Estabilización y plan de desarrollo. Para Matías Kulfas, ex ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, esas dos variables son condiciones necesarias para asegurar un crecimiento con inclusión. Y en ambos casos requieren de “consensos básicos de la política para dar señales al sector productivo”. El economista participó en Rosario del XIV Coloquio Iberoamericano de Estudios Empresariales e Historia Económica, que se realizó en la Facultad de Ciencias Económicas.
—Cerraste el coloquio con una conferencia sobre la relación del Estado y las empresas frente a los cambios políticos recientes en las economías latinoamericanas ¿Qué lecciones deja para el presente?
—Siempre en la historia hay muchas pistas para entender el presente y para hacer propuestas mejores para el futuro. Este año trabajé aportando a un proyecto que encaró la Fundación Carolina en España, entrado en analizar si hubo una nueva oleada de gobiernos de corte progresista en América latina. Me pidieron analizar las políticas económicas y aproveché el encuentro para presentar algunas conclusiones de ese trabajo, en el que considero que es clave tener una macro ordenada y, sobre todo, un esquema productivo que vaya hacia el desarrollo. Y eso requiere una articulación entre la política, el Estado y las empresas. Si no, no funciona y estamos siempre con la dinámica pendular que describía Marcelo Diamand hace 40 años. Es un tema central a discutir y no sólo ocurre en Argentina sino que lo padece América latina con diferentes formatos.
— ¿Estuvo el tema del desarrollo en el debate electoral?
—Creo que no. Me parece que la agenda de discusión política está muy degradada y esta campaña no ha sido la excepción. Estamos viendo propuestas medio alocadas, soluciones mágicas, en vez de discutir la realidad. Creo que la gente está pidiendo un Estado que funcione, que tenga intervenciones de calidad, que los servicios que presta sean buenos. Hoy lo que más reditúa políticamente es gritar, insultar. Pero cuando hay que meterse en la complejidad de estos temas, algunos empiezan a balbucear. Es parte de la crisis de la política, una de las cuestiones que no se van a resolver este domingo, más allá del resultado.
—¿La elección del domingo la ves como un punto de inflexión?
—Creo que Argentina hoy está en un sendero muy riesgoso, no es trivial lo que se haga. . Hay cosas que pueden generar un daño importante. Cuando escuchamos hablar de que hay que retirar plata del banco, eso puede generar situaciones de crisis, de corridas. Creo dos cosas. Por un lado, gobierne quien gobierne va a tener que tomar medidas fuertes. Lo que viene es una opción de un plan de estabilización, de shock. Pero no cualquier plan es igual.
—¿Cuáles serían las opciones?
—Lo peor que puede pasar es que el ajuste lo haga el mercado. Ahí obviamente, primero zafan los poderosos y quedan a la intemperie los que no tienen nada. Después hay diferentes medidas. Obviamente puede haber planes de estabilización que tengan en cuenta medidas compensatorias, que busquen repartir los costos de esa estabilización. Pero no existe una estabilización sin costo. Lo que muestra la historia es que una economía cuando se estabiliza le empieza a ir mucho mejor pero antes tenés un plazo. Lo demuestran casos recientes. Lo ideal es un plan que logre el objetivo en el plazo lo más breve posible y que los daños se puedan compensar.
—Aunque el tema excluyente de debate económico es la inflación ¿Qué análisis hacés de cómo les fue a las empresas durante este gobierno?
—Creo que pasó o algo parecido a lo que le pasó al país. Tuvieron un arranque difícil porque cuando empezó este gobierno la economía estaba en recesión, con serios problemas, tasa de interés altísima, una situación bastante delicada. Luego vino la pandemia, que fue muy dura. Y después la recuperación fue muy fuerte. Hubo una época positiva, sobre todo para muchos sectores industriales, para el campo. Y el último año fue mucho más complicado porque otra vez subió el costo financiero y hubo problemas para acceder a divisas para importación. Es el gran problema de Argentina esta especie de montaña rusa. Sin estabilización es difícil que un plan productivo pueda funcionar.
