Bruselas.El discurso que prevaleció en los últimos dos años y medio en la Unión Europea es que la crisis de deuda de la eurozona se agravó por la negativa de la canciller alemana, Angela Merkel, a soltar más dinero. Si no hubiera esperado meses antes de dar luz verde al primer rescate de Grecia o a la creación de los fondos de rescate de la eurozona, los problemas actuales del bloque habrían sido afrontados mucho antes con costos mucho menores, aseguran los críticos. Ahora Merkel está siendo presionada para que permita el uso de los fondos del euro para rebajar los costos de la deuda española e italiana y ayudar a los bancos españoles, así como para que se implique en iniciativas más extensas como la emisión conjunta de deuda pública mediante los eurobonos.
La canciller reaccionó este mes señalando que Berlín está preparado para abrir su cartera, pero sólo a largo plazo y a cambio de una "unión política" que supondría una mayor cesión de poderes políticos de los Estados miembro de la eurozona a Bruselas. "No sólo necesitamos una unión monetaria, sino también una unión fiscal, lo que significa más política monetaria y presupuestaria conjunta", dijo.
El presidente del banco central, el Bundesbank, también llamó la atención con sus declaraciones. "No das tu tarjeta de crédito a alguien si no puedes controlar sus gastos", dijo Jens Weidmann. Berlín ya puso precio a su solidaridad —la puesta en marcha de una compleja iniciativa política que requeriría probablemente cambios en los tratados europeos y reformas constitucionales en Alemania y en otras naciones—, por lo que ahora les toca a otros decir si están dispuestos a aceptarlo.
La posición de Francia es muy problemática. Históricamente, el país en extremo centralizado es reticente a ceder demasiados poderes a Bruselas. El anterior gobierno dirigido por el presidente de centroderecha Nicolas Sarkozy ofreció una fuerte resistencia a adoptar decisiones que hicieran más fácil imponer sanciones a Estados de la UE que gastaran demasiado.
Se espera que el nuevo líder socialista, François Hollande, ofrezca menos oposición a la idea de una Europa federal que Sarkozy, pero ello podría cambiar una vez que la Comisión Europea comience a presionarlo para que reduzca el déficit. Hollande resultó elegido con la promesa de contratar a 60.000 nuevos profesores y dar marcha atrás con una reforma de la pensiones que elevó la edad de jubilación de 60 a 62 años. Si la "unión política" de Merkel fuera una realidad, la UE tendría probablemente el poder de frenar esas iniciativas.
Bruselas ya puede meterse en políticas nacionales gracias al "six-pack" de los seis instrumentos legislativos para reducir el gasto y las normas de coordinación económicas aprobadas el año pasado con el objetivo de prevenir futuras crisis de deuda en la eurozona. Algo que ya provocó los primeros choques: cuando el comisario de Economía europeo, Olli Rehn, le dijo al gobierno belga que tenía que adoptar medidas de austeridad extraordinarias para escapar de la amenaza de sanciones presupuestarias, el ministro socialista Paul Magnette se rebeló. "¿Quién es Olli Rehn para decirnos cómo debemos conducir la política europea?, dijo.
Al parecer, Rehn reconoció indirectamente el problema al destacar hace unos días que cualquier intento de apuntalar la eurozona uniendo soberanías nacionales no puede dejar de lado a la población. Por eso llamó a "un genuino proceso político para dar legitimidad y responsabilidad democrática a más movimientos" de integración.
Pero con partidos euroescépticos al alza en países como Francia, Finlandia, Holanda e Italia, es mucho pedir que se convenza a los votantes de las ventajas de ceder más poderes a Bruselas para solucionar los problemas económicos. Los recientes experimentos no tranquilizan: en la última década, los referendos relacionados con la UE mostraron su rechazo a Europa en países como Francia, Holanda o Irlanda.