José Ricardo Casanova tenía 63 años y se ganaba la vida haciendo custodia
informal, con una improvisada cachiporra de madera, en una despensa de Biedma y Garzón, en barrio
Bolatti. El propietario de ese negocio es un suboficial de la policía santafesina. El jueves por la
noche, según contaron ayer los vecinos de esa cuadra, el almacén que cuidaba José fue blanco de un
robo. Dos pibes, uno de ellos armado, retuvieron a una clienta y a los dos jóvenes que atendían,
una de ellas la hija del dueño. Todo hace presumir que José advirtió el accionar de los muchachos y
se ubicó como para cerrar la salida a los delincuentes. Ahí recibió el balazo que lo mató, entre la
clavícula y el cuello.
¿Pero quien mató a José? Fuentes allegadas a la investigación confirmaron que el
suboficial dueño del comercio escuchó desde su casa, comunicada por una puerta interna con el
almacén, que el robo estaba sucediendo. Inquieto por la suerte de los que estaban dentro del
negocio el suboficial, de 45 años, ingresó por detrás del mostrador, del lado opuesto a donde se
colocaba José.
A partir de ese momento el relato de los vecinos entra en un cono de sombras.
Son cinco segundos de incertidumbre vitales para saber cómo fueron los hechos.
Varios vecinos alimentaban la idea de que a José lo asesinó el ladrón que estaba
armado, una vez que lo puso en fuga el policía. "Estos hijos de puta lo mataron porque no se
pudieron llevar nada", propuso, con genuina amargura, uno de los comerciantes de la cuadra.
Pero esa no es la hipótesis predominante de la investigación que lleva adelante
el juez de Instrucción Javier Beltramone. Según pudo saberse el suboficial dueño del lugar abrió
fuego con su arma reglamentaria al menos una vez. Disparó en la dirección donde José recibió el
balazo mortal. En el lugar se secuestraron una vaina servida calibre 9 milímetros y un plomo.
Elementos que irán a pericias y que resultarán esenciales para determinar si el disparo que mató al
improvisado custodio salió del arma del policía. Si bien los vecinos aseguran no haber escuchado
detonaciones, una fuente ligada a la causa comentó "que la cliente retenida por el ladrón dijo
haber escuchado varios disparos".
José recibió un sólo impacto, que le atravesó la zona alta del pecho de manera
transversal, con trayectoria de derecha a izquierda. El proyectil le salió por debajo de la axila
izquierda. Fue trasladado en ambulancia al Clemente Alvarez, pero no sobrevivió.
Zona de inquietud. La granja donde José fue asesinado está ubicada en Juan
XXIII, la prolongación de Biedma, al 6000, casi esquina Garzón. En los confines del barrio Bolatti
con el Hipotecario, zona sudoeste de Rosario. Ahí reside desde que el barrio fue entregado en la
década del 80, en una vivienda de clase media trabajadora, el suboficial Edgardo C., de 45 años,
con su esposa y dos de sus tres hijos: una mujer de 25 y un joven de 15. La familia atiende el
almacén hace veinte años.
El negocio es una extensión de la casa del policía. Para ingresar hay que pasar
por dos puertas y un pequeño hall. Este vigilante, con pasado en la Brigada de Investigaciones,
trabaja desde hace una década en la División de Asuntos Internos de la policía santafesina.
"Son una familia diez puntos. Si necesitas algo y no tenés plata te fían y no te
andan corriendo para cobrarte. Y el señor, un buen vecino", explicó una doña del lugar.
El ayudante. José se hizo conocido en la cuadra hace dos años, cuando llegó
ofreciéndose para custodiar negocios, casas y autos. "Siempre andaba con una cachiporra de madera.
A mi me sacó rajando varias veces", le contó un muchacho del barrio al cronista antes de sincerarse
con una sonrisa pícara: "Pero yo recién vengo de Tribunales: me cerraron tres causas".
Todos los consultados hablaron respetuosamente de José, al que designaron como
un vecino correcto. Que empezó cuidando la cuadra todos los días de 19 a 6, pero que desde
principios de año sólo trabajaba para la despensa. "Llegaba a las 19, cuando anochece, y se quedaba
hasta que cerraran sobre las 22. Por ahí estaba afuera del local o se quedaba en la entrada",
explicó una doña.
Sobre Juan XXIII entre Garzón y Magallanes conviven vecinos civiles y de
uniforme. Muchas familias de policías, gendarmes y agentes de Prefectura. Además es un pequeño
centro comercial donde hay de todo: verdulerías, carnicerías y hasta una mercería. "Ya no se puede
vivir. Estos pibes, por drogas, te roban cualquier cosa, a cualquier hora. Y no todos son del
barrio", aportó otro vecino.
Según el relato coincidente de varios vecinos, el jueves a las 20.45, en el
almacén del policía había cinco personas, tres de ellas clientes.
Una de las dos personas que atendía era la hija de Eduardo C. En ese momento a
la granja entraron dos muchachos. José los vio, algo no le gustó e ingresó detrás de ellos.
La acción. Uno de los pibes entró al local y el otro se quedó en el hall. José
se paró al lado, sobre la pared este, según la mancha de sangre que quedó en el lugar. El maleante
que estaba en la granja retuvo a la clienta y exigió el dinero. Eduardo C. entró desde su casa al
local empuñando su arma reglamentaria. A partir de ese momento los relatos son contradictorios.
Las pericias y el resultado de la autopsia serán vitales para determinar quién
mató a José. Fuentes consultadas comentaron como una posibilidad creíble que la bala que mató a
José no lo hubiera impactado directamente, sino tras rebotar en una de las paredes.
Eduardo C. quedó detenido a disposición del juez Beltramone. Se le secuestró su
arma reglamentaria y se le realizó una batería de pericias. Los dos ladrones huyeron. Uno se
zambulló por los pasillos del barrio Hipotecario y el otro corrió por el campo con rumbo oeste.