Lejos está del principio de la ley de Newton, pero lo que ocurrió en la ciudad en estas últimas horas podría referenciarse con la "acción y reacción". Sin embargo, no siempre se trata del rebote esperado.
Lejos está del principio de la ley de Newton, pero lo que ocurrió en la ciudad en estas últimas horas podría referenciarse con la "acción y reacción". Sin embargo, no siempre se trata del rebote esperado.
En los últimos meses la sociedad no sintió los efectos de medida alguna que paliara la inseguridad y violencia que se viven a diario en Rosario. Peor aún, en algunos casos los episodios delictivos se incrementaron, y en sólo 12 horas hubo tres crímenes, sólo por citar un ejemplo de situaciones tristemente cotidianas. Sin embargo, las autoridades pusieron en evidencia que son capaces de reaccionar cuando el hartazgo de la gente se manifiesta a viva voz, en la calle, con el reclamo popular. Porque si hay algo que molesta es justamente eso, la protesta de los votantes en su conjunto, sin diferencias de ningún tipo. Había que hacer algo, mostrarse preocupados, realizar declaraciones con el ceño fruncido y todo tipo de reuniones urgentes para calmar los ánimos y, quizás, restar cierta concurrencia a las marchas en función de la "preocupación" de los administradores del Estado. Ahí sí hubo reacción ante la acción. Pero una reacción sólo momentánea, que apacigüe un poco lo que peor cae: que se sepa abiertamente que lo que ocurre ya atraviesa a todos (en todas clases sociales) en una ciudad que vive con miedo.