Ni el mismísimo mejor jugador de fútbol de todos los tiempos pudo esquivar el bulto y cuando se le preguntó por esa condición contestó con naturalidad: "El mejor fue un tal Carlovich", dijo ante la mirada estupefacta de periodistas y admiradores. Diego Maradona se bañó de humildad y puso su cetro en manos de Tomás Felipe Carlovich, un rosarino que jugó en el club Central Córdoba en las décadas del 70 y 80, y que se transformó con el tiempo no sólo en ídolo de la hinchada charrúa, sino en una leyenda del fútbol mundial. Con semejante personaje entre cejas, el dramaturgo porteño Jorge Eines escribió en España, donde reside hace 25 años, y luego montó como director "El Trinche: El mejor futbolista del mundo". La obra vio la luz el fin de semana anterior en el teatro municipal La Comedia en una especie de ritual futbolero que contó el viernes, día del estreno, con la visita del propio Carlovich.
La propuesta, entre emotiva, extraña y melancólica, está asentada sobre los mitos que alimentaron la leyenda y sobre una original puesta en escena, aunque sea de difícil lectura para quienes desconocen el universo de los deportes, y específicamente, el del fútbol.
el ídolo. El personaje bajo el reflector nació en el barrio Belgrano de Rosario el 19 de abril de 1946 y fue el séptimo hermano de una familia encabezada por un padre de origen yugoslavo hincha del Estrella Roja de Belgrado. De chico disfrutó de los potreros y a los 15 años se fue a probar a Rosario Central. Después vendrían otros equipos como Sporting de Bigand, Deportivo Maipú e Independiente Rivadavia de Mendoza y Colón de Santa Fe. Y por supuesto, su querido Central Córdoba.
Hasta aquí su curriculum no difiere del de otros futbolistas aunque luego la historia y, sobre todo, la leyenda diga lo contrario. Entonces, y a referencia de la construcción de esa identidad, la obra hace referencia a su capacidad de negar aquello que hoy parece obvio: no a la fama, no al dinero, no a salir del barrio, no a la adulación y no a hablar de sí mismo. Lo demás lo hacen las anécdotas.
Aparecen entonces rápidamente en el diálogo que establecen Claudio Garófalo y Lucas Ranzani, en los roles de El Trinche y un periodista respectivamente, increíbles relatos como el no gol, el doble caño, las ausencias a las prácticas, su inexistente devoción por la pesca, el inesperado regreso desde Mendoza hacia Rosario, y hasta la especial dedicación de Carlovich por la filosofía y la ópera. Es más, varias veces el protagonista habla por boca de Friedrich Nietzsche, así como también de Immanuel Kant y Baruch Spinoza.
Es ese momento en el que el hombre de prensa pregunta cuando Garófalo se luce, mucho más al cantar música lírica, encarnando a un tipo común que pesca libros, ensimismado, casi huraño y al que le pesan los honores que se le han conferido.
Llama la atención el montaje, con libros colgantes, y una única pelota desflecada, símbolo quizás del paso del tiempo y de la realización personal.
UN PERFIL. Según Eines, que escribió el libro junto a José Ramón Fernández, este es el principio del camino que recorrerá la obra. Viajará por ahora a Santa Fe y se prevé para el año que viene actuaciones en Buenos Aires, otras ciudades argentinas, España y quizás Colombia.
Así, la obra goza de un muy cuidado texto, una mirada romántica sobre el susodicho y sus aventuras y desventuras, un espacio de velada reivindicación de su ideología y postura ante la vida, y una buena actuación, con firmeza y determinación, de quien es aquí aquel jugador hoy en tiempos de reposo.
"El Trinche: el mejor futbolista del mundo" no es una biografía de Carlovich en escena ni intenta serlo. Se trata finalmente del perfil de un personaje sin par pasado por el tamiz de un texto teatral realizado con sumo respeto, y a lo mejor impostado por la pasión de sus hacedores por el fútbol, pero con un objetivo claro: homenajear a aquel que pudo ser mejor que Maradona y, simplemente, no quiso.