Hay una pregunta que sobrevuela por lo bajo en las familias de las y los jóvenes con discapacidad sobre qué será de la vida de esas hijas e hijos cuando sus madres y padres ya no estén. Para intentar dar respuesta a este complejo interrogante, el psicólogo y psicoanalista Marcelo Rocha reeditó el libro Discapacidad, orientación vocacional y proyecto de vida (Homo Sapiens Ediciones), donde aborda a las personas con discapacidad como sujetos plenos de derechos, contemplando sus deseos e intereses como los motores que los impulsen a concretar lo que decidan hacer en el ámbito laboral, social y deportivo.
La primera edición de este libro fue hace diez años, cuando la orientación vocacional ni siquiera podía ser nombrada de esta manera. La que presenta este año es una versión actualizada y ampliada, que tiene varios capítulos nuevos, y que —tal como postula el autor— se decidió a la reedición ya que “es el único libro sobre esta temática y no hay bibliografía que aborde el cruce entre discapacidad y orientación vocacional”.
El autor rememora los inicios de sus trabajos: “Cuando empecé en 2005 no había investigaciones, no había nada, el libro fue construido de a poco. En ese tiempo al ser invitado por un colega Sergio Enrique del área de orientación vocacional de la UNR (Universidad Nacional de Rosario), empecé a trabajar en su equipo, fui tomando contacto con la teoría, inicié las prácticas y me di cuenta de que era un tema importante para llevar al campo de la discapacidad, más que nada para dar respuesta a preguntas cómo: ¿Qué será de ellos cuando yo ya no esté?”, relató Rocha en diálogo con La Capital, para agregar que ese es un interrogante de los padres y de los profesionales que lo deben abordar con ética para poder acompañar a los sujetos hacia un camino de autonomía.
Rocha se centra en la valoración de las personas que presentan casos graves de discapacidad, ya que aclara que quienes tienen impedimentos físicos o son no videntes suelen estar más incluidos en cualquier tipo de programa de aprendizaje, pueden sumarse a un curso o desarrollar una carrera universitaria. La mayor dificultad es para quienes presentan deficiencias intelectuales y mentales. Es ahí donde la incapacidad se vuelve una barrera y la sociedad en general no está preparada para recibirlos y acompañarlos. Y ellas y ellos, como el resto de las personas, merecen desarrollarse, seguir sus deseos, elegir su futuro, construir su proyecto de vida. Que puedan amar y ser amados, e incluso que puedan maternar o paternar si es que quieren hacerlo.
“Apunté a la franja de quienes tienen discapacidad intelectual o mental, para generar una práctica posible que los acompañe a elegir en base a sus decisiones, la realidad es que el deseo suele estar sesgado, por ciertas prácticas o profesionales que deciden por ellos, de hecho muchas familias suelen determinar por sus hijos, cuando ellos también tienen que tener esa posibilidad de definir qué ser o hacer, eso es fundamental”, expresó, para señalar que es prioritario trabajar en construir su identidad, sus sentimientos hacia sí mismos y hacia otros, y a definir su lugar en el mundo.
El camino a transitar es hacia la conquista de “habilidades sociales” que le permitirán forjar un proyecto posible. “Todo lo que hagamos hoy con un niño con discapacidad tiene que ver con lo que va a hacer de su futuro, y particularmente la orientación vocacional apunta a esto, mi sueño es que algún día estas prácticas estén instaladas en todas las escuelas especiales del país, hay cantidad de jóvenes que transitan por instituciones especiales y esa es mi ambición, que llegue a todos esos lugares”, precisó. Y afirmó que en la provincia de Entre Ríos las escuelas especiales integrales ya incluyen áreas específicas de orientación vocacional con profesionales dedicados a las personas con discapacidad, mientras que en Santa Fe es una materia pendiente.
“Por supuesto que hay apuestas de profesionales, de centros, de escuelas que intentan introducir estas prácticas en sus instituciones pero no está formalizado, algo que sí ocurre en otras provincias del país, especialmente en establecimientos educativos y terapéuticos que alojan a la franja etárea que va de los 16 años en adelante”, dice el psicólogo.
Rocha es oriundo de Firmat y realizó parte de su práctica en Casilda, identifica que las y los jóvenes con discapacidad son llevados de la mano por los adultos a centros de día o instituciones con muy buenas intenciones en general o a veces porque no queda otra opción, pero de cualquier forma puede ser el puntapié para desarrollar nuevas improntas en sus vidas. “Tomé a esas prácticas de orientación vocacional para mostrar que es posible llevarlas a cabo en diferentes lugares, hice una experiencia durante muchos años en Casilda, en el centro educativo terapéutico El Puente, y ese trabajo generó la investigación, y muchos de los capítulos del libro. El objetivo es que las sociedades avancen en lo que es la inclusión en la convivencia, que una persona con discapacidad no tenga que esperar que un club arme una práctica que lo incluya para poder ir, elegir construir un proyecto de vida no tiene que ver sólo con poder estudiar y trabajar, sino con poder ser alguien en el mundo”.
El autor trabajó también en desacralizar ciertos espacios a los que son destinados los discapacitados. “La intención es fomentar las prácticas de orientación en sujetos con discapacidad en las instituciones especializadas pero también, que en los lugares en los que se brinda orientación vocacional se amplíe la práctica y se pueda recibir a estos jóvenes, para poder acompañarlos en la construcción de proyectos de vida que vayan más allá de estas cuestiones de hacer plantitas o hacer bolsitas, de hacer objetos de carpintería, si desmerecer esto que es muy importante porque se trata de lo que un sujeto puede hacer, dar la posibilidad a través de un encuentro grupal que ellos puedan decidir por sí mismos en base a sus deseos lo que quieren hacer de su vida”.
Premio de la Fundación El Libro
Marcelo Rocha recibirá en mayo un reconocimiento por otro de sus diez libros, esta vez será distinguido por “La convivencia como base de la inclusión escolar. Lo social como punto de fuga entre lo educativo y lo terapéutico”, que se publicó en 2022 y fue premiado por la Fundación El Libro con la mención por Mejor Libro en Educación.