Lo que se va a jugar Central el jueves en Mendoza es la posibilidad de lograr un nuevo título, después de lo que fue la obtención de la Copa Argentina en diciembre de 2018 y de la que formaron parte varios apellidos claramente identificados con los colores de Arroyito y que esta vez, pese a que sólo pasaron cinco meses, ya no están en el club. Son los casos de Edgardo Bauza, Marco Ruben y Federico Carrizo.
En el mismo momento que Patricio Loustau marcó el final en el partido contra Gimnasia, el hincha de Central hizo foco en el título, a sabiendas de que el mismo había llegado de la mano del Patón Bauza, un referente del fútbol nacional forjado en Arroyito, parido como jugador y técnico en el club de sus amores. Se puede discutir aún hoy sobre si el juego de ese Central campeón estuvo acorde a la historia del club, pero el análisis rápidamente se hace estéril por la magnitud de lo conseguido.
Bauza es sin dudas el gran ausente de esta chance que se jugará el jueves el canalla. Es que esos 90 minutos que se avecinan contra Boca son fruto de aquellos seis partidos en los que sólo pudo ganar dos (Juventud Antoniana y Newell's) dentro de los 90 y los otros cuatro (Talleres, Almagro, Temperley y Gimnasia) por la vía de los penales.
Es más, ese título le valió al canalla el pasaporte a una Libertadores en la que no pudo dirigir ni un minuto. La mínima esperanza que muchos tenían de cara al certamen continental por excelencia era justamente la experiencia de un técnico campeón en dos ocasiones (con Liga Deportiva Universitaria de Quito y San Lorenzo) en ese terreno. Pocos días antes de que comenzara el tránsito internacional del canalla, el Patón dejó de ser el técnico.
Si hubo algo de lo que siempre se habló e incluso se le ponderó a Bauza fue la capacidad de sus equipos para afrontar partidos de corte eliminatorio. Hoy ese técnico ya no está. Sólo podrá vivir la final del jueves a la distancia (reside en Quito, junto a su familia) y sólo como un hincha más. No podrá dar ninguna indicación. Apenas disfrutar, enojarse o "pensar", siempre frente a la tele, de qué forma debiera estar jugando el Central que bajo su tutela logró un título tras 23 años de frustraciones y que hoy no lo tendrá como uno de los tripulantes en esta nueva odisea.
No fue tan pronunciado el desprendimiento de jugadores que celebraron en Mendoza hace pocos meses. De hecho la mayoría continúan en el club. Pero hay casos muy puntuales. Marco Ruben, el capitán de aquel equipo campeón, tampoco está en Arroyito. El delantero, que trasladó sus goles al fútbol brasileño, es otro de los que bien merecido hubiera tenido ir por una vuelta olímpica más. Sobre su lomo recayó el manejo del grupo durante los cuatro largos años que estuvo en Arroyito. En todo ese tiempo fue sin dudas el máximo referente, uno de los que más gozó de los buenos momentos y sufrió en las malas.
Es cierto, se fue de Central con la satisfacción del deber cumplido, después de haberse dado el gusto que tantos otros no pudieron y eso nadie se lo podrá quitar, pero para él también corre esto de disfrutarlo o sufrirlo a la distancia.
Sin un nombre tan pesado como otros, pero con una identificación ineludible, Carrizo fue otro de los grandes hacedores del título que esta vez no estará. Partícipe del equipo al que le tocó descender en 2010, con apenas unos pocos minutos en primera división, integrante del Central que logró el ascenso y máximo ganador en la historia de los clásicos (festejó en los cinco derby que jugó), el Pachi hoy tampoco está, tras haber emigrado a Cerro Porteño de Paraguay.
Hay algunos otros que jugaron aquella final y que esta vez no estarán quizá de titulares pero que siguen en el plantel. Otros que se lo pierden por lesión, como Cabezas o Camacho. Pero Bauza, Ruben y Carrizo son los tres casos emblemáticos de aquellos que festejaron hace apenas unos pocos meses al pie de la cordillera y que en esta ocasión serán los grandes ausentes.
Y Arismendi...
De los 18 jugadores que firmaron planilla en la final ante Gimnasia, el otro que falta es Diego Arismendi (no ingresó). El uruguayo rescindió contrato y se volvió a su país, para jugar en Racing de Montevideo.