El jugador más diferenciado de Central es Facundo Buonanotte. Después de no haber mostrado en los últimos cotejos su enorme calidad ya conocida, la joya canalla recuperó las pinceladas de magia y volvió a ser el más peligroso del equipo. Metió el gol del empate y estuvo cerca de gritar otro más.
Está claro que la novela con el Brighton and Hove inglés, que comenzó en la previa al partido ante San Lorenzo a fines de agosto, hizo mermar el rendimiento de Buonanotte. El juvenil quedó envuelto en una polémica de la que deberían haberlo dejado afuera, si bien era el protagonista. No merecía pasar por todo lo que pasó.
Que se va, que se queda, que tiene una cláusula de rescisión baja, que le van a subir la cláusula de rescisión, que le ofrecían una millonada, que le ofrecían poco, que le mejoran el contrato, que no se lo mejoran. Si es cansador leer todo esto en un párrafo, basta imaginar lo que habrá sido para el propio jugador que cada una de estas frases retumbe en su cabeza las 24 horas, los siete días de la semana.
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Buonanotte recibió una asistencia de Báez y definió de manera sutil. Fue el gol de empate canalla.
Marcelo Bustamante / La Capital
Buonanotte, además de ser hábil con las piernas, tuvo que ser hábil para hacer oídos sordos a todo este microclima pesado que se había generado a su alrededor. Después de algunos partidos en donde le costó ser el de siempre, ayer en el Gigante se reencontró con su mejor versión. Esa versión que Central necesita tanto como el agua, como el oxígeno.
Volvió el pibe atrevido, encarador, despampanante, el de la gambeta de potrero. Y se dio el lujo de convertir el gol del empate con un posterior festejo y desahogo que seguramente tenía guardado en lo más profundo de su ser. Volvió Buonanotte, a pesar de que Central no pudo ganar. Al menos, el fuego del pibe sigue intacto.