"La innovación es una suma de cambios a nivel de tecnología, organización e
institucional", resumió Ricardo Hara, presidente de la Asociación de Cámaras de Tecnología
Agropecuaria (Acta) y aseguró que en diez años el desafío para el productor argentino no será el
tamaño de sus explotaciones sino el grado de competitividad que adquieran. "Generando
competitividad se gana escala y ganando escala, se trabaja en red", resumió.
En este tránsito hacia una mayor profesionalización de la actividad que
expresaron en forma unívoca quienes participaron del último congreso de Aapresid, se incluyó el
reclamo por un nuevo marco institucional para la actividad, no ya enfocado en la reducción de la
carga fiscal (retenciones a las exportaciones) sino orientado a generar una autopista más rápida
para el avance biotecnológico, por caso, una nueva ley de semillas que contemple la propiedad
intelectual.
“Señores, si quieren tecnología tienen que pagarla y sino la quieren
pagar, no impidan que se libere”, dijo en forma taxativa ante un numero auditorio poblado de
productores el titular de la Asociación de Semilleros de Argentina (ASA), Oscar Domingo, quien
recordó que el vacío legal en este aspecto impidió desde 1996 la liberación de eventos transgénicos
en el país.
“El último evento fue para soja y no habrá otro hasta que se encuentre un
sistema que libere el pago”, dijo y recordó que la actual ley de semillas fija el sistema de
uso propio limitado, “algo que no se condice con el costo de la biotecnología”,
agregó.
A su juicio, es clave encontrar un sistema “que puede ser un acuerdo entre
privados” para avanzar en este sentido.
Mientras el sector busca aceitar la pata institucional del negocio, sigue en
paralelo poniendo énfasis en lograr mantener a la producción argentina en los más altos estándares
en materia de tecnología aplicada. Por eso, la nueva tendencia está enfocada en ajustar las tuercas
allí donde las malas prácticas agrícolas pueden hacer trastabillar el negocio.
En ese punto se ubican esencialmente la rotación de los cultivos y la
fertilización, dos puntos débiles en la cadena agrícola que, en la Argentina, tiene a la soja como
producto estrella. “Debemos trabajar en el tema de la bolsa blanca y las retenciones pero es
clave por eje en la reposición de la fertilidad, donde estamos muy mal, ya que sólo el 21% de lo
extraído es repuesto”, explicó Fernando Vilella, director del programa de agronegocios y
alimentos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque sumándose al discurso privado, aseguró
que “la falta de rotación no es sostenible por las políticas aplicadas al sector”.
El titular de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), Rodolfo Rossi lo
resumió así: “Estamos en déficit de rotación pero eso no es por la soja”, sentenció el
empresario quien consideró que la adopción de tecnología de punta permitió mitigar la destrucción
del ecosistema nativo. “Acá (en el país) no hubo desmonte despiadado como en otros países por
efecto de la siembra directa”, arriesgó Rossi ante un auditorio convencido de las bondades de
la expansión de la frontera agrícola.
En ese punto, consideró que con el avance genético y la nueva generación de
cultivo, sumado a la rotación “haremos más sustentable el cultivo”, dijo.
La sugerencia saca a la luz los puntos débiles de un sistema productivo que
creció exponencialmente pero no en todos los casos logró mantener la sustentabilidad del suelo y el
ambiente.
Manuel Ferrari, especialista en manejo y fertilidad del Inta Pergamino, explicó
que el consumo de fertilizantes en la Argentina entre 1991 y 2009 creció de 300 mil toneladas a 3,1
millones de toneladas, con un pico de 3,7 millones en el año 2007. “Se multiplicó por diez
pero eso no quiere decir que es suficiente por el balance entre la aplicación y la
extracción”, dijo y sentenció: “Estamos lejos de reponer lo que se extrae y de reponer
como para detener la degradación química del suelo, por lo tanto, nuestro sistema no es
sustentable”, dijo.
El gerente de marketing de Bayer, Luis Mogni, explicó que el mercado de consumo
de fertilizantes llegó a los 2.500 millones de dólares en 2008, 600 millones más que en 2007 y la
soja concentra el 13% de ese total, que está atendido por 11 empresas que hoy concentran el 90% de
la actividad de fertilizantes en el país.
Para el ejecutivo, “hay una tendencia a reconstruir el balance de
nutrientes mediante la rotación y el crecimiento de gramíneas” y todas las fichas están
puestas en la soja, un cultivo que sigue ganando posiciones respecto del maíz y el trigo.
