Durante mis treinta años como docente en Adoratrices siempre procuré que mis alumnas alcanzaran a comprender la relevancia de la libertad de pensamiento. Siempre creí que cada ser humano sólo es una persona si goza de ese bien que hace a la esencia de la condición humana. Cada uno de nosotros tiene derecho a pensar lo que se le da la gana, especialmente en política y en religión, siempre que no ofenda o atente contra derechos de terceros. Cada uno de nosotros tiene derecho a profesar cualquier tipo de ideología pero debe tener bien en claro que esa ideología no es un dogma, no es una verdad revelada, no debe ser impuesta al resto de las personas. Debe tener bien en claro que esa ideología es relativa, no absoluta, lo que significa que siempre está sujeta a recusación. Cuando desde el poder se obliga a los hombres a la obediencia ciega so pena de ser considerado un traidor o un desertor, la libertad de pensamiento sufre grave perjuicio. Un gobierno que dice, por ejemplo, "si me criticás significa que estás siendo manipulado por un medio", lo que está haciendo es obligarte a estar con él, a ser un incondicional suyo, y eso termina por aniquilar tu libertad de pensamiento. Si todo se reduce a ser incondicional de un gobierno o un traidor, el pensar pierde toda su significancia. Por eso en la Argentina no se debate, no se discute de manera civilizada, lo único que se persigue es aniquilar al enemigo. En un ambiente donde la libertad de pensamiento no existe, sólo reinan el miedo y la opacidad intelectual, el grito y la violencia, la burla y el insulto soez.