La serie "Lost", aquella que sedujo a una gigantesca audiencia por su relato –por sus formas, antes que por una trama que en la temporada cuatro ya resultaba inentendible–, fue convirtiéndose en una suerte de paradigma, de modelo no sólo de desarrollo de la trama, la intriga y los personajes, sino de la percepción misma de la realidad que nos enseña la ficción (para el lector curioso, eso se llama "diégesis").
Dos series en curso hoy en día –de otras tantas que podrían citarse– abrevan en el paradigma "Lost": un fin de mundo (la caída del avión en la isla es el fin del mundo que esos pasajeros habían conocido, quienes deben construir uno nuevo en un ambiente hostil y desconocido) el grado cero de una comunidad y el anhelo de salvación. "Lost" también desplegó a su modo las utopías del mundo pasado: los hippies tecnologizados de la Iniciativa Dharma, la paranoia conspirativa de los Otros, el poder especulativo de los de afuera, la guerra y, sobre todo, la guerra entre hermanos con nombres bíblicos (Jacob y Esaú). Como si la serie recorriera las posibilidades de las "formas de vida" de la historia.
Una de las nuevas series es "The 100", que tiene su quinta temporada en pantalla. Producida por la cadena estadounidense The CW, que confirmó hace cinco días una sexta tanda en 2019, en España se distribuye a través de SyFy; hoy sus cuatro primeras temporadas están disponibles en Netflix. Si bien no se anunció dónde se emitirá la quinta en Argentina, en caso de que alguien quiera verla vía un canal tradicional, en internet abundan sitios seguros para descargar los episodios o verla online.
La otra, "Colony", fue craneada por uno de los creadores de "Lost", Carlton Cuse, y protagonizada por Josh Holloway ("Sawyer en la isla perdida"): la tercera temporada comenzó a emitirse hace dos semanas y las dos primeras, que cuentan entre sus directores y productores al otrora desvelado realizador argentino Juan José Campanella, también están subidas a Netflix.
La ciencia ficción presente en las dos series es de un modelo analógico: una hecatombe nuclear en "The 100" dejó varados a los sobrevivientes de la humanidad en una estación espacial y, luego de 97 años, deciden purgar a 100 jóvenes enviándolos a la superficie terrestre, a la que aún creen contaminada y devastada. Una vez aquí abajo, mientras sus padres los observan desde el cielo –sí, sí, tampoco es gratuita la metáfora religiosa– los muchachos se encuentran con que la Tierra no estaba vacía.
En "Colony", Los Angeles está dividida por una muralla inconmensurable y la sociedad es controlada por colaboracionistas de un invasor invisible y poderoso, con drones letales y naves que parecen provenientes de una galaxia muy, muy lejana. El personaje de Holloway trabaja para una especie de Homeland Security cuya principal misión es detectar focos de resistencia; ignora, durante gran parte de la primera temporada, que su esposa (Sarah Wayne Callies, "The Walking Dead") es miembro de esa resistencia.
El gran tema. Lo que las dos series proponen es un ensayo político: como ya nos enseñaron que "es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo" –que es el tema de estas ficciones en las que todo debe empezar de cero–, "Colony" explora el colaboracionismo, la violencia y los lazos sociales y familiares contaminados por la opresión colonizadora y "The 100", todas las posibilidades de la organización política, pero con un condimento picante que pocas ficciones se atrevieron a mostrar con crudeza: en el origen de cada una de estas etapas de organización política hay, como en los grandes mitos, violencia homicida y engaños, incluso de parte de las heroínas más deseadas. Porque hay que agregar esto: mientras los hombres sufren y salen a matar y matarse por pequeñas deudas personales, son las mujeres las que llevan adelante en "The 100" las grandes tareas.
El paradigma "Lost" está presente no sólo en ese despliegue melancólico de posibilidades políticas –melancólico porque parte de un mundo perdido, derrotado–, sino también en el modo en que percibimos a esos personajes a quienes los acontecimientos les imprimen una nueva historia. A diferencia de los clásicos, definidos por una historia, una pertenencia o una acción, cada encrucijada deja la identidad de los protagonistas de "The 100" y "Colony" en suspenso. En ese suspenso fulgura también la política de estos tiempos.