La historia del ex empleado de los Tribunales provinciales de Rosario condenado a un año y medio de prisión condicional por estafar a un taxista porteño al que no le pagó el viaje desde Capital Federal a Rosario y por encubrir el robo de autos tiene varias peculiaridades. Nació en China, entró al Poder Judicial por concurso en 2016, trabajó en un juzgado de Instrucción, pasó por dos laborales y terminó en el archivo porque no lo querían en ningún despacho. Su vida incluye un dato muy llamativo: no cobraba ni un peso del salario ya que había tomado múltiples prestamos.
Apenas se vio involucrado en el hecho de estafa a un taxista porteño, Gonzalo Sebastián Oviedo se presentó en el área de Recursos Humanos de Tribunales y, desafiante, dijo: “Si van a desconfiar de mí, renuncio”. De inmediato, le pidieron que firmara la dimisión y se retirara.
Pero igualmente el caso generó sorpresa y todo tipo de comentarios. Lo más inquietante fue que una persona con ese perfil se moviera sin despertar sospechas, y no precisamente por su demostrada incapacidad laboral, sino por los menesteres delictivos a los que se dedicaba, ya que también fue condenado por el encubrimiento de robo de autos en hechos violentos y a mano armada.
Paso a paso
Este hombre de 31 años nació en Beijing, China. Su padre argentino traductor de idiomas recaló en el país asiático por cuestiones laborales, y allí conoció a la madre de Gonzalo. Después, la familia decidió volver a la Argentina.
A pesar de ser traductor, en marzo 2014 la vocación por el derecho lo impulsó a realizar prácticas en el juzgado Civil y Comercial Nº13, tarea que hizo hasta marzo de 2015. A fines de ese mismo año, se presentó al concurso para ingresar a la planta del Poder Judicial, instancia en la que obtuvo buena calificación.
En marzo de 2016 lo convocaron a Tribunales. Su primer escalón fue un juzgado de Instrucción en Casilda, donde estuvo apenas un mes y medio. En mayo de 2016 ya estaba de vuelta en el edificio de Balcarce al 1600.
En la “manzana judicial” lo destinaron al juzgado Laboral Nº 8, donde se desempeño en la mesa de entradas hasta mayo de 2018. “Perdía los escritos, era un desastre”, contaron operadores judiciales que lo trataron. Como esos errores arrastraban otros más graves, le asignaron un nuevo despacho.
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En agosto de 2018 fue a parar al juzgado Laboral Nº 6. Ante la continuidad y reiteración de fallas administrativas en los más simples trámites, le bajaron la calificación, y el titular del juzgado directamente rogó que lo trasladaran.
Quienes lo tuvieron cerca no hablaron bien de su desempeño. Aun con marcada incapacidad e inoperancia, igualmente le dieron otra oportunidad. Lo mandaron al archivo del Tribunal, un espacio donde reina la calma y abundan las colecciones de libros jurídicos, bibliografía del derecho y añejos expedientes.
La dependencia está ubicada frente al salón de actos del tercer piso, y de los despachos de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. “Ahí no te podés equivocar, el trabajo es muy sencillo”, confiaron sobre el flamante desafío del empleado.
Inquietante y desapercibido
Pero duró poco. A las distracciones laborales le sumó una serie de conductas delictivas graves. Se supo además que no cobraba un solo peso de los 160 mil que tenía como salario. Es que, según se pudo determinar en la tramitación del legajo penal, Gonzalo había tomando préstamos que le “comían la totalidad de los haberes”, se indicó.
El traductor y ahora ex empleado judicial porque fue condenado esta semana en un juicio abreviado a un año y medio de prisión de ejecución condicional por un delito de estafa y dos de encubrimiento agravado.
La pena tiene relación con el hecho del 14 de junio pasado, cuando tomó un taxi en la Terminal de Ómnibus de Retiro para trasladarse hasta los Tribunales de Rosario. Pero al llegar a destino, Oviedo se esfumó dentro del edificio judicial sin pagar los 42 mil pesos que marcó la tarifa. La condena incluye una reparación de 60 mil pesos a la víctima.
También fue penado por otra situación grave: la policía lo halló días después en un automóvil Citroën de su propiedad, pero que figuraba en los registros de motor y chasis como robado, y además presentaba una chapa patente de otro vehículo.