Los mexicanos votaban este domingo con la vista puesta en tener por primera vez a una mujer en la Presidencia, en una jornada marcada por la preocupación por la violencia y en las que se enfrentan dos modelos políticos antagónicos.
La gran favorita es Claudia Sheinbaum, que representa la continuidad de AMLO. Sólo tendría chances de derrotarla otra mujer, Xóchitl Gálvez.
Claudia Sheinbaum llegó a los comicios de este domingo como la gran favorita a suceder a López Obrador.
Los mexicanos votaban este domingo con la vista puesta en tener por primera vez a una mujer en la Presidencia, en una jornada marcada por la preocupación por la violencia y en las que se enfrentan dos modelos políticos antagónicos.
Las elecciones se consideran un referéndum de la administración de Andrés Manuel López Obrador y la presidencia se juega entre la candidata del oficialista partido Morena, Claudia Sheinbaum, exalcaldesa de la capital, y la opositora Xóchitl Gálvez, quien encabeza la coalición formada por un partido conservador (el PAN), uno izquierdista (el PRD) y el que gobernó México durante siete décadas del siglo XX (el PRI),
Sheinbaum representa la continuidad de modelo de López Obrador, que amplió los programas sociales pero también la militarización del país y no pudo controlar ni la inseguridad ni la impunidad ni el avance del crimen organizado. Gálvez, por su parte, representa un cambio y ha prometido una lucha más frontal contra el crimen organizado.
El único candidato presidencial hombre es Jorge Álvarez Máynez, del pequeño partido Movimiento Ciudadano, que va en un lejano tercer lugar.
Casi 100 millones de mexicanos están llamados a votar en los comicios más grandes en los que, además de la Presidencia, se renovarán las dos cámaras del Congreso, nueve de los 32 Estados y más de 19.000 cargos locales.
Uno de los más simbólicos es la alcaldía de la Ciudad de México, donde la izquierda gobierna desde 1997 y el oficialismo sufrió un retroceso en las elecciones de medio mandato de 2021.
Sheinbaum, exacadémica, apostó por no despegarse de los pasos de López Obrador, lo que le garantiza el apoyo de los sectores más populares —que son la base electoral del actual presidente— pero le dejó poco o ningún margen de maniobra para proponer ajustes a las políticas más polémicas del mandatario.
Gálvez, quien presume de haber pasado de vender gelatinas a fundar sus propias empresas tecnológicas, se presentó como la única opción para devolver la paz a los mexicanos y centró su campaña en criticar la estrategia de seguridad del presidente de “abrazos, no balazos”, que quiere atajar las causas de la violencia sin confrontación directa con los cárteles.
La violencia política se ha multiplicado durante la campaña. No es algo nuevo para México, donde el crimen organizado busca condicionar a los candidatos en los Estados y municipios para garantizarse el control local de las zonas donde opera. Pero este año su impacto ha sido notable con casi una treintena de aspirantes a cargos públicos asesinados y decenas de ataques, amenazas y homicidios de familiares de los políticos.
Por María Laura Cicerchia