Kochi- Agobiados por deudas que la mayoría de los occidentales considerarían
intrascendentes, agricultores como Pandurang Chindu Sur se han suicidado a una tasa de 48 por día
entre el 2002 y el 2006, más de 17.500 al año, según expertos que analizaron estadísticas del
gobierno. Por lo menos 160.000 agricultores han cometido suicidio desde 1997, dijo K. Nagaraj, del
Instituto de Madrás de Estudios Sobre el Desarrollo.
La epidemia data de los años 90, y se atribuye generalmente a una mezcla
explosiva de reducción de subsidios, mayor competencia global, sequías, prestamistas depredadores y
el costo de las semillas modificadas genéticamente.
En la última noche de su vida, el agricultor caminó hasta su campo polvoriento,
tragó pesticida y esperó la muerte. Debía más de 1.000 dólares a bancos y prestamistas y había
dicho a su esposa que, si la cosecha de algodón era mala este año, se mataría. Pandurang Chindu
Surpam dejó los campos casi yermos que trabajaba con sus hijos para compartir la última cena con su
familia. Horas después murió. Tenía 45 años.
“Es uno de los mayores desastres de salud pública que han afectado la
India desde la independencia”, dijo el profesor Charles Nuckols de la Universidad Brigham
Young, un antropólogo que ha estudiado la vida rural de la India durante décadas.
En el norte de la India, las autoridades han llegado al extremo de prohibir un
tinte de cabello barato porque los suicidas lo bebían para provocar insuficiencia renal.
Es en el cordón algodonero de la India, un terreno de temperaturas tórridas y
trabajo agobiante, donde se ha producido la mayoría de los suicidios.
En el estado rural de Maharashtra, los agricultores dicen que la situación nunca
ha sido peor. Endeudados en más de lo que ganan, estos trabajadores se han convertido en
apostadores que arriesgan sus terrenos _y sus vidas_ en la esperanza de una buena cosecha
más.
El primer ministro Manmohan Singh ha visitado a algunas de las viudas, y el
presupuesto del 2008 ofrece algún alivio a las deudas.
Pero los agricultores dicen que su situación es mayormente ignorada a medida que
el país se apresura a incorporarse al mercado globalizado.
Hace una década, el gobierno empezó a cortar los subsidios agrícolas a medidas
que liberaba la economía socialista manejada. Los costos de los agricultores subieron cuando
bajaron los aranceles que habían protegido sus productos.
“El suicidio es uno de los síntomas de la más amplia crisis
agraria”, dijo Srijit Mishra, del Instituto Indira Gandhi de Investigación para el
Desarrollo.
Mientras tanto, las reformas bancarias obligaron a los agricultores a depender
más de prestamistas privados. Estos generalmente sólo dan a los prestatarios once meses para pagar
sus préstamos a tasas de interés superiores al 100% anual, o se quedan con sus terrenos con una
compensación drásticamente reducida.
“No es un negocio agradable”, dijo un prestamista, que accedió a ser
entrevistado a cambio de no ser identificado por no tener licencia. “Pero se gana mucho
dinero”.
Este hombre de hablar pausado con un bigote finísimo opera un pequeño almacén y
ha extendido cientos de préstamos a los agricultores. También se ha quedado con 125 acres (50
hectáreas) en décadas de esta actividad, que heredó de su padre. Dijo que el número de agricultores
que no es capaz de pagar sus préstamos ha aumentado un 30% en los últimos diez años.
“Cuando les prestamos dinero, sabemos si pueden pagar o no”, dijo.
“Sabemos que sus terrenos van a terminar siendo nuestros”.
Agricultores y analistas dicen que otro golpe a los agricultores fue la
introducción de semillas de algodón modificadas genéticamente, en particular las “Bt”
de Monsanto Co. que son resistentes a los gusanos del algodonero. Las semillas pueden ser más
productivas y se han impuesto en gran parte de Maharashtra, pero pueden ser tres veces más caras de
mantener que las semillas tradicionales.
Para las viudas, que quedan para atender los cultivos y criar a los niños, los
suicidios son una calamidad personal: deudas impagables, la pérdida de la tierra ancestral,
prestamistas rapaces.
La viuda de Surpam, una madre estoica con tres hijos, culpa el suicidio de su
marido a los préstamos que tomó en los dos últimos años. Tomó prestadas 25.000 rupias (625 dólares)
de un banco y 20.000 rupias (500 dólares) de prestamistas privados para invertir en sus terrenos y
pagar la boda de su hija, explicó.
“Solía decir que debíamos dinero y que si alguien venía a buscarnos sería
un deshonor”, dijo la viuda Sumitra, que sólo después de la muerte de su marido el 1 de abril
se enteró del monto de la deuda.
Los tres 3 acres (1,20 hectárea) de Surpam apenas produjeron este año algodón
por 150 dólares, cifra ni siquiera aproximada para mantener al prestamista a raya.
El suicidio, afirmó Sumitra, “fue evidentemente a causa del
préstamo”.
Para Surpam y la mayoría de los pequeños agricultores aquí, tomar dinero
prestado es tan natural como trabajar el suelo.
Cuando la AP preguntó recientemente a un grupo de agricultores quién estaba
endeudado, todos alzaron las manos. (AP)