Cuánto para hablar de la libertad de prensa, y cuanto para decir sobre la libertad de expresión. La libertad de prensa se basa en el derecho de los individuos para organizarse, crear y promover medios de difusión dentro de las normas legales que establece el Estado; y la libertad de expresión sintéticamente se basa en la posibilidad que poseen los ciudadanos para expresar en dichos medios sus ideas y opiniones, dentro de normas que establecen los códigos de moral y respeto. O sea poseer un medio de comunicación representa tener libertad de prensa. Por otro lado, nos resta saber y comprender qué representa la libertad de expresión, dos cosas totalmente distintas. Libertad de prensa, como dijimos, crear un medio, reglamentarlo y usufructuarlo, simple y sencillo como cualquier otro negocio. Pero hablar de libertad de expresión resulta un poco más complejo y comprometido, ya que se trata de analizar el contenido de esos medios. Podemos recurrir por ejemplo a lo dicho en el año 1859 por el escritor John S. Mill, quien decía: "La mayor libertad de expresión es necesaria para encajar a los asuntos dentro de sus límites lógicos, en lugar de los límites de la vergüenza social". Dicho de otro modo, el escritor explica que el mercado de ideas que conforma la libertad de expresión, estando ellas en igualdad de condiciones, sirven a los ciudadanos para identificar cuáles son verdaderas y cuales falsas o tendenciosas. Suponiendo esta deducción como lógica obtendríamos que cualquier idea tendría la misma penetración en el mercado, pero aquí entra a prevalecer el poder del que comunica y, a pesar de que se puedan publicar todas la ideas, tendrá mayor penetración o poder de convencimiento aquella idea que sea expuesta en los medios de mayor poder económico; esta es la debilidad del mercado de ideas que representan la libertad de expresión. Cómo logra el ciudadano saber si es verosímil lo que se expresa o si se persigue la verdad cuando se está siempre en la crítica y en la opinión disidente, hecho éste que, mediante una simple deducción, termina convenciendo de una existencia lógica en la persecución de la falsedad. El hecho de aceptar y consumir la emisión y convivencia de las opiniones disidentes dentro de un marco de respeto y diálogo constructivo nos permite poner a prueba, mantener viva y fundamentada la verdadera opinión y su sentido constructivo, evitando caer en el error de consumir o creer en una sola idea, la que por su poder de comunicación se termina convirtiendo en un dogma inútil o un perjuicio infundado. Mill no tuvo la posibilidad de comparar y no tenía elementos en aquella época, la libertad de expresión con un mercado de confrontaciones y banalidades como el que hoy padecemos con resultados improductivos y vergonzosos, sus ideas apelaban a la libertad para exponer y discutir las ideas con el único fin de proveer de conocimiento y compromiso tácito con lo expresado, implicando para ello normas implícitas de conducta que aseguren el mutuo respeto entre los disidentes, y el provecho para quienes decidan consultar, aceptar y poner en práctica, ideas y proyectos corporativos, hoy tristemente banalizados y desvirtuados por la baja estatura de sus proponentes, y quienes en clara e inescrupulosa complicidad comercial le otorgan los espacios necesarios.































