Aunque para los empleados tener un jefe o una jefa es indistinto, las mujeres se ven a sí mismas
"más autoritarias y más creídas" cuando acceden a los puestos de decisión, un hecho que no
comparten sus pares masculinos para quienes son "más consideradas".
Los datos surgen de una encuesta realizada por el Instituto de Medios de Comunicación de la
Universidad Nacional de La Matanza (UNLAM), realizada sobre 500 casos de hombres y mujeres
residentes en el Gran Buenos Aires. El relevamiento destaca que el 39% de los encuestados considera
indistinto tener un hombre o una mujer como jefe, aunque para un 37% es mejor que sea hombre, sobre
todo cuando son ellos los que contestan.
Uno de los encuestados, por ejemplo, manifestó que con su jefa anterior tenía "confianza"
aunque "siempre había una especie de barrera", a diferencia de la relación que tiene con su actual
jefe que es "más amigable". Otra de las encuestadas por el equipo de la Universidad, de la
localidad de Rafael Castillo- reconoció que los hombres son más directos con respecto a las
cuestiones laborales, mientras que las mujeres "van por atrás y, muchas veces, nos amparamos en esa
postura de sexo débil".
El 46,3% de las mujeres consultadas manifestó que las jefas son más autoritarias que los
jefes, aunque el 43,5% de los hombres las consideró más consideradas cuando acceden a un puesto de
toma de decisión.
Idéntica situación dual se dio cuando se les preguntó quién "se la cree": el 44% de las
mujeres contestó que son ellas, mientras que el 45,3% de los hombres se lo atribuyó a sí mismo. El
tema de las fantasías amorosas con jefas o jefes también fue abordado en el relevamiento y, en este
punto hubo una diferencia insignificante: el 32,7% las mujeres fantasean con sus jefes y el 32% de
los hombres asegura que son ellos quienes más imaginan esta posibilidad.
En este aspecto, según la encuesta, el 41% de las mujeres intenta concretar esas fantasías,
porcentaje que se reduce a un 36% en el caso de los hombres. Norberto Inda, psicólogo especialista
en cuestiones de género, aseguró que "existe el típico modelo imaginario de la secretaria que se
sienta en la falda de su jefe y, con el tiempo, puede conseguir un ascenso o un aumento de sueldo".
"Visto desde el lado masculino, una situación como ésta exaltaría su virilidad pero ¿qué pasa
cuando es un hombre el que debe recibir órdenes de una mujer? Definitivamente, se produce un ruido
y el hombre queda herido en lo más profundo de su ser de varón: su ego", explicó el
especialista.