—En varios foros empresarios se observó que hay temas que estuvieron bastante presentes en este gobierno, como la energía, el litio, la economía del conocimiento. ¿Hay una base sentada en eso?
—Sin duda, energía y minería son puntos de inflexión en este gobierno. Si se consolida este despegue, con el tiempo se va a ver que fue en esta etapa donde se genera este cambio tan importante. En el tema energético primero hay que destacar el Plan Gas de 2020. Porque si bien es un hito histórico el gasoducto, para llenarlo se necesitabas gas. El plan del año 2020 estimuló la inversión y permitió que Argentina hoy este ya esté produciendo en un nivel que le permite autoabastecimiento. El próximo paso es empezar a exportar en escala a países limítrofes y armar plantas de licuefacción y exportar el gas natural licuado. En el tema minería claramente Argentina venía en baja y se gestó un cambio importante. El litio es importante y se habla mucho por lo que representa para la electromovilidad, pero también hay que destacar al cobre, que es el gran mineral de la transición energética. Argentina tiene hoy tres o cuatro proyectos de cobre que están por arrancar..
—¿Estos motores resuelven los problemas de restricción externa?
—Sin plan de desarrollo no se resuelven. Doy otro ejemplo. El país tiene una oportunidad de entrar en la producción de vehículos eléctricos. Pero presentamos un proyecto de ley de electromovilidad que le daba un marco, con incentivos para la producción nacional y el Congreso no lo trató. Se requiere algún consenso básico para que la política pueda dar una señal clara al mundo productivo. Hoy el mundo trabaja con una política industrial súper activa, en Estados Unidos, en Europa. Hoy el mundo enfrenta dos cuestiones: la revolución tecnológica que está modificando el mundo del trabajo y, en segundo lugar, una pelea permanente por las inversiones y la política productiva. Si tenemos la oportunidad de generar trabajo genuino, el empresario debe ser aliado. Hay que pedirle planes de inversión y generar programas de incentivo y que haya también, como lo decía Mariana Mazzucato, planes de política industrial atados a resultado, donde haya palos y zanahoria.
—En Argentina de todos modos hay una práctica empresaria muy arraigada como es fugar capitales.
—Sí, facilitado por la política. No existe un empresario que se beneficie sin una política que se lo permite y sin organismos de control que no controlen. Esto es más complejo. Por eso Argentina tiene que construir un Estado mucho más fuerte y más serio, y no significa que tiene que abarcar más, sino tener organismos de control mucho más eficaces, un esquema de programas de política pública súper transparente donde estén claros los incentivos y también las penalidades. Y tiene que haber previo a esto, un ordenamiento macroeconómico. Nuestro gran problema hoy es la debilidad de nuestra moneda. Y este es un problema argentino. Tenemos muchos problemas comunes con otros países de América latina, como la falta de rumbo estratégico, pero si vas a Brasil y le preguntás a un taxista cómo está el dólar no tiene idea. Y esto es porque desde hace dos o tres décadas a la estabilidad. Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Colombia son países que lograron estabilidad en su moneda y eso es algo positivo porque permite que haya ahorro y crédito en su moneda. Reconstruir la confianza en la moneda lleva tiempo. Es más fácil de lo que muchos piensan pero más difícil de lo que otros creen. Pero las otras soluciones que se escuchan son delirios.
—¿Ves como cierta la posibilidad de que haya un plan Bonex en Argentina?
—Espero que no, porque Argentina lo que menos necesita es más trauma. Para tener confianza en la moneda necesitás que ahorrar en ella sea redituable y que no haya saltos disruptivos. ¿Cómo vas a confiar si un día te dicen que tu depósito en el banco te la cambian por un bono? Lo que hay que hacer es un plan estabilización serio para reconstituir las capacidades del peso, no para destruirlo. Hay quienes piensan que cuanto peor, mejor. Yo pienso que cuanto peor es peor.