El 10 de diciembre de 2015, Mauricio Macri asumió la presidencia del país y presentó a su gabinete como “el mejor equipo de los últimos 50 años”. Ese mismo día, desde Rosario, el artista Joaquines empezó a darle forma a una obra titulada con esa misma frase del entonces primer mandatario. Con objetos pequeños, construyó una escena que incluye un billete de un dólar, fichas de casino, un Capitán América, un gato, una carabela y una caravela, un gorila, un soldado, un helicóptero.
Con esa pieza, el artista, arquitecto e investigador abrió un nuevo eje en su trabajo artístico que continuó durante los próximos diez años: una indagación permanente de la noción del pueblo argentino, “de los cuerpos de los habitantes argentinos, sus vulneraciones, sus resistencias, sus violencias, y su potencia”.
Su nueva muestra “Nadie sabe lo que puede un suelo” revisita, “revisiona, reorganiza, reordena” esa década de trabajo e incorpora un corrimiento en la mirada. El evento de apertura, en el aniversario exacto de aquella asunción, es este miércoles 10 de diciembre a las 19.30, en Gabelich Contemporáneo (San Juan 911). Después de la inauguración, podrá visitarse de martes a viernes de 15 a 20, y sábados de 11 a 18.
A todos los habitantes del suelo argentino
En la paráfrasis de la conocida frase del filósofo Baruch Spinoza (“nadie sabe lo que puede un cuerpo”) que titula la muestra, Joaquines no sólo invita a pensar en la potencia del suelo (argentino), sino que propone correrse “del hastío y del desgaste que tiene la lectura de la potencia spinoziana del cuerpo por parte de los artistas posmodernos”. En tiempos de ruptura del tejido social y precarización de la vida, de “asfixia del pueblo”, Joaquines incorpora también en ese gesto un cuestionamiento a sus colegas que centran sus obras en temas estrictamente autorreferenciales.
“La búsqueda es repensar o reimaginar otras formas de rearticulación de la Argentina en relación a la resistencia ante la vulneración y las injusticias. En eso, aparece la idea de suelo, que pone sobre la mesa los engranajes, los ensamblajes, todas esas dimensiones potenciales entre los cuerpos y los objetos, pero precisamente en el suelo argentino, entendiéndolo como noción geográfica y también simbólica”, contó el artista en diálogo con La Capital.
Geográficamente, el suelo “se identifica como un alzado estratigráfico entre las napas y la capa de ozono”. En esa definición que remite a los gráficos de los libros de la secundaria, hay un llamado a situarse, inequívocamente, en toda la extensión potencial del suelo argentino. A “imaginar o señalar un lugar de acontecimientos argentinos al cual atender en pos de encontrar un nuevo horizonte para un país tan hastiado”.
“A veces uno mira el suelo sin demasiada atención. Es lo que está ahí, lo que sostiene, lo que no reclama protagonismo. Pero basta una grieta para que algo cambie: la mirada, el paso, la comprensión del lugar donde estamos. Esta muestra parte de esa grieta. No la explica: la observa. Y en esa observación aparece un país entero”, dice Mauro Eyras en el texto de sala.
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“Nadie sabe lo que puede un suelo” incluye casi setenta piezas de distintas muestras que Joaquines llevó adelante en los últimos diez años, y algunas nuevas que elaboró para la ocasión. A lo largo de esa década de obra, el artista no sólo tuvo ejes temáticos, sino también estéticos. Por un lado, trabajó con miniaturas “que ensamblan, reorganizan, prensan relaciones a partir de objetos cotidianos, objetos de colección, juguetes, escombros”. Usando la escala como significante, construyó escenas que hablan sin tapujos de la represión y del abuso de poder. No hay metáforas crípticas: la simbología es clara, es contundente, y desde ahí busca interpelar. El tamaño de las figuras obliga a que los cuerpos que las observan se plieguen, se acerquen a los demás.
“Uno podría pensar que son juguetes, pero no: son escenas. Versiones reducidas de lo que ocurre cuando ciertas decisiones —económicas, políticas, afectivas— se vuelven demasiado grandes para ser vistas. En esas miniaturas hay una claridad incómoda: la violencia cabe en la palma de la mano”, apunta Eyras.
Otro elemento sobre el que Joaquines insiste son los grandes símbolos patrios. “La bandera, como casi único símbolo que logra unirnos en un país tan dividido y agrietado, sigue siendo el más trabajado en distintos formatos, y su resignificación en tamaños, colores, texturas, edición, campo simbólico”, contó el artista. De hecho, en octubre de 2024, en el marco de la 7º Quincena del Arte Rosario y de la Noche de los Museos Abiertos, Joaquines mostró en el Museo del Diario La Capital “El poder de la impresión”, para la cual armó banderas de papel prensa.
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“Las banderas, en cambio, parecen siempre fuera de lugar. Están desgarradas, hechas de bolsas negras o de telas que ya vivieron demasiadas cosas. A veces, en silencio, las banderas dicen verdades que los discursos no pueden decir. Acá parecen hablar de un cansancio: ya sea por el desgaste de los símbolos o por el achicamiento de un país que pretende ser regalado”, dice el texto de sala.
En “Nadie sabe lo que puede un suelo” la bandera vuelve a tener protagonismo, pero Joaquines indaga también en otros símbolos, tironeados y aglutinantes, como la Constitución Nacional. El artista se mete con eso que nos constituye, que nos define, que nos identifica, y que a la vez está en disputa, en estado de vulnerabilidad.
“El suelo no es metáfora: es un sistema de fuerzas. Un mecanismo administrado en el que la profecía vuelve a cumplirse una y otra vez. Joaquines trabaja así: escucha lo que está abajo. Reúne fragmentos, los pone juntos, los separa, los vuelve a juntar. No hay gestos enormes, solo insistencias. Reparaciones mínimas. Como si cada obra dijera: ‘Esto se rompió, pero todavía sirve para algo. Todavía sostiene’”, cierra el texto de sala.