El gobierno bonaerense puso en marcha ayer un nuevo sistema de monitoreo para quienes cometan delitos vinculados a la violencia de género mediante el que, con una tobillera electrónica, podrán controlar sus movimientos y activar una alarma cada vez que se acerquen a la víctima.
El sistema cuenta con dos partes, una tobillera para el agresor y un intercomunicador para la víctima que le permitirá hablar directamente con la policía, lo que permitirá seguir los movimientos de ambos, saber cuando se viole la restricción perimetral y hasta emitir una alerta cada vez que víctima y victimario estén a menos de 1.000 metros, aunque se encuentren fuera del cerco judicial.
El seguimiento estará a cargo del nuevo Centro Integral de Monitoreo que puso en funcionamiento ayer la gobernadora María Eugenia Vidal.
El interventor del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), Fernando Rozas, explicó que el gobierno provincial ya tiene 500 pulseras para que la justicia determine quién deberá utilizarlas, ya sean denunciados o condenados con una medida perimetral dictada.
"Es una verdadera innovación que nos da una alerta muy temprana. Tenemos las pulseras listas pero tenemos también la capacidad de reaccionar ante una alarma", aseguró Rozas.
El interventor del SPB destacó que el sistema "le saca la carga a la víctima de tener que protegerse, porque la alarma se activa sola".
Como parte de este nuevo plan, Rozas adelantó que visitarán a los jueces de la provincia para mostrarles como funciona el monitoreo. "Queremos que se convenzan de que el sistema funciona", señaló.
Esta no es la primera vez que se implementa el sistema de tobilleras para agresores por violencia de género, ya que en diciembre del año pasado el gobierno nacional lanzó una prueba piloto en La Pampa mientras que en Mendoza y Salta existen programas similares, al igual que en la ciudad de Buenos Aires.
Genoveva Cardinali, fiscal especializada en género de la Ciudad, opinó que "son herramientas muy útiles, resultan fundamentales para el resguardo de las víctimas, porque muchas veces ellas están frágiles y vulnerables y no se encuentran en condiciones de hacer un llamado. Por eso, estas tobilleras les sacan la carga de tener que cuidarse a ellas mismas".
Para Cardinali, uno de los mayores problemas que planteaba el cuidado de las víctimas es que "la única herramienta que tenían era un papel que decía que el agresor no se podía acercar. Las tobilleras presentan una solución intermedia entre la nada y la prisión".