Las dos son rosarinas y juegan al fútbol, las dos son parte del equipo de Rosario Central A que compite en la Asociación Rosarina de Fútbol (ARF), pero además integran la selección argentina y están a un pie de viajar al Mundial de Francia. Las dos son calladas, cerebrales y algo tímidas y también las dos están en pareja con mujeres: una, la arquera Vanina Correa, de 35, es madre de mellizos; la otra, la mediocampista Virginia Gómez, de 28, está en tratamiento con quien convive desde hace ocho años, con miras a convertirse en madres y casarse apenas lo logren. Dos mujeres que se la juegan adentro y afuera de la cancha, contra todos los rivales y todos los prejuicios.
En la semana en que el jugador de Vélez, Matías Vargas, interpeló a la comunidad futbolística (ver aparte) por seguir obturando la posibilidad de que las distintas sexualidades se vivan abiertamente, tanto Vanina como Virginia hablaron de homosexualidad. Lo hacen con recato, porque dicen que no necesitan hacerlo abiertamente pero tampoco esconderse. Ambas comparten el tema con familiares y amigos sin problemas. Y creen que es un tema que se vive como “tabú” más en la rama masculina del fútbol, donde el machismo es la peor condena para los propios varones y el origen de toda homofobia.
“A los varones les cuesta aceptar el tema justamente por el machismo que sostienen. Hablan del puto como un problema o de manera ofensiva, cuando la homosexualidad es normal, no somos enfermas, somos personas que trabajamos, jugamos y amamos como cualquiera. Estamos en el siglo XXI, ya habría que dejarse de jorobar con esto”, dice Virginia, en pareja con una mujer de 32 años, ayudante de campo de Central, de quien dice estar “muy enamorada”, al punto de prepararse juntas para ser madres, en la salud pública.
“Nos conocemos hace tiempo. Trabajamos juntas y ahora ambas estamos desocupadas, por suerte tenemos donde vivir: en la casa de la familia de mi pareja que siempre nos apoyó. Me encanta pensar que podré jugar en Francia, pero sé que la extrañaré mucho. Lo que más anhelo es que podamos ser madres, jugar el Mundial y hacer un buen papel, todo junto sería maravilloso”, dijo Virginia, a quien todos en el ambiente conocen por el sobrenombre de "Chichi" que le puso alguna vez su papá.
Viajar para jugar se les volvió, tanto a una como a otra, en una rutina. Ambas se subieron a un avión por primera vez en la adolescencia y “gracias” al fútbol". Si quedan en la lista definitiva de jugadoras que dará recién el 24 de mayo el técnico Carlos Borrello lo harán otra vez: volarán a París para jugar la Copa, que se celebrará entre el 7 de junio y el 7 de julio.
“Chichi” está en la selección desde el Sub 17 y ya consolidó un grupo de amigas con las que matea y hablan de sus vidas, íntimas y futbolísticas: su compañera de habitación, Miriam Mayorga, Adriana Sachs, Mariana Larroque, Eliana Stábile y Milagros Menéndez. “Todas tenemos perfil bajo”, aseguró Virginia, quien desafiada por Ovación a un "pan y queso" para formar un equipo ideal elige a la jugadora estadounidense Alex Morgan, a la brasileña Marta y a la argentina y mediocampo de Boca, Lorena Benítez. “Y si me pedís una cancha, como por suerte ya jugué en el Gigante, me gustaría jugar en el Camp Nou”.
Mamá por duplicado
Vanina es una mujer múltiple. Además de trabajar en la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez, de cuidar los tres palos de Central, y de la selección (desde hace 19 años), fue la primera madre del equipo albiceleste (hace una semana Lorena Benítez también tuvo mellizos): es desde hace 5 años mamá de Romeo y Luna, hijos que tuvo tras un tratamiento de fertilidad con su anterior pareja: “La vida personal debe respetarse. Ahora estoy en pareja desde hace tres años pero soy muy reservada. Sí puedo decir que entre las chicas no tenemos los problemas de hablar de homosexualidad como sí lo tienen los varones. Creo que el avance del feminismo ayudó para que todo se hiciera más llevadero para nosotras”, analizó Vanina antes de agregar que sus hijos estuvieron al tanto “siempre” de su situación amorosa y que su familia, también “siempre” la apoyó en “todas” las decisiones de su vida.
Ayer este diario la encontró en el súper con sus hijos, en una jornada sin fútbol, algo no habitual.
“Llegué anoche (por antenoche) de Buenos Aires. Y fui designada a viajar para el sorteo de Conmebol, así que parto el domingo y recién volveré a ver a los chicos el viernes de la semana próxima. Nos extrañamos mucho y hablamos siempre por teléfono y no se me ocurre regresar de un viaje sin regalos”, confesó la arquera que se caracteriza por sus vuelos a media altura. Comparte el puesto con Gabriela Garton y con la más compinche de sus compañeras, Laurina Oliveros.
“Estoy agotada, pero aún me queda energía, ya queda poco para el Mundial. Hay cosas que fui aprendiendo con tantos años de entrenar, viajar y jugar: a no hacerme tantos problemas y disfrutar más junto a mi equipo. No conozco Francia, estará bueno ir, después de todo lo que sufrimos y pasamos y jugar en la cancha del París Saint Germain será cumplir un sueño. ¿Un equipo ideal? Las 23 jugadoras de la selección que estamos hoy, las quiero a todas conmigo".
Cuando Vanina mencionó "todo" el sufrimiento y lo que pasó el equipo refirió a poco tiempo atrás donde la selección no contó con técnico, usaba ropa prestada de los equipos masculinos, no cobraba viáticos y hasta llegó a hacer paro.
“A pesar de las idas y vueltas, en todos estos años pude jugar, entrenar, nunca dejé de trabajar, pude tener pareja, criar a mis dos hijos, y en pocos meses seré parte del fútbol profesional: El fútbol me dio todo”, dijo la mujer múltiple.