Si en la Divina Comedia Caronte cruzó en su barcaza a Dante Alighieri por unas monedas y lo condujo hacia el país de los muertos, ahora es Dante (Taparelli, el secretario de Cultura de la Municipalidad de Rosario), nuestro guía en la necrópolis. Y la única moneda que nos pide a cambio es la de nuestra atención.
Ya en el camposanto, el aroma a incienso y la titilante luz de unas velas nos invitan a pasar entre las tumbas y mausoleos. Y las palabras empiezan a brotar de la boca de Dante como el agua en un manantial: "Entrar con la cabeza gacha a los cementerios es un error. Porque nos perdemos todos los mensajes de los muertos y quienes los acompañaron".
El temor natural a los cementerios, a los muertos, años de supersticiones, empieza a aflojar.
El primer mausoleo corresponde a la familia Lagos y tiene como cabeza de la misma a Ovidio, fundador del Diario La Capital. Recuerda Taparelli que de muy pequeño tuvo una cena en la casa de los Lagos y había un vagabundo entre los comensales. Cuándo preguntó por qué, la respuesta de la familia fue contundente: "Porque lo encontramos leyendo".
Unos metros más adelante, la luz de la linterna de Dante se posa sobre la tumba de un héroe de la Guerra del Paraguay.
"Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron", escribió el Abanderado Grandoli. Pero Taparelli cuenta que más héroe que el propio Grandoli es quien ocupa la tumba que ahora mismo apreciamos: el Subteniente Frutos. Fue él quien tomó la bandera que dejase Grandoli al morir luego de recibir 14 disparos, aun sabiendo cuál iba a ser el desenlace de la historia.
Sobre la tumba de Frutos, una imponente escultura muestra a varios hombres llevando sobre una pesada placa sus restos. Según nuestro guía es un recuerdo del dolor, estos hombres no lo llevan a Frutos en una camilla, sino en una especie de puerta de 15 o 20 centímetros de espesor, muy pesada, formulando una analogía entre el peso de la placa con el de la muerte de nuestro héroe.
Hace unos años el hoy Secretario de Cultura Municipal, Dante Taparelli, recibió un llamado de sus jefes. Querían que piense y ejecute una actividad inédita para mostrar la riqueza cultural de Rosario. Así nació el Recorrido Nocturno por El Salvador, inspirado en un programa chileno llamado "Me muero por jugar".
Avanza el recorrido por la calle principal y Dante Taparelli se erige como una figura gigante, mucho más alta y grande que su metro noventa, y esa luz de linterna ya es un faro para todos en la tibia noche de septiembre. Piensa y suelta: "Me hice budista. Que no es una religión. Es un estado. Es la pasión de ayudar al otro. Y es un pensamiento muy inteligente, porque si yo te hago el bien es difícil que vos me devuelvas con el mal. Y así se genera una sincronicidad muy interesante".
Pasamos de Lisandro De La Torre y Juan Ortíz y saludamos al arcángel Azrael. Es el ángel de la muerte entre judíos y musulmanes y señala el camino al cielo al pater familias de la familia Carreras. La maravillosa obra es del extraordinario artista Luis Fontana, nacido en Italia, donde estudió arte en Milán antes de llegar y abrir su taller en Rosario.
Dante nos alumbra en el camino de la necrópolis, pero también de la verdad: "Nadie sabe más de la vida que los muertos, que ya la vivieron. Nosotros también somos una reliquia, es cuestión de tiempo".
Por primera vez en más de 150 años el Cementerio El Salvador se encuentra en un plan de restauración, ponderando su arte. La idea es que en 20 años se reduzcan los nichos en grandes osarios, y solamente queden los monumentos artísticos. De esa manera, el parquizado irá ganando terreno sobre las construcciones, como ocurre en las grandes necrópolis europeas: "El arte es como un bisturí del alma. Tiene que estar limpio, desinfectado. Estoy muy contento con mi equipo". Y agrega sobre el valor cultural, artístico y patrimonial del lugar: "Este cementerio (católico) es tan loco que tiene una tumba judía y el 80% de su arte es masónico. Lucio Fontana probablemente sea el mejor artista de la historia mundial y es rosarino, su arte está acá. Probablemente haya mamado el arte de su padre, en su taller o aquí mismo, preparando las obras para estos sepulcros".
