Era una final, que la vivimos con unos nervios impresionantes, por lo menos eso es lo que sentí como espectador. Me imagine una y mil veces que cualquier rival nos podía dejar afuera, lo difícil que debe haber sido vivir este partido en primera persona. Pero mi fe en el equipo estuvo, está y estará siempre.
Una lluvia incesante e inesperada, e innecesaria, complicaba la previa de esta (primera) final. Una final, porque claramente Samoa también se jugaba la clasificación en este encuentro. El agua caía a cántaros y en mi opinión esto favorecía enormemente el juego de los isleños, ya que son muy fuertes y muy grandes, con lo cual mover la pelota y atacar por las puntas iba a ser muy complicado, ya que la pelota mojada dificultaba mucho los pases y disminuía mucho la velocidad del juego que es donde Argentina podía sacar ventajas.
Los Pumas arrancaron bien, encontrando un try de la figura del partido Emiliano Boffelli, que después él mismo iba a transformarlo en una jugada de siete puntos, acertar la conversión. De allí en adelante nuestro equipo estuvo muy errático, demasiado quizás a mi gusto pero lo que hay que destacar es la intensidad, las ganas y la entrega que tuvieron estos jugadores para defender cada pelota como si fuera la última. Tenés que frenar a un equipo con 15 jugadores arriba de los 100 kilos y lanzados en ataque.
Un primer tiempo que se fue sin muchos sobresaltos pero a la vez con algunas oportunidades desaprovechadas por Argentina. Los conductores albicelestes otra vez como frente a Inglaterra, parecían no encontrar los caminos adecuados para quebrar la defensa samoana que mostraba fisuras.
En la segunda etapa fue todo nervio, muchos errores de manejo y de disciplina de ambos lados. Los Pumas seguían sumando a través del pie de Boffelli y todo parecía estar bajo control más allá que los yerros fueron el común denominador de los argentinos. Quizás podríamos haber utilizado mejor el pie, buscando sacarla y presionarlos con el line, que fue muy superior, ensuciamos casi todas las pelotas y robamos varias que arrojaban ellos, el scrum mucho mejor en el segundo tiempo con el ingreso de Gómez Kodela, sin embargo varios errores consecutivos nos pusieron bajo presión cuando Samoa se venía con todo sabiendo que se quedaba afuera.
Tal es así que después de un scrum a cinco metros de nuestro ingoal y después de varios embates sin tanto orden pero con muchísimas ganas el equipo de las islas llego al try faltando cinco minutos para terminar. El tanteador quedaba 16 a 10, es decir que con un try convertido en contra lo perdíamos.
Ultima salida pero ahora en los pies de Nico Sánchez, un hombre con mucha experiencia, cuatro mundiales sobre sus espaldas, que al igual que Cubelli y Creevy ya estaban en cancha. Eso me tranquilizaba, nuevamente Samoa se vino con todo lo que tenía pero a falta de dos minutos, Argentina recibió una infracción en mitad de cancha, que inmediatamente Sánchez la pidió, previa charla con Emiliano (recordemos que hasta allí, el rosarino era el encargado de patear a los palos). El ex Duendes autorizó a Nico, que con muchísimo temple la metió.
Partido terminado, festejo medido y a corregir en la semana.
No fue un gran partido de Los Pumas, no quedó del todo claro el planteo de Cheika en cancha, lo que sí se vivió fue la actitud de estos 23 jugadores que pese a los errores, pese a la lluvia, los nervios, la presión por ganar y un Samoa que se venía con todo, se ganó.
Me quedo con el esfuerzo, con las ganas, con la personalidad del equipo y con la experiencia de los grandes que entraron desde el banco y cerraron el partido como había que hacerlo.
Ahora viene Chile otra final, la segunda de un total de tres, más accesible sí, pero a la que hay que tomar con seriedad y demostrar que Argentina está para más y que puede ser protagonista.