"Era un trabajador, un deportista, un buen padre y lo mataron por robarle una moto. Queremos que esto no pase más, queremos no sentirnos solos", dijo Miriam Rodríguez, la viuda de Adrián Eduardo Tata, quien murió el 28 de julio tras permanecer internado dos semanas en el Hospital de Emergencias. Lo habían baleado el 14 de julio para robarle una Honda Tornado 250 en el Cruce Alberdi. Entonces recibió un balazo calibre 22 que le dejó un pequeño orificio en la piel pero que le destrozó el pancreas, el hígado y el intestino. "Murió a raíz de una brutal infección ocasionada por las heridas", recordó ayer la mujer.
Atrás de esa muerte inútil queda una familia que se desarrollaba día a día. "Tenemos tres hijos grandes. Uno estudia en la facultad y los otros dos hacen carreras terciarias", contó Miriam. "Adrián era metalúrgico desde siempre y compró la moto para ir a su trabajo (una empresa de Deán Funes y Rodríguez). Pero ya le había agarrado el gustito a andar en moto y por eso hicimos un viaje juntos a Entre Ríos. Ahora pensabamos hacer uno al norte", cuenta Miriam con ánimo de llanto. Pero no lo hace, se fortalece en el recuerdo. La familia vive desde siempre en Pueblo Nuevo, un barrio de clase media en Villa Gobernador Gálvez.
Persecución. El domingo fatídico en que balearon a Tata, dos hombres intentaron robarle su moto de una manera igual a cientos de robos pero en un lugar poco usual y ante la vista de numerosos testigos. Fue en el Cruce Alberdi donde se le acercaron dos muchachos montados en una Honda Falcon de 400 cc. y le dijeron al hombre y a su mujer que les entregaran la moto. Tata empezó a huir por calle Salta. Lo persiguieron seis cuadras. "Se acercaban, nos insultaban y disparaban", cuenta ahora Miriam.
En tres oportunidades los maleantes descargaron su arma. Uno de los tiros impactó en la pierna izquierda de Tata y otro le dio en el abdomen. Ese fue fatal y devastó el cuerpo del hombre de 44 años.
La persecución fue por las calles de Pichincha. "Se acercaban, disparaban y Adrián los perdía. Nadie llamó a la policía. La gente tal vez no entendía lo que pasaba. Cuando llegamos a la esquina de Francia y Jujuy, después de dar varias vueltas, casi chocamos con un auto y entonces la moto cayó de costado. Los ladrones se bajaron de su rodado y mi marido comenzó a pelear con uno de ellos mientras el otro me apuntaba con el arma y me decía que no me moviera. Ahí sí se acercaron los ocupantes del auto que casi chocamos y más gente hasta que los delincuentes se fueron", recordó la mujer.
Nadie preguntó. Tata fue trasladado al hospital en el móvil policial que acudió al llamado de los vecinos. Y estuvo internado en una sala de terapia intermedia 14 días. "Estuvo lúcido y soportando cada operación. Fueron cuatro en total. Le dejaron el abdomen abierto y lo curaban diariamente. El fue deportista, músico, y sobre todo una persona que era feliz, por eso soportó tanto dolor", dijo Daniel, hermano de Tata.
La familia ahora sólo pide atención: "No queremos ser un número en la estadística de muertes y robos. Queremos que el juez nos cite, que la policía se preocupe, que se busque a los culpables", reclama acongojada Miriam.
Los días posteriores al robo la policía no fue al hospital ni tomó contacto con la familia. "Un día fui a la seccional a buscar los efectos personales de mi marido: una cadenita, una campera, pavadas. Y les dije por qué no investigaban, por qué no iban al hospital para que les contáramos con más tranquilidad los hechos, para tomarle declaración a mi marido, que recordaba cada momento y podía reconocer a quiénes nos habían robado. Dos días después fueron, pero mi duda es que si yo no hablaba nadie se preocupaba por el caso ni por saber qué pasó esa tarde", dijo la mujer.
"Aunque parezca una superchería mi hermano tres días antes del robo soñó con mi padre varias noches seguidas. Es más, fue al cementerio para mostarle en la tumba la moto que se había comprado. Para nosotros, que somos gente de trabajo, esto es un avance. Pero mi familia viene muy mal con las desgracias estos últimos años", dijo Daniel Tata.
"Nos sentimos solos, estamos solos. Nadie llama ni pregunta, ni el juzgado ni nadie se acerca para preguntar qué pasó, para intentar aclarar el caso. Nosotros no queremos que esto se tape. Por eso hoy (ayer) vamos a la marcha por la seguridad que se armó desde las agrupaiocpone de moteros" (ver página 8).
El número es imprudente, obsceno. Según estadísticas difundidas hace un mes por la Justicia provincial, en los primeros meses de 2013 fueron sustraídas 3.252 motos en Rosario. Comparado con el mismo lapso de 2012, cuando se denunciaron 2.617 hechos, implica un aumento del 25 por ciento. Las cifras también indican que en la ciudad se concreta un robo de estos cada 15 minutos, y los muertos se suman.