Se entiende a Estefanía cuando se conoce a su mamá, Norma Córdoba, la mujer que decidió sacarse un riñón para donárselo a su hija. Deportista, madre de cuatro hijos (la única mujer es Estefanía), a sus 54 años sigue jugando al vóley y está organizando un campeonato. Cuando hace dos años los médicos le dijeron que su hija no tenía más camino que la diálisis y el trasplante ella no lo dudó. “Soy madre”, dice con una sonrisa.
“Estefanía nunca tuvo síntomas de nada, ni tampoco antecedentes, pero le pasó, y gracias al trasplante ahora vive”, afirma Norma, feliz de tener a su hija y a su nietito Bautista.
“Nosotros no conocíamos nada sobre el trasplante de órganos, pero cuando te toca te empezás a meter en un mundo nuevo”, reconoce la mujer que hoy es una activa luchadora por la donación.
Entraron juntas al sanatorio y a cada una se le aplicó un tratamiento distinto. Norma tiene una cicatriz al costado que delata que tuvo una gran intervención. Le tuvieron que cortar una costilla para poder extraer el riñón y el uréter que necesitaba su hija. A los tres días la mujer ya estaba bien y volvió a su casa.
“Los momentos feos se olvidan después y se tapan con tantas cosas buenas como vivimos”, rememora emocionada. “Cuando pedimos dadores de sangre, que necesitábamos 30, se presentaron 60”, recuerda y cuenta que el día de la intervención hubo más de 70 personas entre amigos y familiares en el sanatorio para acompañarlos.
“En estos momentos te das cuenta de que tenés mucha gente que te quiere y eso es muy fuerte porque uno está entregado en manos de Dios y de los médicos. Sabés que de ellos depende la vida de tu hija y todas esas muestras de afecto ayudan un montón”, reconoce.
Por una oportunidad
Actualmente madre e hija luchan para que todas las personas que recibieron un trasplante tengan la oportunidad de hacer deporte. Para ello ya se contactaron con funcionarios municipales con el objetivo de armar actividades en el estadio municipal. Están convencidas, porque lo han vivido, de que el deporte no sólo ayuda en la recuperación de los trasplantados y los donantes, sino que también favorece el funcionamiento de los órganos.
Estefanía se ocupará de controlar, juntamente con un equipo médico ya dispuesto, a cada trasplantado que se acerque, para ver qué deporte puede hacer. En tanto Norma será la organizadora general. Y ya está trabajando en cuestiones burocráticas para que la idea se concrete este año.
Todo los interesados pueden llamar al 155-989646.
El deporte, todo un desafío
Leo (Leonardo) Vidal es otro de los deportistas santafesinos que recibió tres medallas en el último Mundial, y a su vez, fue el primero que participó de un campeonato semejante en el 2013, cuando se hizo en Sudáfrica. En esa oportunidad fue el único deportista que representó a la provincia.
Pero este muchacho tiene mucho más que medallas. Fue el primer paciente que recibió un órgano de un donante vivo que no es familiar en un hospital público de Rosario.
Por primera vez, en julio de 2008, la Justicia se mostró favorable a que este muchacho recibiera un riñón de una persona que no fuera familiar. Se trataba de Mercedes Bruno, una mujer "con un corazón de oro" como dice Leo, que le donó su riñón. Y es que Leo es húerfano de padres y sus dos hermanas quisieron donarle pero no eran compatibles.
Cuando Mercedes, vecina de Leo y muy amiga de la mamá del joven, se enteró de esta situación, a escondidas se hizo los estudios. Pasó casi un mes cuando supo que ella sí era compatible y entonces los médicos le dieron la gran noticia a Leo.
Para entonces el chico había pasado tres años haciéndose diálisis en el Hospital Centenario.
La insuficiencia renal de Leo se la descubrieron cuando el tenía 19 años. Si lo hubieran sabido antes con una sencilla intervención se hubiera solucionaba, pero no pudo ser. Sin embargo el chico se cuidó y llegó en óptimas condiciones para el trasplante que se concretó en 2008.
Esa fue la primera "carrera" que corrió en su vida pero no la última. Después de que se recuperó de la intervención que le salvó la vida, Leo empezó a ir a natación y a salir a correr.
"Me sentía mucho mejor después de hacer deporte", cuenta a Más desde su casa en Pérez.
Y así empezó a hacerlo cada vez más, hasta que se animó y se anotó en un maratón de 9 kilómetros. "Lo disfruté un montón. Era todo nuevo para mí pero veía que me hacía bien", rememora.
"Los médicos me dijeron que era bárbaro y que además el deporte ayuda a eliminar toxinas. Me desalentaron con el fútbol, pero no me puedo resistir", cuenta el joven que ya tenía organizado un partido de fútbol con amigos al terminar la entrevista con este diario.
Leo siguió participando en varios maratones, y allí conoció a gente del Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Organos (Cudaio), que le informaron sobre la existencia de las competencias nacionales e internacionales para deportistas trasplantados.
Ese año (2012) se organizaron los juegos nacionales y Leo se animó a ir. Corrió 5.000 metros y 800 metros en pista. "Saqué medalla en todo lo que participé, pero además me divertí, conocí gente que son amigos todavía hoy", confiesa.
Al año siguiente, lo convocaron para participar en el mundial que se hacía en Sudáfrica. "Yo me reía porque me parecía imposible llegar hasta allá. Es verdad que había becas pero jamás pensé que me iba a tocar", dice y se ríe porque a tres meses de comenzar aquella competencia, lo llamaron diciéndole que había sido seleccionado con beca completa para ir al mundial. "Fue una alegría enorme", reconoce y cuenta que allí conoció a gente trasplantada de todo el mundo, y que si bien no logró medallas, volvió sumamente enriquecido. Y además, conoció a una persona que lo animó a que practique vóley. "Me dijeron que la altura me podía ayudar así que cuando volví empecé a entrenar con Estefanía Libonatti, también trasplantada y que acá le dicen la Messi del vóley, y en el mundial de Mar del Plata logramos la medalla de oro por muy poquito", relata el joven entusiasmado.
A seis años del momento crucial del trasplante Leo se encuentra completamente recuperado. Le debe la vida a Mercedes y se lo agradece cada vez que la ve.
Esa intervención le permite vivir, trabajar, aprendió electricidad y hace distintos arreglos y además disfruta de la vida al aire libre practicando deportes. Hoy, por su experiencia, es uno de los impulsores de la actividad física para trasplantados.