Cinco años después de un tiroteo, la familia de un remisero espera justicia
"Si no la tenía clara, porqué no le disparó a las piernas". Para Susana Luna, la mamá del
remisero Fabio Alberto Lunardelli, acribillado por balas policiales el 24 de marzo de 2004, no hay
explicación que alcance. Tampoco para Sandra Breolece, la viuda de este muchacho que murió en un
oscuro tiroteo en Circunvalación y Camino de los Granaderos.
21 de junio 2009 · 01:00hs
“Si no la tenía clara, porqué no le disparó a las piernas”. Para Susana Luna, la
mamá del remisero Fabio Alberto Lunardelli, acribillado por balas policiales el 24 de marzo de
2004, no hay explicación que alcance. Tampoco para Sandra Breolece, la viuda de este muchacho que
murió en un oscuro tiroteo en Circunvalación y Camino de los Granaderos. El chofer, proclama su
familia, tuvo la desgracia de tomar como pasajeros a dos delincuentes y morir perforado de seis
balazos disparados por policías que los seguían y que también abatieron a un hampón cordobés que
iba en el auto.
Todo lo que rodeó a la muerte del chofer estuvo teñido de oscuridad.
Incluso, la reconstrucción del episodio que estaba pautada para la semana pasada y que se frustró
en cinco minutos. Es que uno de los dos policías que participó de la balacera, y que fue
sobreseído, se negó a prestar su colaboración para que la medida se llevara a cabo. Una actitud que
podría costarle una imputación judicial. Además, otro de los testigos convocados, quien en aquel
momento trabajaba en una gomería, llegó una hora tarde porque entendió que debía presentarse en
Tribunales. En medio de todo eso, el dolor de los familiares que habían llegado buscando las
respuestas que se les niega desde hace cinco años y sosteniendo, como desde el primer día, que
Lunardelli no era un delincuente.
Muy pocas cosas quedaron claras sobre el incidente que fue investigado
por dos magistrados. En noviembre de 2007 el juez de Instrucción Luis María Caterina, el primero
que tuvo la causa, determinó que el acta policial donde se consigna el tiroteo y en la que a
Lunardelli se lo presentó como un peligroso hampón, fue falseada para justificar la respuesta
armada (ver aparte). Eso puso bajo la lupa a ocho policías, quienes en su mayoría fueron
apercibidos.
Después, la causa recayó en manos del juez Correccional Juan Carlos
Curto, quien investiga el homicidio culposo de Lunardelli a manos del cabo de la policía Sergio
Sandro Correa. El cabo admitió que, como se le había trabado el mecanismo de su pistola
reglamentaria, disparó con una ametralladora FMK3. Lunardelli recibió seis balazos calibre 9
milímetros.
De alto impacto. El hecho fue conmocionante. El relato oficial indicaba que el miércoles 24 de
marzo de 2004, a las 13, dos peligrosos ladrones habían sido abatidos por una dotación del Comando
Radioeléctrico de Rosario luego de una persecución y un encarnizado tiroteo. Fue a pocos metros del
cartel que indica el “fin de autopista” Rosario-Santa Fe y de la colectora este de la
Circunvalación. Tres delincuentes (según la versión oficializada) volvían en un Renault 18 de color
lila tras intentar robar una distribuidora de lácteos en Granadero Baigorria.
En el final de la autopista ocurrió el oscuro episodio donde murieron
baleados Lunardelli y el hampón cordobés César Ariel Polaco García. Hubo un sobreviviente: Carlos
Manuel Fiordellino, hijo de un comisario retirado, quien recibió un balazo que no puso en riesgo su
vida.
Poco antes del mediodía del 24 de marzo, Lunardelli, quien tenía 37 años
y trabajaba informalmente como remisero con su Renault 18 desde barrio San Francisquito, tomó un
viaje pedido por dos hombres que querían ir a Granadero Baigorria. El remisero estaba casado con su
novia de toda la vida y tenía dos hijas. Cuando salió, el hombre le dijo a Sandra, su mujer:
“Esperame para comer que ya vuelvo”.
A las 13 de ese mismo día Lunardelli estacionó sobre la mano de la
autopista que ingresa a Rosario, a pocos metros del nacimiento de la Avenida de los Granaderos. Por
detrás se estacionó el móvil 2185 del Comando de Rosario. Hoy, en ese lugar, se levanta un pequeño
monolito donde los familiares del remisero muerto le dejan sus ofrendas florales.
“Dos ladrones muertos”. El acto que le siguió a esta escena fue anunciado
oficialmente como el abatimiento de dos cacos tras una persecución. El acta preventiva en la que se
narró el episodio fue calificada como falsa por el juez Caterina. Lo que quedó en evidencia fue que
en el lugar estaban estacionados dos vehículos —el Renault 18 y la patrulla— y había
cinco personas, dos de ellas efectivos policiales.
De los que iban en el Renault dos están muertos y uno, el sobreviviente,
quedó afectado a la investigación. De los policías, uno fue sobreseído y el restante está imputado
de haber matado al remisero. Los dos están prestando servicio en la fuerza. Con un acta preventiva
falseada, la reconstrucción del hecho se presentaba como necesaria.
El miércoles pasado, a las 9, a la rotonda que da inicio a la autopista
hacia Santa Fe acudió el juez Correccional Curto junto con el fiscal de la causa, Esteban
Franichevich. Además, estaban el patrocinante de la familia del remisero, Arturo Milano, y los
familiares de Lunardelli, quienes llevaban recortes de diarios de 2007 con las últimas novedades
del caso y una foto del infortunado chofer.
Para que se llevara a cabo la medida era necesario el testimonio de
Sebastián Andrés Canavo, el agente que acompañaba a Correa al momento del tiroteo. Pero se negó a
colaborar y sin ese testimonio no hubo medida.
Pasadas las 10 de la mañana, un hombre petiso y robusto se acercó a los
familiares del remisero y mientras sacaba un papel arrugado del bolsillo preguntó: ¿Ustedes están
por esto?”. Era Emilio Rodolfo H., uno de los testigos convocados que por aquellos días
trabajaba en una gomería ubicada a 100 metros de la escena del crimen. “Me vine desde
Casilda. No sabía donde era y por eso me fui hasta Tibunales”, les contó. Se desconoce cuando
se hará la reconstrucción de este hecho. l