No juegan en los mismos planteles ni en las mismas posiciones. Entonces, ¿qué tienen en común el inglés David Beckham, el villagalvense Ezequiel Lavezzi y el bonaerense Daniel Osvaldo? Que son buenos jugadores, pero además "perturbadoramente sexies" para sujetos diversos y deseantes. Tanto mujeres heterosexuales como varones a los que les gustan los varones derrochan suspiros por ellos. Y si esa atracción ya no fuera suficiente cuentan con la aceptación del público tradicionalmente machista del fútbol que imita sus cortes de pelo, indumentaria, gestos y tatuajes casi por sobre su forma de jugar. Son nuevos modelos de la masculinidad futbolera, y si usted cree que todo esto es una pavada, piense sólo unos segundos en lo que hubiera opinado su abuelo o su papá sobre un jugador como Osvaldo, que por los anillos y anteojos de colores se parece más a Jhonny Deep que a un tradicional delantero de Boca. O qué hubieran dicho de un delantero de la selección como el Pocho que grita un gol mostrando un abdomen esculpido y se baja el short a la altura del pubis. Ni qué hablar de un ex futbolista y actual modelo como Beckham, que declaró días atrás: "Lo que menos me gusta de mi cuerpo son mis pies". Guste o no, todo un viraje de modelos en la pasarela de la redonda.
Para el politólogo feminista y estudioso de las problemáticas de género Luciano Fabbri, "esto se debe a que contemporáneamente el patriarcado permitió la flexibilización de los estereotipos masculinos, algo que viene ocurriendo en toda la sociedad y también en el fútbol, uno de los ambientes más reticentes a los cambios culturales. Y lo permite porque estos nuevos modelos son funcionales al capitalismo, implican nuevos nichos de consumo".
Para Fabbri, antes el futbolero no le prestaba atención a la estética e indumentaria, porque eso era considerado coto reservado a lo femenino o a lo homosexual. "El futbolero rescataba al jugador por su efectividad o por su capacidad de juego o de gol. Ahora, figuras como las de Osvaldo exceden lo futbolístico: se prestan a la farandulización del fútbol que incluye buenas pilchas y vida mundana, escándalos, mujer o botinera de turno, noche. El personaje pasa de ser un objeto de consumo sólo para el futbolero y se transforma en un objeto de consumo para un público más amplio: el mercado se expande".
Algunos datos a tener en cuenta. Los tres íconos de la nueva masculinidad futbolística elegidos en esta nota (sólo tres entre otros tantos) jugaron en el fútbol europeo. Y ese plus no es menor. En el Viejo Continente se legitima una imagen que acá es más resistida. "Son productos importados, vienen con etiqueta y se sabe qué importante es la procedencia al momento del consumo. No sólo visten buenas marcas, sino europeas, de los centros mundiales de la moda y eso se liga al ascenso social, porque fortalece el imaginario del éxito del pibe de barrio, como Lavezzi y Osvaldo, que logra carisma y glamour: un nuevo rico que consume muy bien".
¿Y lo futbolístico? ¿Y la capacidad futbolística de estos muchachos? Bien, gracias. En el artículo que Fabbri escribió sobre Lavezzi durante el Mundial de Brasil cuando el Pocho se transformó en sex symbol ("Una polémica perturbadoramente sexy") resaltaba que el jugador nacido en Villa Gobernador Gálvez y actual extremo del Paris Saint-Germain "jugó tan sólo 66 de los 270 minutos que la selección argentina disputó en la primera ronda del Mundial, y si bien hubo un buen rendimiento, aún no marcó goles ni ha tenido una perfomance futbolística descollante. Sin embargo, todas y todos hablamos del Pocho, que ya es figura destacada de la Copa. ¿Qué y quién lo consagró como tal? ¿Qué reacciones genera este fenómeno?", interrogaba el artículo.
Con Osvaldo sucede algo similar. Acredita diez años de carrera, debutó en 2005 en el Huracán que jugaba en la B Nacional y allí terminó su fugaz paso por el fútbol argentino. Se fue a Italia: pasó por Atalanta (campeón de la serie B en 2006), Lecce, Fiorentina, Bologna, Espanyol de Barcelona, Roma, Southampton, Juventus (campeón de la serie A en 2014) e Inter de Milán (Italia). Pero además se nacionalizó italiano y jugó en la selección de ese país. De allí vino a Boca y lo aman: más allá de la ropa y los accesorios. Desde que llegó, Osvaldo se metió de lleno en la cancha y en todas las tapas de las revistas farandulescas y suplementos deportivos. El 9 es noticia por sus goles (3 en la Libertadores y 3 en el torneo de primera) y tiene mucha más prensa que el jugador de Rosario Central Marco Ruben, goleador con 7 tantos del torneo de primera e integrante del plantel que está escolta en el campeonato. ¿Por qué? Tal vez porque Ruben no llegó de Europa, sino de Tigres de México, juega en un equipo grande pero del interior y no en uno porteño, y tiene un perfil más bajo y un bolsillo menos acaudalado.
Lo cierto es que los goles no sólo fueron el eje de las notas de Osvaldo. En la televisión, en la radio y en la gráfica se habla de él por los rumores de la fiesta que organizó con otros jugadores xeneizes en plena concentración del equipo y por los planes de casamiento con su novia, la actriz Jimena Barón (cara conocida en la farándula pero ahora sólo "esposa de Osvaldo"). Con quien posó en la revista Gente y habló de sus hijos y otras intimidades. Y un dato que no es menor en términos mercantiles: que la novia de Osvaldo sea conocida y parte de la farándula hace aún más vendible al personaje. No es lo mismo hablar de Barón, a quienes mu- chos ya conocen por la televisión, que a una mu- jer desconocida en el am- biente como Antonella Rocuzzo, la esposa de Messi.
A las cuestiones amorosas de Osvaldo se sumaron otras sobre sus gustos y costumbres. También fue tapa en revistas deportivas y allí no sólo contó anécdotas futboleras, también se explayó sobre su alma rockera: AC/DC, los Stones, The Doors y Pink Floyd. Todo en Osvaldo es tema, y el fútbol, uno más.
"En los 60 y los 70, el fútbol se aferró más a la masculinidad hegemónica heterosexual. El movimiento hippie o el Mayo Francés, por citar dos momentos donde estallaron los patrones tradicionales, no dejaron huella en él , pero ahora el fútbol está domesticado por el capitalismo, y estos personajes no son víctimas de ello. Encuentran ventajas, saben que su vida útil como jugadores es acotada, entonces no sólo se venden como futbolistas sino como modelos. Beckham vende su imagen por millones a sponsors y marcas de ropa. Se construyen como producto", aseguró Fabbri al referirse a estos nuevos deportistas que saben jugar pero también producirse frente al espejo. Y muy bien.