"Néstor; conseguíme trabajo, así no tenemos que volver a lo de antes". La súplica al ex sacerdote Ciarnello, de la Asociación Civil Padre Mugica, surge de cinco pibes que se habían enganchado en un taller de herrería en la zona de Roullión y Humberto Primo, barrio Ludueña. Hoy, ante la falta de clientes en la herrería, el microemprendimiento navega en aguas inciertas y ante la creciente amenaza de un negocio más tentador: la venta de droga.
El ejemplo que esgrime Ciarnello es para graficar lo que militantes sociales califican como "el verdadero problema de la inseguridad", que no se soluciona "sólo con la presencia del Estado en su faz represiva".
El relato del ex cura villero se produjo a minutos de la presencia que vecinos y referentes sociales mantuvieron ayer en la comisión de Seguridad del Concejo Municipal (ver página 4). Allí, la realidad habla de tiros, armas, narcomenudeo, complicidades y un tironeo constante entre las organizaciones que buscan un presente mejor para los adolescentes y el dinero en mano que ofrece la droga.
La comisión es un espacio parlamentario donde se multiplican las voces desde diferentes barrios, para luego volcarlas en gestiones o proyectos ante el Palacio Vasallo.
Ciarnello, con años en sus espaldas en labores sociales en barrios vulnerables, brindó su radiografía. "Venimos a expresar la extrema pobreza y la exclusión profunda. Hoy hay dos sociedades, una simbolizada en Puerto Norte y la otra en los barrios. Se invierten millones en represión en una trama social como si fuese una guerra. Si se siembran inequidades se va a cosechar violencia", reflexionó Ciarnello.
El militante social afirmó que la violencia no nace por generación espontánea sino ante la falta de trabajo. "Falta un compromiso serio, hay muchos pibes abatidos, muchas armas, en el territorio el valor supremo es la supervivencia. Los chicos no salen a matar, salen armados. Pido a las autoridades que convoquen a las asociaciones", indicó.
En peligro. Como reza el refrán, "para muestra basta un botón", el responsable de la Asociación Padre Mugica repasó la labor a través de un comedor, pero se detuvo en la experiencia transformadora que se da en el taller de herrería.
"Se paró la producción y no sabemos qué hacer con los pibes. Nos compraba nuestros trabajos una pequeña empresa, y los cinco pibes que habíamos rescatado del barrio, ya que eran muy proclives a terminar haciendo de soldadito en algún búnker, ahora hacen changas, cuando antes trabajaban en el taller. Todos me piden por favor cada día que les consiga otro empleo para no volver a lo de antes (la economía delictiva). Por eso se requiere un fuerte compromiso del Estado", cerró Ciarnello ayer ante los concejales.