Aunque los números no son los óptimos, Ferrari consideró que se fertiliza más,
pero en muchas ocasiones, las deficiencias están centradas en las malas prácticas de manejo.
"Los fertilizantes representan un costo importante (especialmente en el caso del
maíz) incluso mayor que la semilla, pero en general se pone más énfasis en ésta última en lugar de
diseñar un esquema de fertilización adecuado”, dijo y recordó que en julio de 2010 ,sobre el
total de los gastos directos para cultivos de maíz en el norte de Buenos Aires, el 40% correspondió
a fertilizantes).
Por eso, para Mogni es avanzar en el manejo de buenas prácticas. “Hay que
trabajar mucho en la aplicación. Se discute si se usa o no el glifosato y en lugar de eso habría
que cambiar la forma de aplicarlo, esa sería una salida”, dijo.
El ejecutivo explicó que se invirtieron en el país en tecnología aplicada 5.400
millones de dólares a valores del año 2008, de los cuales 1.200 millones fueron para la soja. A la
maquinaria agrícola se destinaron otros 1.100 millones de dólares, y el 40% de ese total (unos 409
millones de dólares) correspondió a maquinaria que cuenta con tecnología de mejora en la
aplicación, tal el caso de nuevas sembradoras adaptada al manejo de semillas protegidas y para
aplicación en surco.
Atendiendo a que la demanda de alimentos crecerá de la mano del aumento de la
población mundial, los empresarios del campo en la Argentina no están dispuestos a perderse ese
tren.
“La demanda de biocombustibles crecerá, los ingresos a nivel mundial
también aumentan, eso mejora la dieta y eso implica mayor necesidad de consumo de maíz”,
reflexionó Fernando Andrade, ecofisiólogo del Inta Balcarce y estimó que la demanda mundial de
granos entre 2010 y 2050 se incrmentará en 1.500 millones de toneladas, la mitad de la cual será de
maíz.
En ese contexto, es un desafío para la Argentina que hoy está en el sexto puesto
como productor mundial de maíz y viene perdiendo área. “El incremento por unidad de
superficie es lo más sustentable para cubrir esta demanda”, explicó Andrade y puntualizó que
el maíz “es un cultivo con gran potencial de crecimiento y producción, es muy eficiente pero
es muy sensible a situaciones de stress que suelen producir mucha caída en el
crecimiento”.
Por eso, “tiene una marcada respuesta a un manejo adecuado”,
reflexionó el técnico para aportar otros de los elementos clave a la hora pensar en la elaboración
de una estrategia sustentable a largo plazo.
La multiplicación del agua
“La eficiencia en el uso del recurso es clave: en los años 80 con 200
milímetros de agua se producían 400 kilos, en los 90 unos 800 kilos y en el 2000 se llegó a 1.200
kilos”, dijo Andrade quien recordó que “con una misma disponibilidad de agua se
eficientizó mucho a través del conocimiento del cultivo y eso se paga”.
Sin embargo, los especialistas condicionaron el cambio de tendencia en las
prácticas de manejo a un nuevo marco legal, sobre el cual hicieron especial hincapié como reclamo
al sector público y lo transformaron en el eje de la nueva agenda del sector. Según explicaron, el
proceso de inversiones en el sector está íntimamente ligado a la definición de nuevas reglas que
protejan la propiedad intelectual del desarrollo tecnológico, algo que incluye la discusión de una
ley de semillas y los protocolos de aprobación de nuevos eventos biotecnológicos.
Pelea semillera
“Hoy hay carencia de protección legal a las empresas que invierten y
también a fitomejoradores y productores”, dijo Rossi y recordó que la industria semillera
está compuesta, entre otros por 132 criaderos, 141 laboratorios, más de 1.332 comerciantes.
“Hoy el mejoramiento en soja lo lleva adelante el sector privado”, aseguró el
especialista quien consideró clave “solucionar el problema de la propiedad
intelectual”, para garantizar un nuevo horizonte a futuro.
“Hay transacciones cada vez con más dificultades y si no resolvemos esto
se generará una pérdida de competitividada por inseguridad jurídica y vacío institucionales”,
recordó Vilella quien como ejemplo recordó que en el país no están disponibles muchos eventos
biotecnologícos que sí tienen países vecinos como Brasil que —como en otros sectores—
está dejando atrás a la Argentina en competitividad.