Durante muchos años, Guadalupe González se dedicó a atender pacientes internados. Trabajó también en Pami. Y, en ese recorrido profesional como médica clínica, fue testigo de que la mayoría de las personas llegaba a la vejez tomando una cantidad inmensa de medicamentos y con muchos problemas de salud que, quizá, podían evitarse.
De esos aprendizajes surgió la posibilidad de empezar a andar otros caminos, o más bien, de empezar a ejercer la profesión con otra mirada.
Hoy está plenamente dedicada a la medicina funcional, integrativa, en la que predomina la importancia de la relación cuerpo, mente y alma.
Ir más allá del diagnóstico, bucear en las causas, mejorar los parámetros de la salud del paciente en todo sentido a través de la alimentación, las recomendaciones de actividad física en la medida que cada uno la necesita, la suplementación de nutrientes, el tiempo dedicado al descanso y a la meditación (en sus distintas formas). Todo ese combo, en su justo equilibrio.
"Me había dedicado siempre a la internación. No fue una decisión de un día para el otro la de volcarme hacia una medicina integrativa. Yo ejercía una medicina ortodoxa que me encantaba y lo hacía de una manera apasionada. Trabajé mucho en Pami y me fui dando cuenta de que las personas llegaban al final de la vida cargadas de medicación y múltiples enfermedades. Entonces empecé a cuestionarme por qué los médicos no dábamos más respuestas, por qué no ofrecíamos a lo largo de la vida opciones preventivas, por qué no íbamos mucho más a la causa de los problemas", reflexiona.
Aunque admite que hay medicamentos que son imprescindibles de acuerdo a la dolencia del paciente, Guadalupe González advierte que en la mayoría de los casos esos fármacos no revierten el problema desde la raíz y suelen fracasar si solo se trata de "tomar la pastilla".
"Empecé a abrir mi cabeza, a ampliar mi visión. Hice un posgrado en acupuntura (reconozco que me encontré con algo muy hermoso de lo que no sabía nada previamente), hice un curso muy completo sobre dolor, y comencé a andar la llamada medicina alternativa complementaria que busca integrar todas las medicinas".
"Esto de quedarse con una sola herramienta es muy pobre. Si le doy al paciente una sola alternativa y le digo: es esto o nada, siento que no lo estoy ayudando", destaca.
"Admito que tuve que vencer mis propios prejuicios, porque como decía, los médicos que nos dedicamos (como yo en su momento) a internación somos muy ortodoxos, necesitamos papeles, estudios que avalen todo el tiempo lo que hacemos, pero yo notaba que con esa mirada me quedaba corta, que la persona no mejoraba. Entendí que no se trataba de la acupuntura solamente a la hora de colaborar con la salud de ese paciente sino que era cuestión integral: era la agujita pero era también la escucha, la charla, el tiempo dedicado, indagar sobre lo que come la persona, cómo se siente, si se toma su tiempo cada día para pensar con tranquilidad. Y no importa si sos cardiólogo, ginecólogo o neurólogo, esto puede aplicarse en todas las especialidades".
"Si siendo médico podés llegar a una verdadera conexión con la persona, vas a poder ayudarla mucho más", sostiene. "Entendí también que hay que armar un equipo con el paciente. Bajarse del ego. Dedicarle tiempo. Por eso elijo trabajar con menos personas pero más tiempo con cada uno. Es mi manera, respeto las otras", dice la médica.
Mirar y escuchar
"En definitiva, hago medicina convencional con otra mirada. Le doy suma importancia a la alimentación, al estilo de vida: Mirá si no va a importar lo que comés, lo que respirás, lo que sentís, cuánto descansás: todo eso tiene afectación en el cuerpo", comenta la médica.
Para ella, la salud es "la unión de sentirte pleno en todos los niveles: es tener energía, es poder concentrarte, es sentirte a gusto con lo que hacés, que no haya angustia permanente, que puedas dormir bien y levantarte con un propósito de vida, es poder ir sorteando las dificultades".
"Podés comer saludable y tener un cuerpo súper fitness pero si eso no va a acompañado de la salud mental (y de esto hay que hablar sin prejuicios, sin tabúes) no vas a sentirte realmente bien", señala.
"Hay que hablar más de salud mental. Los médicos clínicos debemos darle mucha más importancia a la salud mental en lo diario, prestar atención a esa persona que está aturdida, confusa, muy angustiada, ansiosa, que tiene muchas ideas, que no puede parar, a la que los miedos la nublan. Ahí hay mucho que trabajar", asegura.
Las frustraciones
"Las frustraciones, el no poder llegar a cumplir objetivos...ojo con eso, tan común en un momento tan complicado como este. Hay que estar atentos, porque las frustraciones son fuente de enfermedad. No hay dudas de eso", enfatiza.
"Entonces hay que saber que a los neurotransmisores se los puede redireccionar, potenciar. ¿Cómo? Mejorando tu alimentación, las funciones de tu intestino, equilibrando tu microbiota, agregando tiempo para estar tranquilos y meditar. Podemos ir organizando el cerebro para que piense, sienta y actúe de una manera diferente y más saludable. Eso se puede trabajar y se puede mejorar".
"Lleva tiempo y es un proceso, con sus idas y venidas, pero que las cosas mejoran, a corto, mediano y a largo plazo es indudable. Se trata de tomar la decisión y empezar", dice.
Guadalupe González está convencida de que el camino de la verdadera salud tiene un montón de artistas, pero una de las más importantes es la de "comer comida real". Esto significa: ir a la verdulería, a la carnicería, a la pescadería y cocinar, "no comer nada que venga en paquete o esté envasado. No agregar azúcar ni edulcorantes. En definitiva, creo en hacer lo mejor posible la mayoría del tiempo", enfatiza.