las piernas.
La pausa sirve, claro que sí, para encontrar los espacios, pero se vuelve un
bumerán si el rival le toma el tiempo para cubrir a los posibles receptores, más si para ello junta
mucha gente. Ecuador no se puso colorado para formar hasta dos líneas de cuatro y así no pasó
sobresaltos. Apenas dos disparos de Riquelme pudieron atemperar el frío del Monumental en el primer
tiempo.
Y en el segundo, Ecuador le dio una verdadera lección de juego colectivo en la
acción que derivó en la apertura del marcador por parte de Urrutia (ver "Minutos clave"). A partir
de ahí quedó expuesto que no había un idea troncal, sino que sólo cabía esperar una aparición
individual para revertir una situación impensada en la previa.
Sin embargo, Messi no tuvo espacio para la gambeta en velocidad, su mejor
recurso, y lo mejor suyo fue una asistencia a Zanetti, que derivó en una cabezazo de peligro de
Cruz. Poco, por cierto.
Así y todo, la última bola que metió Abbondanzieri en campo rival le sirvió a Palacio para
aliviar algo a Basile y a la gente. Pero el deseo era otro: florearse y hacer de la cita
ecuatoriana casi un entrenamiento para enfrentar a Brasil. El gol no obvió el resultado: decepción.
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