Si es cierto que “siempre se puede estar peor”, Central lo vivió en carne propia, le dio vida a ese viejo dicho y, lo más preocupante en la vida del canalla es que el panorama se pone cada vez más oscuro. Por la sencilla razón de que el partido que hizo Central en cancha de Huracán fue uno de los peores en su ciclo, lo que habla de un estado de alarma que empieza a hacer cada vez más ruido. Con un equipo que aún no tiene refuerzos, pero al que el entrenador no logra mejorar por nada del mundo. El Globo le hizo precio porque la bofetada pudo haber sido mucho más estruendosa. Igual, el fútbol le propinó un golpe con el que le dio vuelta la cara.
Haberse dejado llevar por los primeros minutos del partido hubiera implicado pensar en una noche catastrófica de Central. Porque después de ese centro de Blanco al minuto que el Pupi Ferreyra no pudo conectar con precisión, el canalla entró en un túnel donde quedó a ciegas, sin mínimo atisbo de seriedad ni rigor futbolístico. Es que a a escasa generación le sumó un sinfín de errores en el retroceso.
Así, por derecha Soto y Gauto empezaron a hacer lo que querían. Por el medio también, ante el estatismo de Yacob. Y ni hablar del tembladeral que empezó a ser el corazón del área canalla, donde Almada ya a los 4’ metió un cabezazo salvador ante la entrada de Cóccaro. Fue el mejor de los indicios.
Es que Huracán a esa altura jugaba como quería y Central como podía, que era poco y bajo un desconcierto absoluto. La muestra fue esa jugada que inició con un caño de Cóccaro a Komar, el centro, el remate, un rebote y la definición a quemarropa de Cristaldo. Había dos caminos: o reaccionar o empeorar. Y Central eligió la segunda opción.
La pelota siguió viajando de pie a pie de los jugadores queremos mientras Central deambulada, sin capacidad de generar algo serio. Hezze metió un cabezazo que tapó Servio, Merolla tuvo una media vuelta que falló por poco y a los 28’ llegó ese pelotazo del fondo que peinaron en mitad de cancha y Cóccaro picó a espaldas de los centrales. Gol. Pero Central ahí sacó la lotería con la intervención de VAR y la marcha atrás de Delfino en su sanción. De ahí en más se jugó poco y nada, por una nueva intervención del VAR (amarillas para Veliz y Merolla), pero ya con un Central en el que, producto de ese desconcierto habían visto la amarilla Martínez, Almada, Blanco y Servio. Fue un pleno haberse ido al descanso, sin haber pateado al arco, apenas un gol abajo.
Somoza entendió que así como estaba el equipo podía reaccionar, ya que no hizo cambios. Pero no, todo fue para peor, porque a 8’ ya llegó esa arremetida de Cóccaro por izquierda, el remate fuerte y el rebote en Blanco, que descolocó a Servio.
Largos treinta y pico de minutos por delante para intentar algo distinto, pero objetivo inconcluso. Porque Central intentó ir más por amor propio y vergüenza que con fútbol. Ya con Tanlongo y Frías en cancha (por Yacob y Gamba), pero prácticamente con la misma fisonomía, la de un equipo tirado, jugando a nada.
Fue más cuna cuestión de vergûenza y amor propio que una rebeldía propia de un equipo que pensaba que podía reaccionar desde lo futbolístico. Frente a la imposibilidad de generar juego, el equipo no tuvo plan alternativo. Frente a los enormes problemas defensivos, el equipo no tuvo la viveza para corregirlo.
Igual, a esa altura ya daba lo mismo, porque no había un mínimo de creencias sobre una levantada. Más bien todo lo contrario, la sensación que hubo en todo momento era que lo mejor que le podía pasar al canalla era que terminara el partido.
Cómo habrá sido que Somoza otra vez se guardó varios cambios, seguramente por decisión de no tirar pibes a la cancha. Pero la suerte ya estaba echada para un Central al que le pegaron una bofetada que le pudo haber dolido más, pero que igual le dio vuelta la cara.
¡El GLOBO derrotó al CANALLA en un PARTIDO CALIENTE! | Huracán 2-0 Rosario Central | Resumen