La semana que terminó el domingo 15 de octubre vivió dos hechos que están unidos por un cordón infame (e infamante): la asamblea de socios del miércoles 11 para aprobar la memoria y balance del Club Atlético Newell's Old Boys y, ese mismo día, la presentación en el Espacio Cultural Universitario del libro "Los Monos. Historia de la familia narco que transformó a Rosario en un infierno", un soberbio trabajo de los periodistas Hernán Lascano y Germán de los Santos.
Este último evento fue suspendido porque la irrupción de la señora Lorena Verdún (madre de dos hijos de Claudio Ariel Pájaro Cantero, asesinado a traición por sicarios rivales) generó revuelo y ello derivó en el final abrupto de la reunión. Voy a referirme a este episodio.
En un momento determinado, se oye (y se ve) en el video que difundieron los medios de comunicación a la señora Verdún reprender a los autores de la obra: "A ustedes les interesa la plata, no la gente". También se escucha decir a una voz de mujer: "Yo no compré el libro", y a la de otra: "Te comprendo porque yo también tengo hijos". Una mano, desde atrás e igualmente femenina, intenta serenarla artesanalmente. Leche agria de la mala conciencia claudicante. De inmediato pensé en los infinitos posteos que siguen a la noticia de que un muchacho que vive en barrios apartados ha sido asesinado: "Un Jonatán menos". Turbia venganza sin riesgo, bajo la protección del anonimato. El patrón común de las dos actitudes es el temor frente a una imprecisa amenaza, algo que no se conoce pero que se intuye temible. ¿Por qué aclarar a la señora Verdún que alguien está presente pero no compró el libro? ¿Por qué celebrar una muerte evitable? Es su actitud frente al miedo lo que define a los individuos. El miedo que afrontaron Lascano y de los Santos, que dicen que sabían que algo así podía pasar. Pero no se escondieron.
Luego, la señora Verdún le dice a uno de los autores de la excelente obra, cuya lectura es casi un deber cívico pero ella "vio por encima": "Vos me despreciás porque soy negra". También de inmediato recordé lo que me dijo un abogado a propósito de su defendido de entonces, Roberto Pimpi Camino: "Lo que no le perdonan es que haya llenado de negros la cancha de Ñuls".
En realidad, siempre desprecié a quienes usan despectivamente a la palabra "negro". Tengo recuerdos muy entrañables vinculados con ella: el Negro Caruso, mi padrino; el Negro Figueroa, mi amigo; la Negra María Eugenia, mi hermana. El inolvidable Negro Edgardo Suárez, el Cuerudo de la película inmortal de Favio, "Juan Moreira". El trato cordial, cariñoso: "¿Qué hacés, negro?". Adicionalmente, quien recibía la imputación (Hernán Lascano), sólo había escrito un libro que perdurará; ¿quiénes mataron a Claudio Ariel Cantero? ¿Los escritores o los narcos? ¿Cómo llama la señora Verdún a quienes mataron al papá de los chicos? ¿Los desprecia por "negros"?
Posiblemente en el reproche exista el convencimiento de que la señora y su familia no tienen lugar en "nuestra sociedad", de manera que —razonará—, si "ellos" no lo tienen, "nosotros" no lo tendremos en la suya. Es el razonamiento del odio, y como el odio sólo lleva al odio, tratará de que esa sociedad —la suya— sea toda la sociedad, tarde o temprano. No marginal: toda.
Luego, la señora Verdún declaró: "Yo no me voy a ir". Insólitamente, esa voluntad unipersonal impuso sus modos y su capricho a las noventa y nueve personas restantes, que lo aceptaron. ¿Cuántos afectaron aflicción pero en realidad sintieron temor? Sinceramente, ¿cuántos? Ningún hombre honesto puede permitir o justificar el capricho y la intolerancia. No debemos esperar de otros aquello a lo que tenemos derecho. Nunca alumbró aquella noche un sol de justicia.
Finalmente, un comentario de perspectiva. Contra el concepto de "vida íntegra", de "buen vivir", de "vida bella", se alza el proyecto global de la riqueza concentrándose cada vez en menos manos y la pobreza extendiéndose cada vez a más personas. La Rosario productiva convertida en un quiosco de servicios. La renta de la soja invertida en departamentos sin alquilar.
La apropiación de los aparatos productivos y del conocimiento, la extracción de los recursos naturales ajenos, el sacrificio de las grandes mayorías concentrando el capital, todo eso y mucho más es lo que se urde detrás del triunfo de los banqueros especulativos por sobre las fábricas que agregan valor, el triunfo de las finanzas por sobre los productos elaborados, el de "Wall Street" por sobre "Main Street", el de los gerentes por sobre la política.
Bien: ser libres, elegir el bien, poder administrar un Estado útil es lo que da sentido (al menos) a mi vida. No voy a consentir mansamente que ese mundo desaparezca, no sin dar pelea. Porque si se impone lo que veo venir, pierde sentido vivir mi vida. Pierdo mi vida, que es la vida para mí.
Para ellos, para los que están en la cúspide de la pirámide, la señora Verdún, Hernán Lascano, Germán de los Santos, mis hijos y yo, todos somos "negros".