Los espectadores quedaron fascinados y agradecidos, pero cuando las luces y el sonido de los recitales de los cantantes Abel Pintos y Juan Manuel Serrat se apagaron, quedó encendida en las redes sociales la controversia por los operativos de tránsito y seguridad para ingresar y salir del Autódromo Rosario. Y no sólo eso: también demostró la falta de un lugar para shows masivos en la ciudad y de haberlos, como los estadios, evidenció la ineptitud del poder público para prever políticas de apoyo a los asistentes y controlar los alrededores del evento.
Algo más de 10.000 y 12.000 personas se movilizaron hasta el autódromo de Rosario para ver y escuchar los conciertos de viernes y sábado. El operativo de tránsito consistió en conservar una única mano de la avenida Jorge Newbery de este a oeste desde Wilde hasta la calle García del Cossio, es decir hasta llegar a la zona destinada al estacionamiento.
Asistentes al show observaron además parques de estacionamiento improvisados en los alrededores del autódromo. Son calles, veredas y accesos a domicilios, en suma, sectores del espacio público controlado por privados, llámese trapitos u otras organizaciones. Abundaron en las cercanías también los puestos de comida y merchandising.
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Los recitales estaban previstos para las 21 y el operativo de 18 a 21. A las 17 del sábado se reportaban congestionamientos de tránsito cercanos a la rotonda de la avenida de Circunvalación de acceso a la avenida Newbery y se pedía precaución con semáforos intermitentes. El viernes debe considerarse el llamado “regreso” de las personas que trabajan en el centro y viven en el Noroeste de Rosario. Así, los más arriesgados formaron una tercera vía de acceso por la banquina. La entrada al estacionamiento se transformó en un embudo y las demoras arreciaron. El show del viernes había comenzado y todavía había autos acomodándose.
A la salida
Las quejas en la entrada parecieron pocas en el horario de la salida cuando el operativo de tránsito ya no estaba. Hubo retenes de más de una hora el viernes y el sábado para poder salir del estacionamiento y otros sobre Newbery.
“Otra vez???? o sea que la experiencia de ayer no sirvió para que hoy hubiera un poco mas de organización!???” se quejó la usuaria de Twitter @fasanper y arrobó al intendente Pablo Javkin y a la secretaria municipal de Control y Convivencia Carolina Labayrú. Y abundó: “Quien carajo autorizó 2 recitales en el @AutodromoRos”.
La falta de un lugar para grandes shows en Rosario obliga a las productoras de los espectáculos a buscar alternativas en lugares no tradicionales de la ciudad. El Hipódromo Independencia es un ejemplo, y el Autódromo, otro. La lejanía con el casco céntrico hace a la obligación de moverse en transporte público o privado.
Sin transporte
De todos modos, la relación “un espectador, un auto” no le cierra a nadie. En contraposición, por ejemplo, a los circuitos del Albert Park en Adelaida, Australia, y a Zandvoort, en Holanda, se llega solamente en transporte público o en bicicleta durante las grandes carreras como las de Fórmula 1.
Ni el Ente de Transporte Rosario ni las empresas de servicio urbano de pasajeros que cubren el sector informaron de modificaciones en sus esquemas de horarios. Como consecuencia, no solamente funcionaron con frecuencias espaciadas típicas de los fines de semana, sino que a la salida del show abandonaron a la gente sin vehículo a su suerte, sin ómnibus ni taxis.
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El viernes se anotició de hurtos, arrebatos y otros desmanes, como el robo de ruedas de automóviles, en el sector del barrio Hostal del Sol, cercano al Autódromo. Los vecinos apuntaron a la falta de patrullamiento policial, endémico en la zona.
Mirá la nota "Hinchas de Talleres coparon el parque Independencia: Casi 500 multas por mal estacionamiento"
La falta de un operativo de tránsito y de seguridad tuvo un comentado episodio anterior el miércoles 26 de octubre cuando el estadio de Newell's Old Boys recibió el encuentro semifinal de la Copa Argentina de fútbol. El parque Independencia y sus inmediaciones se convirtieron en un inmenso estacionamiento, y la tardía aparición de funcionarios públicos para multar a los autos mal estacionados pareció más una trampa que una política pública.