Son las tres de la tarde de este domingo 18 de diciembre de 2022 que quedará en la historia. Hace apenas unos minutos Gonzalo Montiel metió el penal que le dio el Mundial a Argentina, y en Echesortu la gente sale de a poco a la calle rumbo al Monumento a la Bandera, donde como siempre se concentran los festejos. Las bocinas son constantes, apenas interrumpidas por la explosión de pirotecnia, gritos, cornetas, y cánticos desde los balcones.
Lentamente se va armando una caravana de autos y motos que pasan haciendo ruido, chatas y camionetas con las cajas llenas de personas sonrientes. Los que van arriba sacan la mano por la ventanilla, saludan, arengan, celebran. Una nena de no más de seis años grita "vamos Argentina" entre lágrimas.
En las veredas comienza a aparecer gente, sobre todo familias, caminando con banderas. Todo el pueblo rosarino es una sola catarsis. El triunfo despertó un bramido colectivo, que explotó como un grito contenido por tantos años, como un descanso de la angustia cotidiana, el bálsamo para la dificultad de vivir en una ciudad en la que la incertidumbre y el miedo son sensaciones omnipresentes.
Se hacen las 15.15. En la calle no hay colectivos y la app Cuándo Llega indica cualquier cosa, anunciando el arribo de unidades que jamás pasan. El sistema indica dos veces que está "arribando" un 122, y una vez un 140. Ambos son invisibles, coches fantasmas. En las esquinas comienzan a agolparse rosarinos.
A la parada llega un grupo de cuatro chicos y chicas veinteañeros, la mayoría con camisetas de la Selección y cervezas en la mano. Una joven, la única sin remera celeste y blanca, habla con acento portugués. Una amiga le canta "Brasil, decime que se siente" y la abraza. "¿Sos brasileña y vas a festejar al Monumento?", le pregunto. "¿Qué importa?", responde y se ríe, tomando un trago.
Pasa media hora más. Cada vez circulan más y más vehículos rumbo al centro. El grupo se cansa de esperar frente a la plaza Buratovich y encara rumbo a calle Mendoza, donde pasan más líneas. Las paradas revientan de gente. El transporte público brilla por su ausencia.
La única alternativa es Córdoba. Es una de las vías de llegada al epicentro de los festejos, y una conexión importante del todo el oeste con el casco histórico de la ciudad. Ahí el panorama es aún más festivo. La fila de autos es interminable. Alguien grita "te amo Argentina" con todas sus fuerzas. La alegría es total.
Sin coches a la vista, mucha gente decide caminar rumbo al centro. Una pequeña peregrinación comienza en Francia y Córdoba, con el Monumento como guía. En la esquina con Ovidio Lagos hay una multitud con bengalas y bombos. Cuando corta el semáforo se vuelcan a la calle a bailar y cantar "Muchachos", el hit de esta Copa.
Llegando a Oroño, la fila de caminantes se espesa. Desde un auto le dan play al himno nacional y los que pasan lo cantan con pasión. Sigue sin aparecer una sola unidad del TUP. Igual ya nadie las espera. La muchedumbre toma por asalto el Paseo del Siglo. En las veredas se avanza en fila india. Los kioskeros cierran la puerta y atienden desde la reja para evitar verse sobrepasados por la afluencia.
Como en toda fiesta, se ve mucho alcohol. Ante el uniforme de las camisetas, es de las pocas cosas que permite ver una marca social en los hinchas. Hay latas de cerveza, vino en caja, fernet armado en botellas de plástico cortadas. Un osado lleva un Johnny Walker Black Label en la mano, y una botella de Coca Cola en la otra. Está en cuero, y en la espalda tiene pintado el número 23 y la palabra "Dibu". A lo lejos se escucha un "Ole ole ole, Dibu, Dibu" en honor al arquero atajapenales.
Como novedad, se ve a muchos grupos de mujeres, en especial de chicas jóvenes. Espontáneamente se arman círculos de gente saltando que canta a los gritos, luego se desarman y vuelven a aparecer más adelante. Hay mucha presencia de espuma en aerosol, típico de carnaval y producto de la rareza de un Mundial en verano.
"El que no salta es un inglés" es otra de las canciones que más se cantan. Una piba de rastas se la traduce a un muchacho de rulos con mucho aspecto de extranjero que pregunta qué significa la letra en un español confuso.
Al llegar a peatonal, y en todo el tramo hasta la plaza 25 de Mayo, ya todo es una marea humana celeste y blanca, en las que se ven acá y allá alguna remera de Newell's y de Central. Pero no hay cargadas ni desmanes. Este domingo no hubo grieta rosarina. En el Pasaje Juramento pica el sol de las 17, todos son argentinos y celebran lo mismo. Y no es poco en una ciudad tan atravesada por la violencia.