La Argentina desperdicia 16 millones de toneladas anuales de alimentos, a razón de 38 kilos per cápita, según investigaciones del Ministerio de Agroindustria de la Nación cuyos resultados fueron expuestos ante la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
La cifra fue enunciada por el secretario de Agregado de Valor del Ministerio de Agroindustria, Néstor Roulet, quien evaluó el papel de las diversas cadenas productivas en el origen de las pérdidas y proyectó eventuales acciones para reducir el desecho de comida.
Argentina se propuso ante la FAO reducir en un 30 por ciento las perdidas y desperdicios para el año 2025.
La FAO, precisamente, en su más reciente informe, señaló que el derroche es un problema mundial ya que se tiran 1,3 billones de toneladas de alimentos por año: si se destinara sólo el 3,25 por ciento de ello (40 millones de tn, el equivalente al desperdicio en los Estados Unidos) se podría dar de comer al conjunto de los 1.000 millones de habitantes del planeta que se alimentan de manera muy pobre.
Quienes tiran. Las 16 millones de toneladas de alimentos que se desechan por año significan el 12,5 por ciento de todo lo que se produce en el país. Una porción de calorías más que importante teniendo en cuenta que el 4,4 por ciento de los hogares argentinos pasa hambre, de acuerdo a la medición del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Según Mercedes Nimo, subsecretaria de Alimentos y Bebidas del Ministerio de Agroindustria, "el 45 por ciento de todo lo que se produce de frutas y hortalizas se pierde. En el rubro de hortalizas, son pocos los productores que incorporan buenas prácticas agrícolas que permitan un mayor aprovechamiento", sentenció.
Las pérdidas en producción son tales que la Red Argentina de Bancos de Alimentos elevó una iniciativa. "Esos 16 millones de toneladas podrían terminar con el hambre en el país", dijo Natasha Hinsch, su directora ejecutiva. "Queremos trabajar con otras organizaciones en recuperar la denominada «segunda cosecha» de frutas y verduras, es decir, lo que queda en el campo y el productor no va a vender", añadió. "Es el sector donde mayor pérdida hay", dijo.
Superada la instancia de producción llega la de distribución de los productos. Y ahí sobresale la conducta de los supermercados.
Por motivos estéticos (como una banana sin la forma ideal o duraznos que no gozan de un color ideal), por una fecha de vencimiento recién cumplida o por renovación de stock —entre otras razones— son miles los productos alimenticios que pasan de la góndola a un tacho de basura. También se da en verdulerías o granjas más pequeñas.
Luego, hay otro ámbito donde también los desperdicios son mayoría: los eventos. Un casamiento, una fiesta de 15 años, una celebración empresarial se convierten en el origen de alimentos que nunca llegan a servirse (por exceso en la planificación o por ausencia de asistentes) y terminan desechándose.
Para morigerar esta situación, jóvenes de Buenos Aires crearon Plato Lleno en 2014, un proyecto que va al rescate de alimentos excedentes que aún están aptos para consumo para entregarlos a instituciones, comederos o merenderos.
Además de eventos sociales y corporativos, Plato Lleno recupera los sándwiches mal cortados de fábricas o viandas de empresas que, de otra forma, terminarían en los contenedores de basura.
No se puede cerrar la cadena de desperdicios sin mencionar un último eslabón que significan los consumidores: comprar más de lo que se necesita en el supermercado, dejar estropear las frutas y vegetales en la heladera u ordenar más de lo que se puede comer en el restaurante, son hábitos más corriente de lo que se presume en numerosas familias.
El Inta (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) es otro organismo que afirma que en las cadenas de frutas y hortalizas las pérdidas rondan el 50 por ciento. En cereales y pescado el porcentaje es de 30 por ciento. Y en carnes y leche y sus derivados, del 20 por ciento.
Según el Inta, momentos de cosecha inadecuados o falta de infraestructura de transporte y conservación apropiadas son los mayores responsables. Además, es común que se considere más "económico" y factible el descarte que el desarrollo y la implementación de tecnologías de aprovechamiento. Cuestiones como la falta de mercado para productos subestándar (con defectos cosméticos, de forma o tamaño, etc.) y las grandes distancias entre zonas de producción y comercialización agravan el problema.
Con el objetivo de revertir todas estas situaciones, este año se creó la Red Nacional de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos, que busca intercambiar información y experiencias en base al trabajo de cámaras, empresas, municipios y organizaciones de la sociedad civil.
La subsecretaria de Alimentos y Bebidas, Mercedes Nimo, resaltó que "es una alegría escuchar al representante de la FAO y al CEO de Unilever decir que la Argentina está siendo líder en este trabajo a nivel regional, junto a Inglaterra, que empezó antes. También hay que destacar que es una articulación público-privada que tampoco se da generalmente. Son iniciativas privadas con apoyo oficial".