Relojes con alas, alfas y omegas, cuernos de la abundancia, columnas griegas, herramientas de arado, espectaculares vitrales y antorchas que se extinguen, nos acompañan en nuestro derrotero. Todo nos recuerda la finitud del tiempo y lo perecedero de lo material: "Estamos asustados. Todos tenemos miedo de perder algo que amamos. La sociedad está quebrada porque falta humanidad, falta compasión", analiza el Secretario de Cultura.
Dante Taparelli: "El arte es como un bisturí del alma. Tiene que estar limpio, desinfectado" Dante Taparelli: "El arte es como un bisturí del alma. Tiene que estar limpio, desinfectado"
Unos giros en la oscuridad nos llevan donde descansan los restos de Don Erasto Piñero, fundador del pueblo homónimo. Una escultura suya, admirada desde más abajo por la de un trabajador inmigrante, recuerda la grandeza de quien hace por los demás, sin importar lo que viene a cambio. "Solamente hay dos elementos en esta tumba. Piñero y un trabajador que simboliza todos los trabajadores. Tuvo que ser muy generoso para con su comunidad Piñero, para que quienes eran sus súbditos quisieran rememorarlo así", cuenta Taparelli.
Volviendo al callejón central, el sonido otra vez de la flauta nos avisa que la aventura va llegando recta final. Aún hay tiempo de pasar por la tumba de Ángel Guido (demasiado sobria, hecha con materiales del Monumento a la Bandera). Según Dante, "faltó imaginación en quienes hicieron la tumba. Si bien Guido es recordado como el arquitecto del Monumento, esa no fue su obra más brillante. Reducirlo a eso es no recordarlo como artista".
Ahora nuestro tren imaginario se detiene en una estación importante: el panteón del Capitán Bett. El francés Pierre Bett, hombre de armas, formó parte del equipo táctico militar del mismísimo Napoleón y participó de la famosa Batalla de Waterloo.
Luego de la Revolución Francesa se casó con la ex esposa del abogado de María Antonieta. Juntos, tomaron un barco y vinieron a la Argentina. En el mismo, se conocieron con Vicente López y Planes y su esposa y decidieron los cuatro establecerse en Rosario y además compartir vivienda en San Martín y Urquiza.
El mausoleo fue restaurado a nuevo por la familia del Capitán Bett y luce magnífico en una mixtura de elementos nuevos y arte antiguo.
LLegamos al Paseo de los Ilustres y casi sin querer il Dante tira una primicia: "en un mes más o menos vamos a tener los restos del Negro Fontanarrosa en este Paseo".
Nuestro viaje concluye en una especie de meca, un lugar muy iluminado con velas. Una pared interminable exhibe cientos, miles de fotos de las tumbas que se han roto o abandonado, formando una Memorabilia. La palabra pertenece a la lengua latina y quiere decir "las cosas que son dignas de ser recordadas".
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Recuerda Taparelli que una vez ocurrió algo que nunca olvidará: "Mientras estábamos armando la Memorabiblia, llegaba muy temprano por la mañana y sentía un perfume muy rico, aunque desconocía su procedencia. Mis compañeros me decían que eran las flores, pero yo estaba seguro de que no. Una mañana llegué y vi a un anciano de 94 años con una foto enchapada en la mano. Lo reprendo y me dice ‘disculpe, es que encontré la foto de mi mujer aquí y desde ese momento, vengo tres veces por semana a lavar la foto con perfume, con su perfume’. Nunca voy a olvidar ese gesto de amor".
El viaje nos devuelve al lugar en donde partimos, pero nosotros ya no somos los mismos. Temimos, reímos, aprendimos, disfrutamos y cambiamos, en manos de Dante Taparelli, un Caronte actual, maravilloso y explotando en su máxima expresión.
Todavía no hemos descubierto todos los secretos de la vida y la muerte, pero sí lo suficiente para recordar a Borges en Deutches Requiem y poder decir: "Mi carne puede tener miedo; yo, ya no".