Cuando aún no se acallaron los históricos resultados de la cumbre del clima en París, donde 195 países acordaron comenzar a la brevedad la implementación de políticas para que el incremento de la temperatura global no sobrepase 1,5 grado, asoma el futuro de la Argentina respecto de las tecnologías "limpias" para la generación de energía.
En ese contexto, Alden Meyer, director para temas de cambio climático y veterano de las cumbres de la ONU sobre el tema (las llamadas COPs, por Conferencias de las Partes, o países, que firmaron el tratado que dio origen a este mecanismo) de la Unión de Científicos Comprometidos, expresó su convencimiento de que el futuro del país "puede ser brillante si apuesta por las energías y las tecnologías limpias, en lugar de los combustibles fósiles como fuente de desarrollo".
La Unión de Científicos Comprometidos nació en Estados Unidos, en la era de Richard Nixon (el presidente Watergate) con la finalidad de intervenir desde la ciencia en el debate público, en temas que van desde las armas nucleares hasta la soberanía alimentaria.
En París, Meyer habló sobre la situación general de lucha contra el cambio climático, lo que se verá en los próximos decenios, y en ese marco la situación de Argentina, donde Meyer estuvo dos veces para las cumbres de Buenos Aires durante 2015.
—¿Sólo en ese terreno le cabe trabajar al país?
—Obviamente también puede hacer mucho en cuanto al uso de la tierra, la agricultura y el cuidado de los bosques, sectores que en conjunto son responsables del 20 por ciento de las emisiones anuales actuales. Es muy importante no olvidar este sector. Incluso me parece que la Argentina puede liderar en este aspecto y mostrarles a otros países en vías de desarrollo cómo hacerlo. El país está teniendo impactos del cambio climático y aumentarán, por eso se puede beneficiar si se adapta a estos cambios.
—¿Cómo ve el rol de Argentina en estas cumbres?
— Argentina está en el grupo llamado "like-minded" que se resiste un poco a las responsabilidades compartidas con los desarrollados. Esta suele ser la posición. Hay una responsabilidad que es de todos a esta altura. Por eso lo sensato es ver cómo crear crecimiento compartido. Para que la transición de la que hablamos desde una economía fósil a otra renovable también lleve a crecimiento, trabajo y prosperidad, y a sacar a la gente de la pobreza. Y con tres o cuatro grados de aumento de la temperatura será muy difícil por los impactos del clima a grandes escalas.
—¿Cómo ve el proceso de negociaciones, en estos más de 20 años desde Río de Janeiro en 1992? ¿Es tan rápido como se necesita?
—No, no, no. Después de Río, hacia 1996, los países estaban de acuerdo en que era necesaria una acción fuerte, que terminó siendo el Protocolo de Kyoto. Fue una negociación exitosa, tomó dos años y produjo un texto sólido. Pero solo era aplicable a los países desarrollados y entonces Estados Unidos rompió Kyoto. Cuando EEUU se fue, entonces careció de sentido. Y para 2013 Japón, Canadá y Rusia y otros también se fueron, y el total que cubría llegaba solo al 15 por ciento de la contaminación.
—En algún sentido sí funcionó.
—Cierto. Europa consiguió sus blancos en reducción de emisiones, del orden del 40 por ciento en 2013. Ahora, en esta tercera etapa de negociaciones se buscó un acuerdo comprensivo para todos los países. En eso, el éxito es espectacular: tenemos 196 con 97 por ciento de las emisiones con compromisos. Claro que cada país no se muestra tan ambicioso como en realidad podría y los números muestran claramente que así no se llega a la intención de que se aumente menos de 2 grados centígrados y evitar lo peor del cambio climático. Por eso el truco es que después de París se estimule a los países a ser más profundos en este aspecto y más rápidos. Otra cosa buena es que el desarrollo tecnológico en energías renovables ha sido espectacular, cada vez son más baratas y estamos en camino de conseguir el 100 por ciento de renovables.
—Pero los combustibles fósiles todavía generan más ganancias que las renovables.
— Cada vez menos porque la demanda de carbón y petróleo, bajan, y también los precios. En Estados Unidos ya muchas empresas petroleras van a la bancarrota. El precio de petróleo baja, en parte por el fracking, pero no se dice mucho que es también por la baja de demanda. Y vienen autos y camionetas más eficientes en el mercado. El presidente Obama puso una regla que indica que para 2025 los vehículos tienen que ser más del doble de eficientes y eso ya se ve en el mercado, y los ineficientes de a poco se van sacando. La eficiencia promedio de la flota de vehículos en China, Estados Unidos y Europa aumenta muchísimo. Y en la próxima década la penetración de vehículos eléctricos e híbridos, y otros, será alta, entonces la demanda de petróleo se estancará. Será menor la demanda y la rentabilidad del sector.
—Usted es básicamente un optimista.
—Sí, lo soy, al menos respecto de las tendencias de largo plazo. No tengo dudas de que vamos en camino de una economía basada al 100 por ciento en energías renovables. La pregunta es qué tan rápido vamos y si esa velocidad alcanzará para evitar los peores efectos del cambio climático. No tenemos tiempo hasta el 2100 o 2200; lo necesitamos para mitades de este siglo. Por eso tenemos el desafío de lograr tan impresionante cambio en poco tiempo. No tengo dudas de que vamos bien, el tema es que podríamos llegar tarde para estabilizar el clima y podríamos tener un futuro de más 3 grados centígrados si no aceleramos el paso de esta transición.
—En París de algún modo se mantuvo la disputa entre países desarrollados y no desarrollado, que llevó al fracaso de Kyoto. ¿Hay nuevamente riesgos?
—Sí, pero ahora no solo los países grandes están haciendo esfuerzos. El compromiso de reducción de Brasil, por ejemplo, es muy fuerte. O India y China. Hay compromisos de reducciones (o INDCs) para todos los gustos. Hay un grupo que dice que todo el esfuerzo debe ser de los desarrollados y que los no desarrollados solo pueden hacerlo en cuanto les llegue tecnología apropiada. Pero eso ya es historia en cierto sentido porque las INDC ponen una base fuerte. Aunque no está claro cómo van a llegar pero esos 100 mil millones de dólares anuales forman parte del último acuerdo. Pero también México, Brasil, Corea o China de manera espectacular con 3 mil millones apoyan a otros países no desarrollados.