"Un familiar suyo tuvo un accidente y nos dio este número de teléfono", escuchó en la tarde del domingo María Cristina D. en su casa de la zona norte de la ciudad. Sorprendida la mujer le preguntó a su interlocutor: "¿Quién? ¿Dante?" creyendo que se trataba de uno de sus cinco hijos. El hombre le respondió que sí. Pero enseguida la voz le anunció que el chico estaba secuestrado y que debía pagar un rescate de 20 mil pesos para liberarlo. A partir de ese momento María y su esposo vivieron una odisea que incluyó un viaje en taxi de la mujer a la ciudad cordobesa de San Francisco para entregar el dinero. Pero finalmente, antes de que se desprendiera de la plata, la mujer logró contactarse con Dante. Así quedó al descubierto que se trataba de un persistente ardid para concretar lo que se conoce como un secuestro virtual.
Todo se inició cerca de las 19 del domingo. A esa hora, sonó el teléfono de la vivienda en el barrio Industrial. En la vivienda estaban María D., de 50 años; su esposo, Luis Alberto B., de 52 años, y los cuatro hijos del matrimonio. Dante, de 22 años y quinto hijo de la pareja, estaba en su propia casa. El contacto telefónico inquietó a los dueños de casa. El hombre que llamó les dijo que tenían secuestrado al muchacho. En la comunicación, el captor planteó la exigencia para liberarlo. "Tienen que depositar 20 mil pesos en el rapipago del Hiper Libertad porque si no lo matamos", fue la advertencia del secuestrador.
La mala hora. La pareja salió en dirección a ese comercio con el dinero exigido. La mujer entró sola al negocio para depositar el rescate, que era otra de las exigencias de los malhechores. El esposo se quedó en el auto esperándola, pero como transcurrieron diez minutos y la mujer no regresaba el hombre intentó conectarse con el celular de la esposa, aunque la línea estaba ocupada. Entonces llamó al 911 y una patrulla del Comando Radioeléctrico, a cargo del jefe de esa fuerza de calle, acudió al hipermercado.
Era el primer relato que le hacían a la policía del caso. "A partir de ese momento montamos un operativo cerrojo", explicó Guillermo Morgans, jefe de Unidades Especiales de la policía rosarina.
En ese momento, Luis B. no sabía que los secuestradores habían cambiado los planes y obligado a la mujer a salir por otra puerta para que el marido no la pudiera ver. María se había marchado con una nueva orden. "Tenés que ir a la terminal (de colectivos), tomar un taxi y llevar la plata a San Francisco" (por la ciudad cordobesa), fue la consigna que escuchó la mujer y acató sin vacilación. Desesperado, el hombre regresó a su casa. Los embaucadores le habían hecho cargar a la pareja unos 200 pesos de crédito en sus celulares para mantenerlos con las líneas ocupadas y bajo control.
En medio de la incertidumbre algo comenzó a aclararse cuando la hija del dueño de casa pudo comunicarse con su hermano a través de Facebook. "Yo estoy en casa", le dijo Dante, sin la menor inquietud. La noticia trajo algo de tranquilidad al dueño de casa, pero un nuevo llamado al teléfono fijo le provocó zozobra. "Ahora tenés que llevar la plata y un televisor con plasma frente a la cancha de Unión" (el equipo de fútbol de la ciudad de Santa Fe), le dijeron en un intento por despistarlo acerca de la suerte corrida por la esposa.
Rastrillajes. En ese momento, dos efectivos de la sección Seguridad Personal y la jefa de esa dependencia policial, Mariel Arévalo, ya estaban en la casa de Luis B. Los uniformados comenzaron la búsqueda de la mujer.
Fueron a la terminal de ómnibus para averiguar qué colectivos salían para la provincia de Córdoba y la capital provincial. "Nos enteramos que a las nueve de la noche habían partido micros para esos lugares. Entonces pedimos a las localidades intermedias para que la localizaran en el caso de que viajara en alguno de esos colectivos", explicó Arévalo a LaCapital.
Mientras esto ocurría, María viajaba en un taxi en dirección a San Francisco. "La mujer tenía tanto miedo que no le contó al taxista para que iba a esa ciudad", comentó Arévalo. Al mismo tiempo, los pesquisas intentaban contactarse con ella, en vano. La mujer había apagado el celular por orden de los captores. "Le dijeron que si el teléfono estaba ocupado matarían al hijo", explicó la oficial a cargo de Seguridad Personal.
A las diez y media de la noche, los policías lograron comunicarse con María. "Señora vuelva que fue un ardid", le dijo uno de los uniformados. Pero la atribulada mujer no le creyó. Solamente lo hizo cuando habló con Dante. El muchacho le dijo que todo había sido una treta. María ya había recorrido cien kilómetros y llegado para entonces a Las Parejas. Pasada la medianoche del domingo, se reencontró con su marido y el hijo en una plaza de Funes.
La pesquisa de las llamadas
El juez de Instrucción Javier Beltramone ordenó rastreos telefónicos a partir de que el chip del aparato del que llamaron los secuestradores tiene la característica de la provincia de Córdoba. “Todavía no sabemos de dónde puede haber salido el llamado”, explicó Mariel Arévalo, jefa de la sección Seguridad Personal de la Unidad Regional II.